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Via Crucis del enfermo de Coronavirus

Publicado: 22/03/2020: 33668

Existe un paralelismo sorprendente entre el camino a la cruz de Cristo y el de millares de personas que enferman de Covid-19 con resultado de muerte.

“Como Cristo pasó por la prueba del dolor, ahora puede auxiliar a los que hoy pasan por la misma prueba” (Hb 2, 18)

INTRODUCCIÓN

En ocasiones, nos resistimos a creer en lo que no vemos; se nos escapa y pensamos que si lo negamos ya no existe y no puede interpelarnos. Evidentemente, eso no es así. En estos días, ocurre todo lo contrario: nos sentimos atacados por un enemigo invisible y surge la tentación de pensar que no lo podemos vencer.

Eso tampoco es así. Si es tan importante ponerse mascarilla, reducir el desplazamiento, quedarse en casa o reducir aforo, es porque muchos de nosotros podemos estar infectados sin enfermar y podemos contagiar sin saberlo. El coronavirus es, eso sí, muy contagioso. En sus diferentes variantes podemos contraer la enfermedad. La gran mayoría de casos se tratan en la propia casa, sin necesidad de pasar por el hospital. Algunos necesitan cuidado hospitalario y de esos unos pocos requieren respirador. También se curan la mayoría de ellos. Necesitarán tiempo y cuidados, pero nuestros sanitarios se crecen en las dificultades y no escatiman esfuerzos.  Finalmente algunos fallecen. A estos últimos, a modo de despedida, dedicamos esta oración en la que iremos viendo cómo se configura su dolor con el dolor de la pasión y muerte de nuestro amado Jesús.

ORACIÓN

Señor: bajo la mirada amorosa de nuestra madre la Virgen de la Victoria y como Simón de Cirene queremos acompañarte en tu camino a la cruz, por el camino del dolor. Deseamos ofrecerte nuestro corazón contrito.  Sabemos que nos quieres y que te haces cercano a nosotros en el dolor. Que tu cruz, símbolo de vida nueva, que une como en un abrazo la tierra y el cielo, ilumine la vida de quien más sufre. Queremos acompañarte en el recorrido de tu dolor  junto a los enfermos de Covid-19.

PRIMERA ESTACIÓN.  JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 22-23.26

Pilato preguntó de nuevo: «¿Y qué hago entonces con Jesús, el llamado el Mesías?».  Respondieron todos: «¡Crucifícalo!». Él les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Crucifícalo!».  Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Meditación. Jesús fue condenado a muerte y hay quien, al ser diagnosticado positivo de Covid-19 sabe que se enfrenta probablemente, si es grupo de alto riesgo, a su muerte.  En el caso de Cristo, él asumió voluntariamente su condena a muerte, por coherencia de vida al saberse en manos del Padre. Deseaba cumplir la voluntad de Dios.  En el caso del enfermo, estamos ante otra historia.  Como tantas que nos vienen sin preguntar. 

De pronto, un día, empieza a toser, tiene fiebre, le cuesta respirar, se encuentra mal. Sus síntomas coinciden con los que nos recuerdan todos los días. Llega el miedo. Intenta llamar a los teléfonos de atención. Parece que tarda una eternidad en poder contactar. Más inquietud. Efectivamente, su caso es de alta sospecha, así que le harán la prueba para confirmar el diagnóstico. El mundo se hunde bajo sus pies.

Es el momento de asumir el sufrimiento, de asociarse al sufrimiento redentor de Cristo.  Es la hora de asumir lo que se vive desde una lectura creyente de la realidad.  Sabiendo que en todo momento, tanto en la salud como en la enfermedad, estamos llamados a cumplir la voluntad de Dios porque en Dios somos, nos movemos y existimos.

Oración. Señor fortalece a los enfermos que son diagnosticados de Coronavirus.  Dales fuerza.  Ayúdalos en lo que necesiten.  Y a sus familiares y amigos fortalécelos con la potencia que ofrece la caridad y la esperanza.

SEGUNDA ESTACIÓN.  JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
Lectura del Evangelio según San Mateo 15, 20

Tras burlarse de él, le quitaron el manto de púrpura, lo vistieron con sus ropas y lo sacaron para crucificarlo.

Meditación. Jesús cargó con su cruz para cumplir la voluntad de Dios. El enfermo cargará con su cruz, una cruz inesperada.  Recibe el resultado que confirma el diagnóstico. 

Es obligado al aislamiento domiciliario. Ha de tomarse la temperatura y observar los síntomas. Ya no le tocará ningún familiar; ni besos, ni abrazos, ni un apretón de manos, ni un roce, nada. Y para hablarle, habrán de hacerlo a distancia; dos metros como mínimo y con mascarilla. Su aliento trasmite muerte. No puedes evitar preguntarte: ¿Por qué?

