NoticiaSeminario «Decidí tomar las riendas y dejarme hacer por el Señor» Seminaristas y formadores junto a la imagen de San José de la Capilla del Buen Pastor del Seminario Diocesano Publicado: 13/03/2021: 17860 DÍA DEL SEMINARIO «Padre y hermano, como san José» es el lema del Día del Seminario que la Iglesia en España celebra el 21 de marzo, domingo posterior a la Solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y padre de Jesús. Juan Carlos, Cristian, Antonio, Javier, José Ramón, Jaime, Augusto, José Francisco, José Ignacio, Feliciano, Daniel, Álvaro, Rafael, Aaron, Juanma, Eduardo, Santiago y Fernando son los 18 jóvenes que forman el Seminario Diocesano de Málaga y que, en este mes de marzo recorren los rincones de la diócesis de Málaga, parroquias, colegios y medios de comunicación, mostrando lo que viven día a día en ese proceso de discernimiento y preparación para ser sacerdotes de la Iglesia de Málaga. También han compartido su testimonio en el continente digital, haciendo un directo desde la cuenta de Instagram del Seminario de Málaga para compartir inquietudes y responder a las preguntas de los más jóvenes. «Siguiendo todas las medidas de seguridad necesarias los seminaristas visitarán las parroquias y las realidades de jóvenes porque creemos que es importante que comuniquen su testimonio y también que reciban el de los feligreses, y conozcan mejor la realidad diocesana«, afirma Fernando Luque, vicerrector del Seminario Diocesano de Málaga. El lema elegido para la campaña del Seminario de este año es «Padre y hermano, como san José» y con él se quiere reflejar que, «bajo el cuidado de San José, los sacerdotes son enviados a cuidar la vida de cada persona, con el corazón de un padre, sabiendo además, que, cada uno de ellos es su hermano», explica Antonio Eloy Madueño, rector del Seminario Diocesano de Málaga. «La solemnidad de San José es para nuestra Iglesia de Málaga la ocasión apropiada para exhortar a todo el Pueblo de Dios a pedir y orar por las vocaciones sacerdotales, a ayudar a responder, con confianza y generosidad como San José, a la llamada que Dios hace en los corazones de los jóvenes a seguir a Jesucristo, siendo padres y hermanos como San José. Cada seminario, a semejanza del hogar del Nazaret, siguiendo el ejemplo e intercesión de San José, que cuidó y forjó las manos y la persona de Jesús, es un lugar y un tiempo privilegiado para custodiar y cultivar la vocación de aquellos que han sido llamados a configurar su vida con Cristo en el sacerdocio», añade el rector. De 18 a 42 años es el intervalo de la edad de los seminaristas actuales. Algunos llegaron después de concluir estudios anteriores, es el caso de Aaron Benzaquen, quien afirma que su vocación fue todo un proceso: «yo no recibí el bautismo de pequeño, sino a los 17 años, momento en el que me inserté en una parroquia. En ella me comprometí en diversas tareas y voluntariados y fui descubriendo que el Señor me llamaba a ser sacerdote. Al principio uno lo vive con miedo y, justo al acabar los estudios en Historia del Arte me decidí. Después de hablar con los formadores me decidí a solicitar la entrada en el Seminario, con 24 años, y aquí estoy, ya en quinto curso y muy feliz». En tres meses escasos, Fernando Eningo recibirá la ordenación sacerdotal de manos del Sr. Obispo, D. Jesús Catalá. Desde la parroquia de San Isidro Labrador, en Cártama Estación, donde se encuentra colaborando, explica que su experiencia vocacional hunde las raíces en «mi casa y mi abuela, que nos enseñó el camino de la Iglesia. Nos ayudó a verla como una casa a la que nosotros también pertenecemos. Después me ayudaron los grupos parroquiales y el discernimiento que hacía junto a mi párroco, al que planteaba, constantemente, mi inquietud: el seguimiento de Jesucristo a través del sacerdocio. Gracias a él, conocí el Seminario Menor al que me incorporé. Allí encontré jóvenes con la misma inquietud que yo y decidí tomar las riendas y dejarme hacer por el Señor». CÓMO LLEGARON AL SEMINARIO Juan Carlos López, 18 años, primer curso, pertenece a la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores del Puerto de la Torre. «Tras pasar por una vida de parroquia colaborando en todo lo que fuese necesario con mis dos párrocos, José Emilio y