“¡Qué bien se está aquí!”. Así traducimos, popularmente, esta expresión tan conocida y que resume el Evangelio de hoy, el Evangelio de la Transfiguración.

De este pasaje se pueden extraer varias palabras que vienen en nuestra ayuda. El Señor tiene misericordia de nosotros y nos enseña el cielo, el Hijo transfigurado acompañado de Moisés y Elías, que encarnan la ley y los profetas, cumplidos en la figura de Jesucristo.

También nos invita a salir de la rutina para tener este encuentro con Él. Un encuentro que, por un lado, nos suscita alegría, la alegría del cielo, una alegría que experimentamos cuando hacemos la voluntad de Dios, cuando estamos en sus cosas, y, por otro lado, nos llama a poner a Jesucristo en el centro de nuestra vida, a que no nos llenemos el corazón, tan solo, de cosas bonitas, sino que sea Jesucristo el que realmente nos acompañe en nuestra vida, en los sufrimientos, en las dificultades.

Por último, la invitación de Jesucristo a los apóstoles a que se levanten y se marchen de donde están es la invitación que nos hace a nosotros: para llegar a la Resurrección, tenemos que pasar por la Pasión, como hizo Él; tenemos que bajar a la vida diaria, con todos sus acontecimientos; dar la vida por los demás. Pero nos anima a no tener miedo, Él está con nosotros.