NoticiaComunicación Redes sociales: conexión con la fe Publicado: 30/05/2019: 25289 El papa Francisco recuerda que, en un mundo globalizado como el de hoy, donde las comunicaciones son cada vez más rápidas y accesibles, la Iglesia siempre ha intentado promover el uso de internet «al servicio del encuentro entre las personas y de la solidaridad entre todos». Analizamos uno de sus mensajes para la Jornada de las Comunicaciones Sociales con la ayuda del profesor de Comunicación Digital Juan Narbona. El mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 2019 repasa los principales retos que los medios tradicionales, junto a internet y las redes sociales, plantean al hombre y a la mujer del siglo XXI. Nos adentramos en sus puntos más llamativos de la mano de Juan Narbona (Sevilla, 1976), profesor de Comunicación Digital en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y responsable mundial de la web del Opus Dei. Esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales fue instituida por el mismísimo Concilio Vaticano II, sin embargo pasa desapercibida para muchos católicos. ¿Cree que no somos muy conscientes de la importancia de los medios para la Iglesia? A veces nos quejamos de que la Iglesia no es relevante para los medios, que algunos la maltratan o la menosprecian. Podríamos preguntarnos también lo contrario: ¿son los medios importantes para la Iglesia? ¿Colaboramos con los periodistas? ¿Qué actitud tenemos como creyentes hacia los medios? Antes hacían falta medios económicos muy potentes para comunicar. Hoy, un chico se graba con su móvil contando una historia desde su habitación y su impacto es global. ¿Cómo afecta esto a la transmisión del Evangelio? En pocos años, los medios técnicos se han hecho secundarios: el mensaje o el carisma de quien lo transmite son ahora lo fundamental. Sin descuidar una mínima calidad técnica (¡sería una pena comunicar mal el bien!), hay que cuidar más los contenidos. Quienes trabajamos en la comunicación de la Iglesia podemos aprender de quien sabe ser relevante, entusiasmar con su mensaje y hacer soñar a la gente. Por ejemplo, ¿por qué triunfan los influencers? Pienso, por ejemplo, en personajes como Greta Thunberg. Propongo una fórmula para mejorar nuestros contenidos: dediquemos el 70% de nuestro tiempo a escuchar y solo el 30% a comunicar. El Papa denuncia la paradoja informativa, es decir, que cuanta más información recibimos, menos informados estamos. Hay gente que solo lee lo que le llega por Facebook o Whatsapp. Cobra relieve de nuevo la figura del periodista, del profesional acreditado. ¿Un cristiano tiene que estar bien informado? ¡Por supuesto! El buen periodismo es el que abre los ojos de sus usuarios. Especialmente ahora, en la época de las noticias falsas y los rumores que circulan por Whatsapp, es importante que cada uno se haga responsable de la calidad de la información que consume y que comparte. Si queremos aportar algo positivo a este mundo, hay que estar bien informado. El papa Francisco ha agradecido a los periodistas muchas veces el servicio que prestan a la Iglesia, también cuando han hablado crudamente de las heridas que la afligen. Quien dice la verdad no puede ser tu enemigo. Nos llega una noticia por Whatsapp y la compartimos con una facilidad pasmosa, sin pensar en que podemos estar difundiendo una “fake new”, una mentira. ¿Existe el pecado de “dedo fácil”? Es muy sencillo convertirnos, sin saberlo, en portavoces del engaño. Un meme, un tuit o un mensaje nos pueden enfadar, exaltar y reaccionar sin unir corazón y cabeza. Tienen la fuerza de apelar fácilmente a nuestras emociones, a las que damos salida con un simple click. Tiramos la piedra sin calcular el daño, pero somos responsables de lo que compartimos y eso exige prudencia. En redes, callar, esperar y dejar que sedimenten las emociones suelen ser buenas recetas. Por otro lado, el enfado y la crispación no tienen la capacidad de transmitir esperanza. El cristiano-optimista atrae mucho más que el cristiano-denunciador. Luego, lo que haya que difundir se difunde, por supuesto, pero sin herir ni calumniar. La red, denuncia el Papa, a veces fomenta extremismos, enfrentamientos... También los católicos caemos en el maniqueísmo que no es propio del Evangelio... Como es sabido, muchos medios digitales nos ofrecen la información que queremos leer, las opiniones con las que estamos de acuerdo. También un católico –que, por definición, debería tener un corazón universal- puede quedar encerrado en su burbuja ideológica, que lo aleja cada vez más de quien piensa de modo diferente. Hay una frase que dice: “Para conocer a un hombre, prueba a caminar con sus zapatos”. ¿Cómo haremos ver la belleza del Evangelio a quien está en las antípodas? ¿Cómo dar respuesta a sus interrogantes si no nos esforzamos por comprender sus argumentos? Santo Tomás habla de la eunoia: significa que para cambiar a alguien, primero hay que mirarlo con amor. Preguntémonos, por ejemplo, si nos hace bien consumir medios de comunicación –particularmente si se dicen católicos– que dividen el mundo en dos: nosotros y ellos. Por otro lado, las redes nos pueden separar también de quien está cercano. Pese a sus grandes beneficios, pueden romper las microrrelaciones: una tarde aburrida de dos novios, una cena en familia en un día en que no ha ocurrido nada, un viaje de ascensor... Recientemente un amigo cumplía los años y le llamé a última hora del día. Me dijo: “Gracias, hoy he recibido 60 Whatsapp de felicitación. Tú eres el primero que me llama”. Me hizo pensar. A veces, la caridad cristiana nos llevará a iniciar una conversación cuando no hay tema, citarnos para tomar una cerveza juntos o a perder el tiempo en una llamada en vez de resolver la cuestión con un escueto mensaje. Algunos jóvenes dicen que tienen miedo de expresar su fe en Instagram porque enseguida se les etiqueta ¿Qué les decimos a esos jóvenes cristianos “ocultos”? En Instagram, los jóvenes componen el puzle de la propia vida. Cuando se está madurando la propia fe, a veces uno no se considera preparado para dar testimonio, pero, si se es fiel, todo llega. Por el momento, si uno no se atreve a expresar su fe, al menos puede probar a ser coherente con ella: compartir contenidos de buen gusto, alegres, no ofensivos, ser amable en los comentarios, poner un like al amigo menos popular, etcétera. San Francisco decía a sus hermanos: “Vayamos a predicar el Evangelio, si es necesario incluso con las palabras”. También en el espacio virtual, ser cristiano es un modo de ser, de estar, de interactuar: no harán falta muchas palabras. Y ese es un testimonio que todos podemos dar.