NoticiaEntrevistas #10de10 «En los hospitales, hay mucho santo de la puerta de al lado» Publicado: 19/04/2020: 38230 Miguel Ángel Criado es el párroco de El Salvador, en Málaga. En este tiempo de pandemia se ha unido al equipo de sacerdotes voluntarios para potenciar la atención religiosa que vienen prestando los capellanes en los hospitales. Aquí puede escuchar la entrevista emitida en Cope Málaga ¿Qué presencia tiene en estos momentos de pandemia la Iglesia de Málaga en los hospitales? En primer lugar, me gustaría reconocer el servicio que hacen los capellanes ordinarios durante todo el año en los hospitales de Málaga y su provincia. Se trata de un servicio que viene realizando la Iglesia de Málaga durante décadas de una forma regulada, aunque el servicio y la atención a los enfermos está en el corazón del Evangelio y de la tarea que la Iglesia viene realizando desde siempre. Es una tarea a veces desconocida por los mismos católicos que, sin embargo, hace mucho bien tanto a los enfermos como a sus familiares cuando les toca estar un período largo en un hospital. En Málaga, además de los hospitales privados que se atienden a pesar de no tener una atención regulada, este servicio se ofrece en todos los hospitales públicos de Málaga como el Clínico, Carlos de Haya, Hospital Civil, Materno, así como en todos los hospitales comarcales de la provincia como el hospital de Vélez, Antequera, Ronda o Marbella. Seguro que me dejo alguno atrás. En estos momentos inéditos y excepcionales que nos está tocando vivir a todos, animados por el papa Francisco, con el visto bueno de nuestro Obispo Jesús y coordinados por el Vicario Gabriel Leal, a los sacerdotes que ya realizaban esta labor, nos hemos sumado un grupo en la ciudad de Málaga. Aunque también tenemos constancia de muchos otros sacerdotes que se han ofrecido, empezando por los mayores que, por ser personas de riesgo no han podido sumarse a esta tarea. En estos momentos hay cuatro sacerdotes en el Clínico, cinco en Carlos de Haya, dos en la CHIP, uno en el Materno, uno en el Hospital Civil, dos en la Quirón, uno en el Ángel y uno en el Parque San Antonio. Además, hay dos sacerdotes más en el Colegio Mayor Arunda que se ha preparado para los ancianos que estaban en residencias de ancianos y que han dado positivo. ¿Cuál es vuestra misión como capellanes extraordinarios en los hospitales durante la pandemia? El humilde servicio que realizamos yo lo resumiría en tres palabras: acompañar, consolar y humanizar. Este mismo es el oficio del Resucitado en el tiempo de la Pascua: acompañar, consolar y humanizar cualquier situación de la vida. Normalmente nos ofrecemos a todos los enfermos, especialmente los enfermos infectados por el Covid-19, sean creyentes o no. En el único sitio donde no entramos es en la UCI. A pesar de que la mayoría de los pacientes suelen tener teléfono y desde los hospitales se están facilitando tabletas para poder hablar y comunicarse con sus familiares, los enfermos pasan muchas horas solos. La incertidumbre, el miedo y la desesperanza al no saber qué va a pasar con sus vidas, muchas veces se apodera de su corazón y su mente. Nuestra tarea, como digo, es acompañar. A los que no son creyentes les ofrecemos la escucha atenta y el diálogo. Normalmente, suelen abrir su corazón y comparten sus inquietudes y su preocupación por su familia. A los que son creyentes, además del diálogo y la escucha, les ofrecemos poder recibir la Eucaristía, la Unción y la Confesión. Es impresionante constatar el consuelo que reciben de Dios que les visita y les regala su Paz. Es muy importante atender al ser humano en su integridad, y una dimensión fundamental de todo ser humano es su dimensión espiritual y su apertura a lo transcendente. En definitiva, se trata de tender la mano para que abran su corazón. Algunos saben que su situación de salud no es buena y posiblemente mueran. Para nosotros es muy importante que puedan hacerlo reconciliados y en paz. Creemos que este servicio dignifica a la persona. Unos gracias a Dios, se incorporarán a su vida ordinaria. Otros pasarán a la vida de Dios, pero con la dignidad y la atención que se merecen por parte de la Iglesia. También está siendo importante el acompañamiento de las familias de los enfermos. No llegamos a todos ni tenemos los teléfonos de todos. Pero tratamos de establecer una relación con aquellos que nos llaman solicitando asistencia religiosa para sus seres queridos. Quisiera también aprovechar esta ocasión para valorar, una vez más, el trabajo que realizan los sanitarios: médicos, enfermeros, auxiliares, personal de limpieza, administrativos, técnicos y un largo etcétera. Lo están dando todo. Agradecerles desde aquí