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María, madre de Dios

Publicado: 28/12/2011: 1664

D. Fernando Sebastián Aguilar reflexiona sobre la maternidad divina de María de Nazaret.

MARÍA, MADRE DE DIOS

Los católicos saludamos a la Virgen María como Madre de Dios. Si nos paramos a pensar, seguro que no sabemos cómo entenderlo. Dios es eterno, espiritual, inmortal. ¿Cómo una mujer normal puede ser madre de Dios? Lo entenderemos si lo pensamos de otra manera. No es que María dé la vida por primera vez a un “dios” que antes no existía. Es el Dios eterno, la segunda persona de la Trinidad, quien se hace hijo humano de la Virgen María. Dios quiere estar en el mundo para salvar a la humanidad, con ese fin escoge a una mujer, la prepara espiritualmente con sus dones y nace de ella como hombre para ser hermano nuestro y vivir en nuestro mundo. Esta maternidad santa es una maternidad voluntaria, conocida, aceptada. La Virgen María, aceptando libremente la propuesta divina, ofrece su vida de mujer y de madre por la salvación de la humanidad entera. Ella trae al mundo al que va a ser el Salvador de la humanidad, Salvador de cada uno de nosotros.

MARÍA, MADRE DE JESÚS

María es la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santa Trinidad, que quiso nacer de Ella para ser nuestro Salvador. La maternidad de María fue una maternidad virginal. Sin concurso de varón. Jesús no tuvo padre humano. Su único Padre era el Padre del Cielo. La virginidad de María es el signo de la divinidad de su hijo. Ella fue madre en el pleno sentido de la palabra. Vivió pendiente de su hijo Jesús, como hacen todas las madres. Más todavía, el amor a su hijo era a la vez el amor a su Dios. Las dos dimensiones de su maternidad aumentaban infinitamente su amor de Madre. Al amar a su hijo lo amaba como a su Dios, y al adorar a Dios lo adoraba con un corazón de Madre. Por eso fue toda de Jesús, toda de Dios, del todo inmaculada y santa. Nadie ha llegado a estar tan cerca de dios como Ella.

MARÍA, MADRE NUESTRA

La Virgen María siguió muy de cerca toda la vida de Jesús. Escuchó sus palabras y cumplió como nadie sus consejos. Era su madre y fue también su mejor discípula. La primera cristiana. La mejor cristiana. Con su vida nos demuestra que todos, hombres y mujeres, podemos ser muy importantes en la Iglesia, aun sin tener autoridad. La importancia definitiva es la importancia de la fe y del amor. Ella estuvo junto a  Jesús en las horas terribles del Calvario. Y por eso fue el refugio de los discípulos en los días angustiosos de la soledad y del silencio del sepulcro. María mantuvo viva la fe y la esperanza en la resurrección. La fe de la Virgen María sostuvo la fe y la esperanza de los Apóstoles. Desde entonces, Ella, desde el Cielo, es modelo y madre de todos los cristianos y de todos los hombres que creen en Dios y esperan su salvación. La Virgen María nos enseña a creer en Jesucristo, a poner nuestra vida en sus manos, a esperar y desear la vida eterna como vida verdadera y centro de nuestra vida.

Una fiesta grande para aprender muchas cosas hermosas y fortalecer nuestra vida de fe, con una esperanza clara y una caridad diligente.

Autor: + Fernando Sebastián Aguilar

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