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El cisma de Occidente (yII)

Publicado: 20/01/2016: 2972

La división de la Cristiandad en dos obediencias, una al Papa de Roma y otra al de Aviñón, creó una grave confusión en el mundo católico. Lo desconcertante fue que los sucesores del Papa romano y los del Papa aviñonés no mostraron gran interés en llegar a una solución.

Hoy pudiera creerse que aquel cisma provocó indiferencias entre los creyentes o motivo de herejías o actitudes antijerárquicas. Todos sabían que el problema era el aclarar cuál de los pontífices era el legítimo sucesor de Pedro.

Se propusieron varias soluciones. Una de ellas era la renuncia de ambos papas y la elección de uno nuevo, pero ninguno de los dos quiso dimitir. Otra era la de un coloquio entre ambas partes y, la que aportara mejores razones en la discusión, decidiría cuál era el verdadero Papa. Otra, la de elegir un árbitro imparcial que impartiera una definitiva sentencia. La Universidad de París propuso la convocatoria de un Concilio con facultad de deponer a ambos papas y elegir uno nuevo. Y esta propuesta fue la que obtuvo un mayor número de partidarios.

El Concilio se celebró en Pisa (1409). En él participaron 34 cardenales que actuaron siempre de buena fe. El resultado fue la deposición de ambos papas y la elección de uno nuevo: Alejandro V. La confusión fue mayor, pues en vez de dos papas, hubo tres.

En la solución al conflicto intervino el rey de Alemania, Segismundo. Éste invitó a la convocatoria de un   Concilio. Se celebró en Constanza (1414). El papa romano Gregorio XII terminó presentando su renuncia. El papa pisano Juan XXIII abdicó casi a la fuerza. El Papa aviñonés Benedicto XIII no cedió; fue depuesto y abandonado de todos. Eliminados los tres papas, se procedió a la elección de un nuevo y único papa: Martín V (1417). Con esta elección quedó resuelto el cisma. Pero se abrió un camino al llamado “conciliarismo” que hubo de ser condenado posteriormente.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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