su labor y todas las facilidades que nos han dado para poder llegar a los enfermos. Gracias de corazón. ¿Qué está significando esta experiencia para ti? Está siendo una experiencia de trabajo en equipo. Los compañeros sacerdotes nos acompañamos y también nos desahogamos. A veces nos toca acompañar en situaciones que te desbordan y es muy importante canalizar las emociones y el dolor que palpas. Llorar en ocasiones ayuda mucho, además de compartir lo que vives con los compañeros. Para mí, está siendo un revulsivo en muchos aspectos. Por un lado, te sientes muy vulnerable, con mucha impotencia, ante tanto dolor. Sobre todo, cuando nos ha tocado acompañar algún enfermo hasta morir. En esos momentos el Señor te da la capacidad para abandonarte en sus manos y confiarte a Él, y reconocer que solo Dios puede hacer lo que no podemos hacer nosotros ni tampoco los médicos. Por otro lado, me he sentido muy reconfortado y cuestionado por el testimonio de muchos enfermos y sanitarios. El Señor nos ha permitido ser testigos de cómo Él va trabajando en las personas. Él siempre va delante. Como suele decir el papa Francisco, hay mucho santo de la puerta de al lado. Personas enfermas que expresan su absoluta confianza y abandono en Dios. Personas que, desde la enfermedad, se olvidan de ellos mismos para orar por los demás enfermos. Sanitarios que, agotados, casi sin fuerzas, arriesgan su vida para dar vida. Te aseguro Encarni, que esta semana Santa y que los oficios de este año no se nos olvidarán a todos los que estamos haciendo este servicio. Os invito a seguir rezando por los enfermos y sanitarios, por los que han fallecido y fallecerán, por las familias de los que han fallecido y no han podido despedirse de sus seres queridos. ¿Qué necesitan, qué esperan, los enfermos y el personal sanitario de vosotros? Creo que son ellos los que deberían responder a esta pregunta. Dicho esto, esperan el consuelo del Señor. Son muchos los que muestran su agradecimiento. Suelen decirnos expresiones como estas: ¡Gracias por traernos al Señor!, ¡Para mí es un consuelo!, ¡No sabe la paz que siento ahora!, ¡Sé que no estoy solo, el Señor va conmigo! O simplemente: ¡Gracias! Algunos, después de salir de la UCI, viven este momento como un tiempo de prórroga que el Señor les ha dado. Un tiempo de gracia para ahora centrarse en las cosas importantes de la vida e ir cogidos de la mano de Dios. Creo que, además, demandan una oreja grande para escucharlos, diálogo y confidencia para expresar lo que llevan y están viviendo en el corazón. Respecto a los sanitarios, nuestra sorpresa ha sido grande. Hemos encontrado mucho calor en ellos. Algunos nos buscan para desahogarse. Las primeras semanas han sido muy difíciles y tensas para ellos ante lo desconocido. En ocasiones la falta de material, de los famosos EPIS (equipos de protección individual), ha acentuado el miedo a contagiar a sus familias. Han sido y están siendo muy valientes. También ha habido un grupo de médicos y enfermeras que nos ha pedido la Eucaristía. Nos decían: “¡En estos momentos necesitamos al Señor!”. Y algunos también nos han pedido la confesión. Ante la soledad, la enfermedad, el dolor, la muerte ¿tiene la fe una respuesta? Por supuesto que tiene una respuesta. Una de las características más importantes de la fe es la capacidad que tiene por sí misma de iluminar toda la existencia humana. En la homilía de la Vigilia Pascual, el papa Francisco decía que «la victoria de Cristo con su Resurrección no pasa por encima del sufrimiento y de la muerte, sino que la traspasa» abriendo una vida nueva para toda la humanidad y el camino para los cielos nuevos y la vida nueva. El acontecimiento de la encarnación, pasión y muerte del Señor implica que Jesús ha querido experimentar sobre su carne todo lo que nosotros hemos de vivir: la debilidad, la incomprensión, la soledad, el sufrimiento y e incluso la muerte, para ser vencidas con su Resurrección. Y para que cuando nos toque pasar por ellas, por un lado, sepamos que no estamos solos, que Él está con nosotros, y por otro lado, para indicarnos el modo como hemos de vivir cada uno de estos acontecimientos, desde la confianza y la esperanza plena en Dios. Es importante saber que Dios no calla ante el dolor y la muerte del inocente, sino que habla y su palabra definitiva es la Resurrección. Además, la fe, posee un componente sanador y terapéutico muy importante. La fe siempre aporta consuelo, paz, valor, esperanza y confianza, pero especialmente lo hace a la hora de morir. No es lo mismo morir sabiéndote amado y querido por Dios y sabiendo que es un paso, un trance, hacia la vida plena en el Dios de la Vida, que morir sin saber qué va a suceder.