Antonio, grandes ejemplos de servicio y entrega al servicio del pueblo de Dios, decidí entrar al Seminario Menor de Málaga, buscando respuestas a las inquietudes que me abordaban sobre la vocación al sacerdocio. Decidí comenzar este camino con mucha felicidad y disponibilidad para servir a la Iglesia como decía San Manuel: “De balde y con todo lo nuestro”». Cristian Carrasco, 19 años, segundo curso, pertenece a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Fuengirola. «Mi vocación empezó un día cuando mis padres me trajeron un escapulario y fuimos con tan solo seis años a bendecirlo a la que es la parroquia que me vio crecer en la fe, la del Carmen de Fuengirola. Allí conocí a mi antiguo párroco, Damián Ramírez Lozano, que me invitó a participar un domingo en la Eucaristía, como monaguillo. Fui otro domingo y otro, hasta que empecé a ir todos los días y, desde ese momento, la Eucaristía se hizo para mí imprescindible. El testimonio de mi párroco me hizo replantearme si mi verdadera vocación estaba en ser sacerdote, en ser otro Jesús en la Tierra. Iba a los encuentros del Seminario Menor y a los encuentros del CDV (Curso de Discernimiento Vocacional). Han sido muchas las oraciones ante el Sagrario, han sido muchas las personas que he conocido durante todo este tiempo y que me han hecho conocer a ese Jesús de Nazaret que me hace tan feliz y que le da sentido a toda mi vida. A día de hoy, le doy gracias por mi familia, por el testimonio de Damián y por regalarme a su Madre, ya que han sido los tres pilares fundamentales causantes de que hoy día esté en el Seminario Diocesano de Málaga». José Francisco Fernández, 28 años, segundo curso, pertenece a la parroquia de Cristo Resucitado, en Torremolinos. «La verdad es que no sé muy bien cuándo me pregunté por primera vez por esto de ser sacerdote, pero lo que sí es cierto es que mis planes iniciales eran otros. Estudié la carrera de Ingeniería Informática, acabé haciendo un máster y me puse a trabajar. Es cierto que, en todo este tiempo estaba la pregunta constante de si Dios me estaba llamando para ser sacerdote y cuanto más me involucraba en la parroquia y más compartía mi fe con otros grupos de jóvenes en los que participaba, iba viendo que el Señor lo que me pedía era una entrega cada vez mayor. Así que, me lancé, decidí dar el paso y dejar todo lo demás. Aquí estoy, muy feliz de seguir al Señor en esta aventura que, desde luego, es apasionante». José Ignacio Postigo, 23 años, segundo curso, pertenece a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en Fuengirola. «Mi vocación, en parte, viene del mundo cofrade. Soy hermano de una Hermandad cuya titular es la Virgen en su advocación del Rosario y el pertenecer a esta Cofradía me acercó a María para conocer su figura y a los sacramentos. También fue esencial la figura de mi párroco, un hombre bueno y entregado a su feligresía. Me fui dando cuenta de que Jesús me llamaba a seguirlo como pastor, como sacerdote de la Iglesia, al igual que lo hacía mi cura. También destaco muchos momentos de oración frente al Sagrario, donde fui notando ese amor por Dios, ese amor de entrega y servicio a la Iglesia». Antonio del Río, 35 años, segundo curso, natural de Pujerra (Ronda). «Aunque soy de Pujerra, un pueblo de Ronda, he vivido siempre en Marbella y mi parroquia es la del Cristo del Calvario. Mi vocación al sacerdocio comenzó desde niño, pero realmente me empecé a planteármelo haces unos años al calor de mi parroquia. Primero, desde la capilla de adoración al Santísimo y después, poco a poco, en la vida diaria de la parroquia, sobre todo, desde Cáritas, donde era voluntario. Esto me permitió conocer más de cerca la necesidad que tiene la gente de Dios y lo vital que es que se encuentren con Él. También fue importante para mí el ejemplo de mi párroco D. Rafael. Su entrega y su trabajo al Señor y a la Iglesia. Con esto, un día decidí dejar mi trabajo que tenía en el hospital, desde hace años, y donde era feliz; para empezar esta nueva vida junto al Señor, al servicio de la Iglesia y de la gente. Javier Villanueva, 21 años, segundo curso, pertenece a la parroquia de San Cristóbal de Ronda. «Soy de Ronda, de la parroquia de San Cristóbal y mi vocación nace, como la de muchos, ayudando en Misa como monaguillo. Cuando