La vida hay que asumirla como viene: mientras unos viven confinados permanentemente en sus hogares y otros salen a trabajar el enfermo asume su cruz, quizá no sin rebeldía.  No es fácil beber el cáliz del dolor.   

Oración. Señor ayuda a quien es diagnosticado de coronavirus.  Ayúdalo a asumir la cruz del dolor, del sufrimiento, del desconcierto.  Enséñalo a transitar por ese momento asumiendo el dolor y convirtiéndolo en oración, en sacrificio agradable a ti.

TERCERA ESTACIÓN.  JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Lectura del profeta Isaías 53,4.

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

Meditación. Jesús cayó cargando la cruz y el enfermo con sintomatología también caerá en el camino de la vida.  Se sentirá débil, sentirá miedo, sentirá incertidumbre.  Atrás queda una vida vivida como supo y pudo; delante toda una cuesta arriba en medio del agotamiento, la fiebre, las dificultades respiratorias…

Aun está en casa, es un aislamiento amable, pero teme por su familia. Además, cada momento que pasa está peor, la fiebre ya no cede y el cansancio es más acusado. Apenas tiene fuerzas para articular alguna palabra. Necesita cuidado hospitalario. Le trasladarán. La angustia se acrecienta. Caerá en ese trayecto pero se levantará, intentará animarse, tomará impulso.

Oración. Señor, protege a quienes se sienten bajo el yugo del dolor. Quien cae en el camino de la vida por la enfermedad.  Alívialo en su sufrimiento, en su cansancio, en su falta de aliento. Señor, tu que caíste bajo el peso de la cruz, muestra a los enfermos graves que tras el camino de la cruz, llegará la resurrección.


CUARTA ESTACIÓN. JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Lectura del Evangelio según San Lucas 2, 34-35.51

Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: «Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Meditación. Jesús camino del Calvario se encontró con su madre, corazones desgarrados unidos entre sí: el del Hijo y el de la Madre.  ¡Qué dolor! Pero cuánto consuelo.  Pareciera que Cristo cargando con la cruz, aún en esos momentos críticos de su vida, todavía tiene fuerza para consolar a la madre, tiene fuerza temblorosa por el peso de la cruz para abrazarla mientras ella intenta acariciar el rostro de su Hijo.

Se cruzan las miradas del enfermo y los familiares, estos están atentos, los siente cerca, aunque no pueda estrecharlos en esta despedida. Partirá al hospital sintiendo el apoyo y la unión de su familia; es bálsamo sanador que le ayudará a afrontar esta dura situación y que cura más que otra medicación. El enfermo experimenta hálito de vida para abrazar con todo el corazón, en distancia estremecedora, a quienes ama.

Oración. Señor, ayuda y consuela a quien sufre y experimenta en su cuerpo la enfermedad.  Protege a sus familiares y amigos.  Que el amor que se profesan sea medicina que alivie sus dolores y miedos; que la unión que experimentan, aunque no puedan verse, sea fortaleza en su enfermedad.

QUINTA ESTACIÓN.  EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
Lectura del Evangelio según San Marcos 15, 21-22

Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota, que quiere decir lugar de «La Calavera».

Meditación. Jesús recibió la ayuda de un desconocido en su camino a la cruz.  Simón de Cirene, apareció de la nada, no conocía a Jesús. Sin embargo, de aquel encuentro involuntario nacería la fe: Simón, el padre de Alejando y Rufo, era conocido por la comunidad cristiana a la que Marcos escribe. Cuando llega al hospital, se hace tantas preguntas que no atina a formular ninguna. Sentimientos absolutamente contradictorios se suceden en una cascada infinita que no acierta a serenar. Predomina el sentimiento de soledad, pero también confianza y esperanza. Ciertamente, le cuidan desconocidos, pero lo hacen con cariño y eficiencia. Y siente alivio simplemente con su presencia.   Hoy igual que ayer también el enfermo de coronavirus sentirá la ayuda de personas que no conoce y que le ayudarán, especialmente personal sanitario, esas personas formarán parte de su nueva familia; son personas que no olvidará porque le ayudaron a llevar la cruz de la enfermedad, a hacerla más llevadera.

Oración . Señor, enséñanos a ser cirineos; a llevar la cruz de nuestros hermanos.  A ofrecer nuestra ayuda, a ser protagonistas de nuestra historia desde el ejercicio de la caridad.  Tú mejor que nadie sabes cuánto alivio se puede sentir si alguien, cuando estás extenuado, te ayuda.  Enséñanos a ser pacientes y diligentes cuando tengamos que salir de la sombra de la Historia para ayudar a quien nos necesita.

SEXTA ESTACIÓN.  LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Lectura del profeta Isaías 53,2-3

Sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, despreciado y desestimado.

