A veces tengo la impresión de que quienes mienten, quienes buscan su propio interés por encima del bien común, quienes disfrazan su ego en servicio y aparente solidaridad, suelen triunfar en la vida, ya sea en ámbitos políticos, empresariales, religiosos o sociales. Pero Jesús nos invita a ser auténticos, a mostrar lo que somos, sin disfraces. Hay muchas cosas que matan el cuerpo, pero lo más peligroso es lo que mata nuestra alma, y la mentira mata y corroe el alma.

Sin embargo, da miedo mostrarse tal y como eres. Exteriorizar nuestra vulnerabilidad nos expone en una sociedad competitiva en la que cada vez avanzan más los mensajes de odio y de intolerancia hacia quien es diferente, pero olvidamos que todos y todas somos diferentes.

Jesús nos invita a no tener miedo porque Él está con nosotros, pero no es tan fácil. Sin embargo, Jesús también dijo que donde dos o más se reúnen en su nombre, Él está en medio. Quizás si dejamos entrar a Jesús en la vida de nuestras comunidades, si construimos espacios donde cada persona pueda mostrarse tal y como es, con autenticidad, sin miedo a que nadie le haga daño, donde se sienta aceptada y querida, realmente podamos vivir y experimentar que Dios está con nosotros y que tiene contados todos los pelos de nuestra cabeza.

Autenticidad es desnudarse y mostrarse vulnerable, y una comunidad sana es aquella que lo sostiene y acompaña.