Estamos en la semana del maestro. El dia 30 celebramos su fiesta. Sí, la de todos aquellos docentes abnegados que en su vocación aúnan las ganas de trabajar en lo más tierno de nuestra sociedad y a la par pretenden mejorarla. El día de aquellos que trabajan a destajo (aunque muchos aún sólo ven las vacaciones que tienen) por transmitir una serie de valores y principios a nuestros hijos. Los que sustituyen a mamá justo cuando el crío se despega de ella para adentrarse en la sociedad, los que hacen de amigos para enriquecerlos posteriormente y guiarlos justo cuando esa mamá queda casi obsoleta y out en la adolescencia, y los que terminan de madurarte mentalmente en la facultad para redondearte y prepararte en la carrera laboral.

A todos ellos: gracias. Por su trabajo, pero sobre todo por su vocación, por hacer de todos esos alumnos casi hijos suyos durante una temporada o varias. Por guiarles cuando a los padres se les escapan sus objetivos. Por dedicarles su tiempo y su vida, por preparar clases cuando esta queda vacía, por vigilar a esos arbolitos que se tuercen, o por tirarnos de las orejas a los padres cuando ciegos de amor no vemos más allá de nuestras narices y nuestros vástagos.

Os admiro, por vuestra paciencia, constancia, y permanencia. Por ser parte fundamental de nuestro entramado social y por ser arte y parte de la base de muchos de nosotros. Todos recordamos a nuestro ‘profe’ duro, al simpático, al amigo, al seco...y cuando nos hacemos mayores, con cierto punto de nostalgia ya, y alguna que otra cana nos hemos sorprendido echando unas risas pensando en éste o en aquel....y quién sabe si a más de uno nos gustaría volver a verlos ahora, o recordarlos con toda aquella presencia que les daba su título de 'seño' o ‘profe’....a todos gracias por hacerme en parte como soy y por educar a mi hijos conmigo.