Meditación. Cuenta la tradición que el rostro de Cristo lo limpió Verónica, que en medio de su dolor inenarrable encontró consuelo en el gesto tierno y sincero de aquella mujer. En unas horas, se establecen hermosos vínculos fraternos entre el personal sanitario y el enfermo de coronavirus. A veces es un simple saludo desde el quicio de tu puerta, un ¿cómo vas?, otras veces es necesario tomar una analítica o actualizar un tratamiento. Siempre hay una palabra amable, una de ánimo.  Podría decirse que se pertenecen mutuamente. El enfermo encontrará consuelo en cada gesto de cariño y respeto que reciba de quienes lo atienden; encontrará alivio al ser cuidado por quienes se desviven por él.

Oración. Señor, concédenos la gracia de estar atentos a los demás, de tener gestos de cariño y respeto con quien sufre; enséñanos a crecer en sensibilidad espiritual, a tener pequeños detalles con el enfermo, a saber adelantarnos a sus necesidades.

SÉPTIMA ESTACIÓN.  JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Lectura del profesta Isaías 53,5

Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron

Meditación. Jesús volvió a caer con la cruz camino del monte de la Calavera.  Cansado, extenuado, agotado en sus fuerzas.  En su paso lento cae al suelo, se empotra contra la calzada, como el enfermo que ve agravado su estado: hoy se despierta agitado, le cuesta mucho respirar; tanto, que casi no puede hacerlo, sus fuerzas se debilitan, su cuerpo va agotándose, le cuesta controlar la mirada que empieza a perderse en el infinito. Como en sueños percibe voces, aunque apenas puedes reaccionar a ellas. Necesita un respirador. 

Oración. Señor, con la fuerza de tu gracia estabiliza a los enfermos, confórtalos en su enfermedad, dales el empuje necesario para levantarse y continuar en el camino de la vida.  No permitas que su mirada al infinito sea devorada por la tentación de pensar que no hay un más allá, que tú no los esperas al otro lado de la puerta.  Concédele la gracia de saberse en tus manos y sentir la ayuda de tu gran poder.

OCTAVA ESTACIÓN. JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 27-28

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos».

Meditación. Jesús consoló a las mujeres de Jerusalén camino del Calvario, se encontró con ellas, dialogó con ellas, se dirigió a ellas en medio del cansancio, del agotamiento, del dolor.  Les advierte con cariño, pero de forma taxativa. Recodar a los tuyos da fuerzas para luchar contra la enfermedad. Se añoran, pero sabe que están en casa protegidos.

El enfermo de Covid-19 ha oído que escasean los medios de protección e incluso adivina alguno confeccionado a base de creatividad personal. No puede evitar un pensamiento sobrecogedor: ¿qué será de él de todos, si los sanitarios enferman? Por ellos, por todos les pides encarecidamente que se cuiden. Como Jesús, el enfermo postrado en cama puede advertir también a quienes lo cuidan, a quienes se encuentran con él que se cuiden, que se protejan, que eviten el contacto para evitar ser contagiados o contagiar.

Oración. Señor, enséñanos el gesto y la palabra oportuna.  Concede al enfermo la palabra y el gesto adecuado; que reconozcamos en su experiencia autoridad.  Ayúdanos a concienciarnos entre todos para que entre todos nos cuidemos, nos apoyemos, nos ayudemos.

NOVENA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Lectura de la carta del apóstol Pablo a los Filipenses 2, 6-7

Él, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.


Meditación. Jesús cayó por tercera vez bajo el peso de la cruz.  Camino del Calvario, sin apenas fuerzas, Jesús es derrotado por el peso del madero. Aunque solo hace tres días del ingreso,  parece que el enfermo lleva una eternidad en el hospital. Le flaquean las fuerzas, el hogar  queda lejos y a ratos se desanima. Duda de las posibilidades de remontar. Evoca la risa de los suyos que quiere volver a escuchar. Le duele respirar, pero no se rendirá. El enfermo de Covid19 también sentirá cómo poco a poco, paulatinamente, sus fuerzas van decayendo, cómo va agarrotándose en el tiempo y el espacio… un tiempo que por momentos parece suspendido.

Oración. Señor, conforta a quien cae bajo el peso de la enfermedad; a quien sufre viendo cómo su vida poco a poco va apagándose.  No permitas que ceda al desaliento, no lo dejes caer en la tentación de olvidarte.  Ayúdalo a llevar este camino que atraviesa; que sienta y comprenda que la resurrección es el final del camino de esta vida; que, aunque camine por cañadas oscuras nada tema porque tú vas con él.

DÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Lectura del Evangelio según San  Marcos  15, 24

Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.

