El cuarto Domingo de Pascua, conocido como el domingo del Buen Pastor, nos trae la imagen de Jesucristo como el Buen Pastor que nos conoce y da la vida por nosotros, mostrándonos la puerta de la vida eterna.

Dios ha de ser esa puerta de nuestra vida que nos abre a una esperanza nueva; esa puerta que nos presenta un camino en el que Él va delante de nosotros. Porque Dios no nos embarca en ningún proyecto que no podamos llevar a cabo con su gracia. Es esa puerta que, aunque a veces, parece estrecha y angosta, cuando se atraviesa nos descubre una vida nueva, una vida abundante.

Y no es una puerta que atravesamos solos, sino que formamos parte de un rebaño, la Iglesia, en la que todos caminamos en la misma dirección, conducidos y unidos al Buen Pastor.

Una puerta que descubrimos al escuchar la voz de Dios. Pero a veces dejamos que otras voces interfieran, entreteniéndonos y desanimándonos, dividiéndonos y enfrentándonos. Y es entonces cuando nos atrapan las dudas, los despistes, nos perdemos y ya no sabemos elegir la puerta.

Que este Domingo del Buen Pastor sea una oportunidad para preguntarnos cuál es la voz que resuena en mi corazón, para descubrir con quién voy caminando y qué puerta elijo. Recemos también y ayudemos a todos los sacerdotes para que, a imagen de Jesucristo, sean buenos pastores dispuestos a dar la vida en su ministerio.