tenía 4 ó 5 años, empecé a asistir a Misa con el que fue mi párroco, D. Alonso Ros, al que quiero muchísimo y le debo tanto. Después de unos años me fui a estudiar a Sevilla, allí hice el Bachillerato e inicié la carrera de Teología, donde me fui planteando más en serio la vocación. Después de un discernimiento con los párrocos que me han ido acompañando decidí entrar al Seminario Mayor de Málaga, donde estoy muy contento y con ganas de seguir adelante». Feliciano Nsue, 29 años, segundo curso, natural de Guinea Ecuatorial. «Soy Feliciano, seminarista de Guinea-Ecuatorial, un país situado en el ecuador del continente africano. Empecé siendo monaguillo y, en 2008, entré en el pre-Seminario. En 2012 entré en el Seminario Menor Pablo VI de Ebebiyín. Al terminar el Bachillerato elemental hice tres años de discernimiento vocacional y entré al Seminario Mayor Interdiocesano “La Purísima” de Bata, en Guinea Ecuatorial. Al terminar el ciclo de Filosofía y, por la gracia de Dios y la ayuda del Obispo, llegué aquí, al Seminario de Málaga para continuar los estudios teológicos. Estoy muy satisfecho por todo». Daniel Gutiérrez, 21 años, cuarto curso, natural de Vélez-Málaga. «Mi vocación a la vida sacerdotal no tiene un momento concreto de inicio, sino que es algo que siempre ha estado presente en mi vida. Fue mi abuela la que, de pequeño, me acercó al Señor en las catequesis para recibir la comunión. Me lo pasaba muy bien aprendiendo sobre el Señor pero después de recibir por primera vez la comunión dejé de asistir a la parroquia, hasta 2013, que falleció mi abuela y volví para rezar por ella. Descubrí una Iglesia que es alegría y que ama todo. Me llamaba la atención la vida del párroco que se daba a los demás siempre con una sonrisa. En 2014 descubrí el Seminario Menor y, poco a poco, vi que el Señor me llamaba a seguirle más de cerca. Aunque a mi familia no le hizo mucha gracia, en 2017, al terminar Selectividad, di el paso de entrar al Seminario Mayor. A día de hoy estoy muy feliz de seguir al Señor por este camino y Él también ha conseguido que mi familia lo lleve mejor». Álvaro López, 26 años, cuarto curso, pertenece a la parroquia de la Santísima Trinidad, en Málaga. «Fue con 15 años cuando empecé a a formar parte de las cofradías y de la asociación Misioneros de la Esperanza (MIES). Con 18 años recibí la comunión y la confirmación, ya que no lo había hecho de pequeño. A partir de ahí, mi vida era la de un muchacho normal, en la Facultad estudiando y, sobre todo, en la Cofradía de la Santa Cruz, sobre todo en la tarea de caridad. En el apostolado, con los niños y jóvenes, fui descubriendo que el Señor me llamaba a algo más. El Señor me pedía que entregara todo y me diera por Él. Así fue que, poco a poco, descubrí mi vocación». José Ramón Ordiz, 31 años, cuarto curso, natural de Oviedo. «Estaba cansado de mi vida laboral en Asturias, vi una oportunidad y me vine a Granada hace un año. Trabajé pero, por la pandemia, todo se fue al traste. Me vine a Málaga y, estando aquí, vino mi compañero Jaime, el cual me hizo pensar con una frase que me dijo: “por muy lejos que te vayas, el Señor siempre te va a encontrar”. Entonces, me animé a hablar con el rector del Seminario de Málaga y fue tan sencillo como hablar, ponerte en las manos de Dios y ya. Desde pequeño siempre rondó mi cabeza la vocación sacerdotal pero, en la sociedad actual te alejas, te mundanizas, vas rechazando esa idea. Pero, es tan fácil como dejarse en las manos de Dios». Aaron Benzaquen, 29 años, quinto curso, pertenece a la parroquia de Santo Domingo, en Málaga. «Mi vocación fue todo un proceso. Yo no recibí el bautismo de pequeño, sino a los 17 años, momento en el que me inserté en una parroquia. En ella me comprometí en diversas tareas y voluntariados y fui descubriendo que el Señor me llamaba a ser sacerdote. Al principio uno lo vive con miedo y, justo al acabar los estudios en Historia del Arte me decidí. Después de hablar con los formadores me decidí a solicitar la entrada en el Seminario, con 24 años, y aquí estoy, ya en quinto curso y muy feliz». Juan Manuel Caracuel, 25 años, quinto curso, pertenece a la parroquia de la Encarnación, en Marbella. «Aunque siempre he vivido en una familia cristiana, he de decir que no especialmente