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En el domingo de la alegría

Publicado: 25/03/2022: 10545

Cuaresma

Con el Miércoles de Ceniza comienza el Tiempo de Cuaresma, cinco semanas que tienen como finalidad preparar a la comunidad católica para la Pascua, y este cuarto domingo, la Iglesia celebra el Domingo Laetare, ligado a la alegría.

En Málaga, hay un movimiento encargado de llevar la esperanza y la alegría a cada rincón de la Diócesis, especialmente entre los niños y los jóvenes, porque así lo quiso su fundador, el sacerdote diocesano Diego Ernesto Wilson. El consiliario de los Misioneros de la Esperanza (MIES) en Málaga, Francisco González, explica cómo tratan de mantener viva la esperanza. «Si hay algo que necesita nuestro mundo es, precisamente, esperanza. Estamos viviendo situaciones muy duras y difíciles, pero siempre digo que hoy podemos perderlo todo menos la alegría y la esperanza». González afirma que «por desgracia, siempre van a existir circunstancias complicadas en la condición humana. Ahora mismo, lo estamos viviendo con tanto sufrimiento por la guerra de Ucrania, pero lo importante es que en medio del corazón del dolor seamos capaces de sembrar alegría y esperanza. Cuando voy a los institutos y hablo con los jóvenes, siempre intento infundirles ganas de vivir, que no se vengan abajo ante los problemas que hay».

El también párroco de San Isidro Labrador y Sta. María de la Cabeza de Cártama Estación, explica que «siempre digo que la esperanza nació el Viernes Santo porque, precisamente, cuando María se encontraba al pie de la cruz, pensaría: “Señor, tú me dijiste que mi hijo iba a ser grande, el hijo de Dios, el altísimo, que iba a reinar en la casa de David y que reinaría para siempre; y yo aquí veo a mi hijo muerto, crucificado”. Sin embargo, María en ese momento dijo: “Señor sigo esperando en ti”. Por eso, creo que hoy podemos perderlo todo menos la alegría y la esperanza».

Y es que, a los pies de la imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena de Sevilla, fue donde el sacerdote de la diócesis de Málaga Diego Ernesto recibió «la inspiración de fundar los Misioneros de la Esperanza, y en ese momento se le iluminan dos grandes realidades: María necesitaba ser amada por los jóvenes y niños y ser consolada en su pena; y, a su vez, los jóvenes y niños necesitaban de la Madre para resucitar a la vida cristiana».

Este domingo, los sacerdotes cambian el color morado de sus vestiduras por el rosa porque, como explica Francisco González, «dentro de lo que supone el dolor, el acompañar a Jesucristo sabiendo lo que se le viene encima, es como ponerle una luz de esperanza a ese sufrimiento. Creo que en el fondo esto sirve para que no decaigamos nunca en el dolor, en el sufrimiento y en los problemas que a veces nos hunden y nos agobian. Creo que esto fue lo que hizo Jesucristo, lo que nos infundió a todos nosotros. Él está en medio del sufrimiento, alentándonos, animándonos y prometiéndonos una vida con sentido a pesar del dolor, pero una vida eterna que es dónde está la máxima esperanza nuestra de ser felices con Cristo para siempre. Tenemos una eternidad para descansar, ahora es tiempo de sembrar alegría y esperanza, porque la gente lo necesita más que nunca».

«Acoger la luz en nuestra conciencia»

Como recordaba el papa Francisco el Domingo Laetare del año pasado, durante la Cuaresma estamos llamados a «acoger la luz en nuestra conciencia», en particular en el Sacramento de la Reconciliación, «para abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad". Además, el Pontífice explicó que la liturgia eucarística que comienza con la invitación: "Alégrate, Jerusalén...". (cf. Is 66,10) indica que la fuente de esta alegría proviene del amor de Dios: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn. 3,16)». Además, «este mensaje gozoso es el corazón de la fe cristiana -dijo el Pontífice- indicando que el amor de Dios "ha encontrado la cima en el don del Hijo a una humanidad débil y pecadora"». Este año, el Obispo de Roma, en su mensaje de Cuaresma no pide que, «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos».

Beatriz Lafuente

Licenciada en Periodismo e Historia. Casada desde 2011, es madre de un hijo.

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