La Transfiguración del Señor nos invita a escuchar, a contemplar, a experimentar. Escuchar al Padre, es el gran reto que tenemos en nuestro tiempo y en nuestra sociedad. Entre tanto ruido, tantas otras voces que nos confunden, tantas otras opciones que se entrecruzan.

También hoy, el Padre nos invita a escuchar al Hijo amado, al predilecto. Y hemos de escuchar para poder contemplar. No sólo el rostro glorioso de Jesús en la Transfiguración sino también su mismo rostro sufriente en Getsemaní, para mostrar al mundo que lo importante de nuestra vida culmina en Cristo, en el misterio de su Pasión, Muerte y gloriosa Resurrección. Cristo no disimuló la dimensión profética de su muerte, ni maquilló la misión que debía realizar, sino que nos enseñó a ser fieles y a escuchar, a discernir, la voluntad del Padre. Escuchar y contemplar para experimentar y conocer, para identificarnos con Él convirtiendo nuestra fe en un compromiso real de entrega y testimonio. Se tratará de asumir la invitación del Padre a «escuchar al Hijo amado» para poder ser verdaderos testigos. 

La Iglesia ha de vivir en la continua escucha de la voz del Hijo de Dios, en el que reconoce a su Señor, convirtiéndose en anunciadora de su Buena Noticia de salvación entre todos los hombres. La Transfiguración del Señor nos invita a abrir los ojos del corazón al misterio de la luz de Dios que se halla presente en toda la historia de la salvación.