Jesús invita a sus discípulos a creer en Dios y en Él, en su palabra. Les dice que va al Padre y les preparará un lugar y los llevará junto a Él. En la Resurrección, Jesús será glorificado alcanzando el sentido pleno de su existencia. A aquellos que lo han seguido y lo siguen quiere llevarlos a la plenitud de la vida íntima del Padre, para que donde Él está estén también ellos. Pero para ir al Padre y acoger su vida y su proyecto de amor es necesario ir por Jesús. Él es el camino, la verdad y la vida. El camino es nuestro ser en Cristo, es el horizonte, la orientación y el sentido dado a nuestra existencia. En Jesús conocemos al Padre y lo vemos. En el centro de ese camino (Jesús) está el conocimiento y la presencia del Padre. El camino es revelador. Nos muestra en su vida y en sus obras toda la verdad de Dios y del hombre.

Él está en el Padre y el Padre en Él. Esa verdad es portadora de vida. La vida es la aspiración más grande de todo hombre. Y es en Jesús resucitado donde esa aspiración llega a su plenitud. Es la realidad de la nueva existencia. Tanto amó Dios al mundo que nos ha dado a su Hijo para que tengamos vida plena, vida eterna (cf Jn 3, 16ss). Jesús es el camino que nos lleva a la plenitud de la verdad, que conduce a la vida plena y total. Confiemos y creamos en Él, en su Palabra para poder realizar las obras que hace, y aún mayores.