Hace un par de años se estrenaba una película titulada “Don’t look up” (“No mires arriba”). Dos astrónomos mediocres avisan de una amenaza que llega del cielo: un meteorito destruirá la Tierra. Pero pocos le hacen caso.

En la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles de este domingo se nos avisa de una tentación en dirección contraria: «¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?» (Hch 1, 11). ¿Qué hacemos añorando lo que ya no tenemos? ¿Qué hacemos con la mirada perdida? ¿Qué hacemos tan elevados y tan lejos de la tierra? ¿Qué hacemos esperando que sea otro el que cambie mi realidad?

Hoy se nos hace una invitación a poner nuestra mirada en el aquí y ahora, a poner el foco en los que tenemos al lado, a pisar la tierra con los pies descalzos y a tocar el barro con las manos.

Es una invitación a acoger la misión que Jesús nos hace en el Evangelio: «Id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28, 19). Sabiendo que en esta tarea no estamos solos, pues: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días» (Mt 28, 20), nos dice el Señor.

Esto es un anticipo de lo que celebraremos el próximo domingo: «Recibiremos la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre nosotros para ser sus testigos» (Cf. Hch 1, 8).

No mires arriba, mira a tu alrededor; pero con los ojos del de arriba.