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Bendita agua

Publicado: 16/06/2022: 8662

Desde que Europa, tras un paréntesis de siglos poco higiénicos, recuperara la red de alcantarillado y abastecimiento de agua del que gozó el mundo romano, tales necesidades eran cuanto menos precarias.

Los papeles viejos de la Catedral nos hablan de los corrales, que era como peyorativamente se denominaba a los lugares habilitados para evacuar las, también eufemísticamente llamadas entonces, aguas mayores y menores. Más importante era el suministro de agua, que se distribuía desde arcas y aljibes hasta las diversas fuentes a disposición de la ciudadanía, que eso sí, debía de acudir con sus cántaros y guardar turno, a no ser que requiriera el servicio de los aguadores.

El Cabildo Catedralicio tenía contratado con el Municipal su propio cupo de agua medido en pajas, o sea, el caudal de líquido suministrado. Pero la Catedral contaba también para su provisión de varios pozos, abiertos con ocasión de las obras de construcción del edificio y, seguramente, mucho antes. Algunos de estos pozos debieron quedar cegados cuando su utilidad dejó de ser necesaria, pero en la actualidad aún se localizan tres de ellos, si bien solo uno es accesible.

Consta que en la zona de la capilla del Pilar existe embovedado uno de ellos. Otro, reconocible exteriormente, se localiza en el patio de las Cadenas, justamente en el ángulo esquinero de la iglesia de El Sagrario. Todavía se conserva, en alto, la portezuela de madera que cierra la arqueta que se construyó en el siglo XVIII. Pero el principal, y de cuyas aguas se servían las limpiadoras del templo hasta la década de los setenta, está situado en el cubillo inmediato a la puerta de las Cadenas. El brocal del mismo, encalado y con su tapa de madera, queda disimulado dentro de una taca o alacena, convenientemente provista de algunos orificios para permitir la ventilación.

Por Alberto Palomo

 

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