practicante. Realmente, mi contacto con el Señor, mi encuentro con Él, llegó con las cofradías. A través de ellas me acerqué a mi parroquia y allí me encontré con el amor que la gente le tiene al Señor. También mediante la liturgia, en el trabajo con mis compañeros acólitos en el altar, en servir al Señor. Eso me permite fijar los ojos en la vida y en la felicidad que mi cura muestra. Me hace cuestionarme y comenzar un proceso de discernimiento sobre mi vocación para poder decirle que sí. Ahora me encuentro a las puertas de decir el gran sí al Señor y que me envíe; y así ser feliz donde Él quiera». Jaime Díaz, 25 años, quinto curso, natural de Asturias. «Vengo de Asturias, me siento muy indigno de esta llamada. Sé que es la Providencia la que me ha traído hasta aquí. Siempre me he sentido muy dichoso, porque desde pequeño me he sentido muy amado por Dios y he tenido la suerte de conocer el don de la fe. Siento que tengo que compartir el amor por las personas y la fe». Eduardo Muñoz, 23 años, quinto curso, pertenece a la parroquia de Santa Ana, en Manilva. «Mi vocación nace en mi parroquia de Santa Ana de Manilva, mi pueblo. Allí, desde muy pequeño, fui monaguillo y ayudaba y participaba en todo lo que podía. Nunca me planteé mi vocación al sacerdocio hasta que un día llegó un seminarista a darnos su testimonio y hablarnos del Seminario. Esto me hizo pensar y plantearme muchas cosas y me ayudó a ponerme delante del Señor y preguntarle: “Señor, ¿Tú qué quieres de mí?”. Con esto fui descubriendo que el Señor me pedía algo más, que diera un paso. Decidí dejarlo todo, dejar la carrera que estaba estudiando y decirle sí al Señor». Rafael López , 31 años, quinto curso, natural de Granada. «Mi vocación hunde sus raíces en mi niñez, pero con la adolescencia eso que sentía lo aparqué a un lado El Señor siempre se vale de medios y acciones para volver, entonces sentí que el Señor me volvía a llamar con 18 años, tras un accidente. Sentí que me amaba y quería que me entregase a los demás. En ese tiempo, en el que fui discerniendo más, gracias a mi director espiritual, qué es lo que Dios quería de mí. Hice un módulo de Hostelería y Turismo y cursé la carrera de Historia. Por avatares de la vida, mi director espiritual me presentó en el Seminario de Málaga, y aquí estoy». Santiago Bremerman, 28 años, quinto curso, natural de Alameda. «Mi vocación nació aquí en el Seminario de Málaga en un encuentro que hubo, llamado “Venid y lo veréis”, en el que yo vine con mi grupo de jóvenes, del que era catequista. Vine como a una convivencia más sin saber que el Señor me estaba esperando. Tras esa llamada, en la que me hice muchas preguntas, empecé a hacer el Curso de Discernimiento Vocacional (CDV) que mi párroco me aconsejó. Tras unos meses duros de discernimiento, decidí entrar al Seminario en el año 2016. Nunca me quise quedar con la duda, por eso di el paso. Fueron pasando los años y, hoy, en quinto, estoy contento, haciendo un discernimiento profundo para ver si realmente el Señor me está llamando al sacerdocio». Augusto Trujillo, 42 años, año de formación sacerdotal, pertenece a la parroquia de San Gabriel. «Desde hacía mucho tiempo tenía esta idea dándome vueltas en la cabeza, pero el paso definitivo lo di por motivos familiares. Falleció mi padre y, a pesar del dolor, comprendí que era ley de vida y que el tiempo pasa más rápido de lo que pensamos. Me replanteé con seriedad y con madurez cuál era mi vocación, hablé con el rector del Seminario y participé en el Curso de Discernimiento Vocacional. Y aquí estoy». Fernando Eningo, 26 años, seminarista diácono colaborando en la parroquia de San Isidro Labrador, en Cártama Estación, natural de Guinea Ecuatorial. «Mi experiencia vocacional viene, principalmente, de mi casa y de mi abuela, que nos enseñó el camino de la Iglesia. Nos ayudó a ver ese lugar como una casa a la que nosotros también pertenecemos. Más tarde, a través de los grupos parroquiales y del discernimiento que me hacía mi párroco, al que planteaba, constantemente, mi inquietud: el seguimiento de Jesucristo, a través del sacerdocio. Gracias a él, conocí el Seminario Menor al que me incorporé. Allí encontré jóvenes con la misma inquietud que yo. A raíz de eso, decidí tomar las riendas y dejarme hacer por el Señor»