Hoy celebramos la solemne fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Pero en el evangelio de hoy no vemos a un Rey, sino a Jesucristo crucificado. De él se burlan los soldados, pues habiendo salvado a otros, no es capaz de salvarse a sí mismo. ¡Menudo rey tienen los judíos!, porque el letrero de la cruz decía: «Este es el rey de los judíos» ¿Puede ser este el Mesías-Rey que los judíos esperaban? Hasta el malhechor crucificado junto a Jesús se burla de él. Un crucificado, muerte de esclavos y malhechores, muerte de malditos para los judíos, no puede ser el Mesías-Rey prometido. Mas el otro malhechor confiesa que Jesús es justo y Rey, y le pide que no lo olvide cuando llegue a su reino. Jesús le contesta: «hoy mismo estarás conmigo en el paraíso». El Reino de Dios no puede ser instaurado como los reyes del mundo instauran su reino.

La Iglesia confiesa que Jesús es el Mesías- Rey, no solo de los judíos, sino de todos los hombres, de toda la creación. Solo el que fue capaz de salvar a la humanidad como Él lo hizo, amando a los hombres hasta el extremo, muriendo por ellos, perdonando, es el único que merece el título de Mesías-Rey. El año litúrgico termina celebrando la venida gloriosa al final de los tiempos de Jesucristo, Hijo de Dios, como Rey del Universo, que vendrá a juzgar a vivos y muertos, instaurando un Reino de justicia y de paz, de santidad, de amor, glorioso, que no tendrá fin.