En el evangelio de hoy aparecen diez vírgenes que esperan la llegada del esposo con unas lámparas. El esposo tarda en venir y, al ser despertadas, las prudentes tienen aceite y las necias, no, provocando que las lámparas no se puedan encender. Ya esta situación nos interroga, ¿esperas al esposo? El Esposo, Cristo, viene a tu encuentro y viene sin avisar. Es cierto que también vemos la misericordia de Dios, pues en nuestra vida siempre aparecen ángeles o profetas, personas que nos avisan, como a estas vírgenes a las que despiertan. Pero esta palabra nos invita a estar alerta, pues, una vez que eres avisado, ¿cómo esperas al esposo? Si la lámpara se te apaga, ¿cómo puedes volver a encender este fuego? Una palabra, la oración, la Iglesia... te pueden ayudara encender ese fuego.

Y, ¿por qué a las necias no se les encienden las lámparas? Se les ha gastado el aceite, no tienen Espíritu Santo (simbolizado por el aceite en la Iglesia), ahogado con las cosas que nos alejan de Dios. Es una palabra seria, sobretodo la parte final, “no os conozco, no sé quiénes sois”. Jesucristo puede llegar a no conocernos, a no reconocer su espíritu en nosotros, pues tantas veces lo despreciamos, nos creemos por encima de los demás, no somos capaces de alumbrar ni al otro ni a nosotros mismos.

Pero, ¡ánimo! Esta palabra nos da una nueva oportunidad para que estemos atentos, hoy se nos regala una palabra de conversión, sobre todo, de cara al tiempo que viene, el Adviento. Este tiempo de preparación para la venida de Jesucristo, que es la luz verdadera, la luz que no se apaga.