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Torrijos y el convento del Carmen del Perchel

Publicado: 24/09/2012: 3665

En el convento del Carmen del Perchel pasaron José Mª de Torrijos y sus compañeros la última noche, antes de ser fusilados en las playas del Bulto, el 11 de diciembre de 1831, donde escribió esta carta a su esposa Luisa.

«Málaga, convento de Ntra. Sra. del Carmen, el día 11 de diciembre de 1831 y último de mi existencia.

Amadísima Luisa mía: Voy a morir pero voy a morir como mueren los valientes. Sabes mis principios, conoces cuán firme he sido en ellos y al ir a perecer pongo mi suerte en la misericordia de Dios, y estimo en poco los juicios que hagan las gentes. Sin embargo con esta carta recibirás los papeles que mediaron para nuestra entrega, para que veas cuán fiel he sido en la carrera que las circunstancias me trazaron y que quise ser víctima para salvar a los demás. Temo no haberlo alcanzado, pero no por eso me arrepiento. De la vida a la muerte hay un solo paso y ese voy a darlo sereno en el cuerpo y el espíritu. He pedido mandar yo mismo el fuego a la escolta: si lo consigo tendré un placer y si no me lo conceden me someto a todo, y hágase la voluntad de Dios. Ten la satisfacción de que hasta mi último aliento te he amado con todo mi corazón. Considera que esta vida es mísera y pasajera y, que por mucho que me sobrevivas, nos volveremos a juntar en la mansión de los justos, a donde pronto espero ir, y donde sin duda te volverá a ver, tu siempre hasta la muerte.
José María de Torrijos.

P. D. Recomiendo a sir Thomas (Dyer Baronet), a mi abuelo (el general Lafayette) y al griego (el general Fabvier) y a todos, todos mis amigos que te atiendan, te consuelen y protejan considerando que lo que hagan por ti lo hacen por mí. Te remito por Carmen (su hermana) el reloj con tu cinta de pelo, única prenda que tengo que poderte mandar. También te enviará Carmen lo que le haya sobrado de quince onzas que tenía conmigo. Carmen se ha portado perfectamente. Adiós, que no hay tiempo. El te dé su gracia, y te dé fortaleza para sufrir resignada este golpe. Por mí no temas. Dios es más misericordioso que yo pecador, y tengo toda, toda la resignación, y toda la fuerza que da la gracia»

En el lugar de la ejecución quedó, como recuerdo, una sencilla cruz de hierro que antes estaba en medio de los Callejones y hoy ha quedado en el centro de una glorieta, en el Paseo de Antonio Machado. “Se buscaron religiosos que los asistieran y todos asistieron con verdadera piedad los auxilios de los religiosos. Torrijos confesó con fray Jerónimo de Ardales, definidor de los Capuchinos, e hizo testamento ante el escribano don Francisco Piñón y Tolosa.

El obispo señor Bonel asistió a la capilla, pasando allí toda la noche, prestando sus consuelos al general y a los demás sentenciados. Se interesó en el perdón y gestionó cuanto pudo en este sentido”. Asistió el P. Vicaría, a quien “la fuerte impresión que le causó aquel suceso, le redujo por 10 años a un estado de delirio”, interpretado por algunos como “locura”, pero más bien debió de ser “profunda depresión”.

Así dice la lápida de su tumba en el cementerio de San Miguel :

«Aquí yace el Pbro. Religioso del Carmen D. Fran co Vicaría que en 1831 prestó divinos auxilios á uno de los fusilados con el General Torrijos. La fuerte impresión que le causó aquel suceso, le redujo por 10 años á un estado de delirio, concluyendo su vida á los 66 años el 17 de Abril 1842 dia en que se colocó la primera piedra del Monumento que el Ayuntamiento de esta Ciudad erijió para colocar los restos mortales de dicho General y sus compañeros: y su viuda la Exma. Sra. Dª Luisa Saenz de Viniegra Condesa de Torrijos, cedió entonces este nicho en donde estubieron los restos mortales del espresado General, con el objeto de colocar en él los restos del Padre Vicaría. Funeral celebrado en la S.I.Catedral el 11 de diciembre de 1841, en el que pronunció la oración fúnebre, el canónigo Salvador López Ramos, natural de Benagalbón.»

Traslado al Monumento de la Plaza de la Merced

En vísperas del traslado al Monumento, se dan las siguientes instrucciones :

“1º. El domingo 10 de Diciembre se dirá misa solemne de Requiem en la iglesia del Carmen, precediendo esta á la oración fúnebre que ha de tener lugar antes del responso.
2º. Para la misa se invitará al Sr. Gobernador del Obispado, al señor cura de San Felipe, capellán de la Ciudad y Diputado Provincial D. Basilio González Arriba, y al capellán del cementerio D. Juan López.
3º. Asimismo se invitará al espresado Sr. Gobernador Eclesiástico para que se sirva disponer concurran á dicho acto todas las parroquias.
4º. Se dirán misas rezadas en la propia iglesia desde las ocho de su mañana hasta las once de la misma en cada media hora, aplicadas por las almas de aquellas víctimas…”.
El traslado se hará en tres carros fúnebres:
“El primero conducirá tres cajas con los inanimados restos de la mayor parte de los valientes que compusieron la columna;
“El segundo dos cajas que contendrán los yertos cadáveres del Coronel Golfin y el Magistrado Flores Calderón con el resto de las demás víctimas.
“El tercero dos cajas con los áridos restos de Torrijos y López Pinto”.»

Los restos mortales del general Torrijos, como los de sus compañeros, pasaron al Monumento levantado en la Plaza de la Merced, desde el cementerio de San Miguel el día 11 de diciembre de 1842. Con tal motivo, el Gobernador Político redactó un programa, en el que decía:

«Debe recordarse este día lúgubre por medio de un doble de campanas. Se invitará al Illtmo. Sr. Gobernador de esta Diócesis (Francisco Pascual y Luque, sede vacante) para que se sirva disponer tenga efecto: principiará el dia de la víspera á las tres se suspenderá á las ocho de la noche, y continuará al dia siguiente desde las siete de su mañana hasta concluir la funcion …. No se convida particularmente: la asistencia es un deber, es una prueba de puro patriotismo…»

 

Autor: Rafael Gómez Marín, sacerdote diocesano

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