El Evangelio de hoy está inmerso en el llamado “Sermón del Monte”. Está dirigido a una comunidad cristiana que comienza su andadura en la Iglesia y en él se nos muestra a Jesús y su postura frente a la Ley. El evangelista Mateo utiliza su famosa antítesis: “habéis oído que se dijo... pues yo os digo”.

Jesús habla con autoridad sobre la Ley, que era uno de los cimientos del Pueblo de Israel. Esa Ley se había convertido en un mero cumplimiento y Él quiere transformar eso; no anularla, porque es buena para el hombre, pero si hacerles entender que, si no brota del corazón, no sirve de nada. Por eso las propuestas que hace son un cumplimiento más perfecto de la Ley.

En este pasaje se tocan algunos mandamientos y en cada uno de ellos nos muestra Jesús cómo, si no actuamos desde nuestro interior, si no dejamos que sea nuestro corazón el que nos mueva, el cumplimiento no será verdadero. Cuando lo escuchamos podemos pensar que, humanamente, eso no es posible realizarlo, pero tenemos que tener en cuenta que Jesús nos capacita con su gracia y que esa gracia nos transforma para poder realizar este cumplimiento desde el corazón. Jesús nos hace esta invitación porque sabe que es bueno para cada uno de nosotros y quiere que, a través de su gracia, nos unamos a Él en este mandato que nos hará felices. La respuesta a esa adhesión está en cada uno de nosotros a través de la libertad que nos ha dado.