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Día del Seminario 2022 (Catedral-Málaga)

Eucaristía en el Día del Seminario 2022. FOTO: E. LLAMAS
Publicado: 19/03/2022: 3485

DÍA DEL SEMINARIO

(Catedral-Málaga, 20 marzo 2022)

Lecturas: Ex 3, 1-8.13-15; Sal 102, 1-8.11; 1 Co 10, 1-6.10-12; Lc 13, 1-9. (Domingo Cuaresma III-C)

Sacerdotes al servicio de la Iglesia

 

1.- Celebramos hoy el “Día del Seminario”, en el que la Iglesia nos invita a dar gracias a Dios por los sacerdotes y a pedir al Señor vocaciones al ministerio sacerdotal. Es una buena ocasión para mostrar nuestra cercanía con los seminaristas, sus formadores y los candidatos al sacerdocio; y para pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

El Seminario es una comunidad educativa, donde se forman los futuros sacerdotes de nuestra Diócesis y debemos tenerlo presente siempre en nuestra oración y en nuestra vida eclesial. El Seminario debe ser algo cercano a todos nosotros.

Deseamos una renovación de nuestra Iglesia diocesana y de nuestro seminario, para responder mejor a los retos que la Iglesia y nuestro mundo tienen planteados, siguiendo la exhortación del Papa a la conversión pastoral de toda la Iglesia (cf. Evangelii gaudium, 27; 32), que debe tocar todos los aspectos de la vida eclesial: celebración de sacramentos y celebración de los mismos, formación, actividades y prioridades pastorales, acción caritativa, testimonio, compromiso y evangelización.

2.- En cada época la providencia divina suscita vocaciones sacerdotales. En las últimas décadas sucede algo similar a la falta de lluvia: nos encontramos en una sequía vocacional, con una fuerte disminución del número de sacerdotes y de vocaciones a la vida consagrada. Algo nos quiere decir el Señor con esto; tal vez nuestra vida cristiana es un poco lánguida y, como la higuera, un poco estéril.

Hemos de reconocer el don del sacerdocio y saber proponer a los jóvenes la belleza y la alegría de la vocación sacerdotal: “De esta manera se podrán sentar las bases indispensables para que toda vocación, incluida la sacerdotal, pueda ser percibida en su verdad, amada en su belleza y vivida con entrega total y con gozo profundo” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 37).

Queridos fieles, hay que ayudar a los jóvenes a descubrir la belleza del ministerio sacerdotal y la belleza del matrimonio. Se está perdiendo la apreciación de lo hermoso que son los sacramentos; en esta sociedad, que se aparta de Dios, es preciso acentuar la identidad y el valor de la vida cristiana por parte de todos los fieles.

La misión del seminario es acompañar a los jóvenes llamados por Dios para ser sacerdotes, ayudándoles en el discernimiento de su vocación y formándolos para servir al pueblo de Dios. El tiempo del Seminario es de “discernimiento” hasta que la Iglesia los llame de manera explícita; y mientras han de realizar un proceso de maduración y de discernimiento.

Del mismo modo que Jesucristo llamó a sus apóstoles y discípulos para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (cf. Mc 3, 14-15), el seminario es una comunidad que escucha su palabra, la interioriza y se pone en camino para seguir sus pasos (cf. Subcomisión episcopal para los Seminarios, Reflexión teológica con motivo del Día del Seminario 2022).

Se trata de experimentar la vida apostólica al estilo de Jesús con sus apóstoles, que los preparó para ser testigos de su vida, muerte y resurrección.

3.- El lema que orienta esta jornada es: «Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino». Está inspirado en el proceso sinodal en el que estamos inmersos, a instancias del papa Francisco, que nos ha invitado a toda la Iglesia a participar en el Sínodo que tendrá lugar en octubre de 2023.

Ya hemos hecho el proceso sinodal y celebrado una “Asamblea diocesana”; y aún tenemos que celebrar un “Encuentro diocesano” a final de curso.

La vocación sacerdotal es un servicio a la Iglesia. Las dos palabras “sacerdotes y servicio” van unidas inseparablemente. El ministerio sacerdotal es un servicio al pueblo de Dios; y vosotros, queridos seminaristas, debéis aprender a servir a los hermanos como parte integrante de vuestra vocación, porque solo desde la entrega recibe la vocación todo su sentido. El objetivo y el sentido de la llamada es para “servir”.

Todo cristiano está llamado a imitar a Jesús y a seguirlo, quien tomó la condición de Siervo y se hizo esclavo por nosotros (cf. Flp 2, 7. Él ha «está en medio de nosotros como el que sirve» (Lc 22, 27). De manera más exigente, el sacerdote debe vivir para servir a imitación del Maestro, «que no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20, 28).

4.- Hoy pedimos a Dios, en este Día del Seminario, que nos regale las vocaciones al sacerdocio ministerial que la Iglesia necesita, para servirla tal como ella desea ser servida. No es suficiente querer servir según los deseos propios, sino que hay que hacerlo como ella quiere ser servida y en la tarea que la Iglesia nos pida, al estilo del Señor, cuyo servicio fue cumplir la voluntad del Padre. Jesús no hubiera deseado ir a la cruz, pero la aceptó.

La Iglesia, a la que pertenecemos y queremos servir, tiene unas necesidades concretas que deben ser atendidas. Jesucristo amó a su Iglesia y se entregó por ella; y nosotros estamos llamados a actuar del mismo modo.

Pedimos por la generosa respuesta de los llamados y por su fidelidad a la llamada del Señor; y también pedimos por los sacerdotes, para que vivan y sirvan con gozo su ministerio y sean estímulo para los jóvenes que se plantean la vocación al sacerdocio.

5.- En el evangelio nos presenta Jesús la parábola de la higuera que no da fruto: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13, 6). La propuesta del dueño de la viña es arrancarla: «Córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?» (Lc 13, 7); ¿para qué la va a ocupar de balde?

Esta parábola revela la paciencia y la generosidad de Dios, quien, ante la esterilidad del árbol y gracias a la mediación del viñador, permite que se cultive con mayor esmero: «Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono» (Lc 13, 8).

Esto nos enseña que, cuando nos parezcan estériles nuestras comunidades, necesitan un cuidado mayor, más afecto, más trabajo, más generosidad, más paciencia. Y esto nos demuestra también las entrañas amorosas y misericordiosas de Dios, quien, a pesar de nuestra esterilidad, nos ama, nos cuida, nos protege, nos ayuda y nos mima.

6.- ¡Cuántas veces somos nosotros como esa higuera estéril, que no da frutos! Jesús podría arrancarnos y sacarnos del campo de la vida; sin embargo, tiene mucha paciencia con nosotros y espera que demos fruto abundante.

Por eso podemos recitar con el salmista la misericordia de Dios: «Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades» (Sal 102, 3). En esta Cuaresma suplicamos el perdón del Señor e imploramos su misericordia, su gracia y su ternura (cf. Sal 102, 4), que son eternas.

Pedimos a Santa María de la Victoria que nos acompañe en el camino cuaresmal y nos ayude a responder como ella a la llamada del Señor y a dar abundantes frutos de amor. Amén.

 

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