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La pobreza como espectáculo

Publicado: 16/06/2010: 1331

Artículo de "Redacción" de la revista "Diócesis" que analiza cómo el marketing utiliza la “solidaridad” para generar beneficios millonarios.

 “¡Niño, cómete toda la comida, que hay muchos que no tienen qué llevarse hoy a la boca!” Es una frase que todas las madres han dicho a sus hijos alguna vez ante la negativa de éstos a terminarse el plato. En sus orígenes, tenía una intención muy positiva, porque quienes la decían habían vivido el hambre en sus propias carnes y trataban de enseñar a sus hijos a valorar el auténtico lujo que es comer todos los días.
Pasados los años, esta popular enseñanza se ha seguido diciendo, aunque las circunstancias sociales y económicas de España hayan cambiado mucho. La conclusión: los niños que no tienen qué llevarse a la boca siguen muriendo, mientras que España se ha convertido en el tercer país europeo con mayor índice de niños obesos. 

Apelar a nuestra solidaridad natural, como hacían las madres por otra causa, para que sigamos consumiendo, parece haberse convertido también en una buena estrategia de los cerebros del marketing. ¿Cómo hacer que sigamos consumiendo en tiempos de crisis sin tener mala conciencia por los que (más lejos o más cerca de nosotros) no tienen nuestra misma suerte? Pues haciéndonos ver que todavía hay gente que lo pasa peor y, esto es lo más grave, haciéndonos creer que la situación de estas personas es imposible de cambiar. Lo más que podemos hacer –se nos sugiere– es seguir con nuestro modo de vida, aportando algo de lo que nos sobra para que ellos sobrelleven su situación.
Hace unos días, la polémica saltó por el caso de un presentador que, en plena retransmisión en directo de un acontecimiento deportivo, humillaba a una persona sin techo que pedía en la calle, ofreciéndole unas monedas y animando a los hinchas a participar del espectáculo echándole “pasta”.


Pero no todos los casos de utilización de las personas excluidas para hacer caja son tan burdos. Hay otros más sutiles como, por ejemplo, el anuncio de una bebida producida por una multinacional que narra el camino de Santiago realizado por un grupo de personas sin techo. El anuncio no apela a nuestra razón (¿qué tienen que ver los que viven debajo de un puente con una bebida isotónica?), sino a nuestros sentimientos (el spot, de una belleza técnica indiscutible, nos dice que la vida es maravillosa). Luego, si consumes mi producto, nos dicen subliminalmente, tus problemas parecerán menores (¡niño, come, que otros no tienen!).

También está el caso de los programas de televisión en los que participan famosos y cuyos premios van destinados a ONGs. Aquí, todos salen ganando: Las entidades sin ánimo de lucro ven el cielo abierto ante la posibilidad que se les ofrece de recibir unos pocos de miles de euros. Los famosos consiguen mantenerse en el candelero, además de recibir entre 15.000 y 40.000 euros ¡por programa! Las cadenas de televisión, encantadas de ingresar millones entreteniendo al personal tiñendo el despilfarro con la excusa de la “solidaridad”. Y los espectadores, felices, porque un espectáculo que nos produciría náuseas (como las lentejas de nuestra niñez) si supiéramos realmente cómo funciona, entra mejor viendo lo solidaria que es nuestra madre televisión.  Y es que la verdadera solidaridad, que implica la propia vida y apela al consumo responsable y a ofrecer sin pedir nada a cambio, no interesa nada a esas madres (el mercado y sus medios) que sólo quieren que “engordemos”.   Por cierto, ¿han visto qué poco sale Cáritas en nuestros medios, siendo la número uno? Pues eso.

Por ejemplo, Cáritas Diocesana de Málaga ofreció, el 3 de junio, una rueda de prensa para presentar su memoria y la campaña del Día del Corpus. A pesar de ser la organización de lucha contra la pobreza más importante de la provincia, no todos los medios se hicieron eco de la misma (las hemerotecas dan fe de ello). Y es que el lema “Si no te convence esta sociedad mercantil, ofrece sin pedir nada a cambio” parece no convencer a muchos. 

Autor: diocesismalaga.es

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