Jesús habla de los escribas y fariseos, pero no se dirige a ellos. Sus palabras son un mensaje a sus discípulos. Y es que las profundas convicciones religiosas, si no se mezclan con amor y sentido común, pueden terminar convirtiéndose en puertas que nos alejan de la santidad, de la vida en el corazón de Dios. Eso es lo que les pasó a los escribas y fariseos: grandes conocedores de las Escrituras y de la Ley que, sin embargo, se alejaron de ellas al dejar de proponer para imponer, al sentirse mejores que los demás, al olvidar la pedagogía de Dios manifestada en la historia de la salvación.

Dos señales son indicadoras del camino correcto: la coherencia de vida, es decir, la armonía entre lo que rezamos, lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos; y la humildad para comprender que ser grande, ser importante, ser el primero, no consiste en lograr sentarse en asientos de honor, sino en ponernos al servicio de los demás. Tenemos grandes referentes en la historia de la Iglesia, marcada por personas que descubrieron la excelencia de humillarse para ser enaltecidas. Seguro que también en nuestra historia personal hemos conocido a personas que viven para servir. Cada uno de nosotros somos una oportunidad para ser un momento bello en la historia de otras personas.

El Evangelio siempre es Buena Noticia porque siempre es presencia del Señor, del Maestro. Sería un error pensar que el Evangelio de hoy sólo se dirige a un grupo concreto de cristianos. Todos somos invitados a vivir plenamente, es decir, de forma coherente, siendo descanso para los demás.