Meditación. Jesús fue despojado de sus vestiduras, quedó desnudo frente a todos; frente a todas.  Como el enfermo crítico que se enfrentará a su destino desnudo, sin nada: le trasladan a la UCI. Precisa de respiración asistida. Han de monitorizar todas sus constantes vitales, para asegurar una atención inmediata al más mínimo fallo. La ropa es un estorbo ante cualquier eventualidad. Múltiples elementos le conectan a varios aparatos, porque su cuerpo necesita ahora que la tecnología le ayude a sostener la vida.  Un cuerpo que se expone a la mirada de todos como vino al mundo.  En su desnudez se simboliza la desnudez con la que nos enfrentamos a nuestro destino final: con la verdad. Con lo que somos, hemos vivido y sentido.

Oración. Señor, desnudos vinimos a este mundo y desnudos nos marcharemos de él.  Consuela a quienes en su desnudez se sienten perdidos, abochornados, abandonados.  Hazles descubrir la verdad última del ser: el amor.  Muéstrales que son amados con misericordia, sin reproches, con ternura.  Que sientan que tú los proteges, los sientes tuyos, los amas.


UNDÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 39-43

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».


Meditación.  Cristo fue clavado en la cruz a vista de quien contemplase el sufrimiento de aquel hombre, que afirmó ser el Mesías, el Hijo de Dios. Clavado en la cruz se consuma el martirio, el sacrificio por amor de Cristo. El enfermo postrado en cama también asumirá sus últimos momentos: la respuesta no es buena, el deterioro sigue progresando y algún otro órgano comienza a fallar. Deciden una actuación extrema y le colocan boca abajo, buscando la última oportunidad. Ya nada depende de él: postrado en su cruz sentirá cómo la vida se le va.  El enfermo que en su identidad última se enfrenta a su destino.

Oración. Señor, concede a quien está enfermo hacer de su vida un sacrificio agradable a ti.  Concede a quien pierde la vida sentirse en comunión contigo.  Que su alma se reconcilie contigo, que sienta el consuelo de tu ternura, que cierre el capítulo de su vida en paz.

DUODÉCIMA ESTACIÓN.  JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Lectura del Evangelio según San Mateo 15, 33-39

Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo». Entonces Jesús, dando un grito, expiró. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!».

Meditación. Cristo murió solo, aunque a una distancia alcanzable solamente por el amor estaba su madre; hubo un antes y un después de la muerte redentora en la soledad más grande jamás soñada.  Al menos, en la soledad sentida más absoluta y trascendente.  “¿Dios mío, porqué me has abandonado? ¿por qué no escuchas mis gritos y me salvas? (Salm 22,2)” gritó el Nazareno en la cruz.

El enfermo de Covid 19 está llegando al final de este camino. Ahora sí, comprende que no queda ningún esfuerzo por hacer, ni por su parte ni por los que le cuidan que, hasta el último momento, han luchado por su vida. Ahora sí, ha soltado todas las ataduras. Sólo queda el amor, el de los suyos hacia él desde la distancia y el suyo hacia todos. Ahora sí, las constantes se paran. El abandono es absoluto. Caen derrotadas las manos de los sanitarios, esta vez no han podido vencer a la muerte.

Oración.  Señor, consuela a quien muere solo.  A quien en la soledad más absoluta de la cama del hospital siente como la vida se le va. Concédele la libertad verdadera, alójalo en tu paraíso.  Señor, tú que eres Buen Pastor, cuéntalo entre tus ovejas, agrégalo al número de tus elegidos. Que  pueda contemplarte cara a cara a ti, su redentor; que goce de tu visión.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN. JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Lectura del Evangelio según San Marcos 15,42-43.46a

Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana.

Meditación. Jesús es descolgado de la cruz en el silencio y sobriedad más cruda.  Todo el sufrimiento ha terminado.  Dios no quiere el sufrimiento, está en el sufrimiento. Solo José de Arimatea y unas cuantas personas más están en el momento crítico de descender el cadáver de Cristo de la cruz. Como las personas que se encargan de las complicadas actuaciones que se requieren para tratar el cadáver de un enfermo de Covid 19; un cadáver altamente contagioso: sanitarios, auxiliares, miembros de la funeraria… Han de asegurarse de que el traslado sea seguro, y también, de que se realice con toda dignidad.

Oración. Señor, conforta a la familia que ha perdido a un ser querido y en el momento del fallecimiento ni ha podido estar cerca de él.  Que tu madre María, que sí tuvo el privilegio de estar cerca de tu cadáver a la hora nona auxilie a los familiares que han perdido a sus seres queridos, que sientan la protección y reciedumbre de Santa María de la Victoria.


DECIMOCUARTA ESTACION.  JESÚS ES DEPOSITADO EN EL SEPULCRO
Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 59-60

José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.

Meditación.  El cadáver de Jesús fue depositado en el sepulcro sin estrenar de José de Arimatea y mientras José sella la tumba de Jesús, Cristo desciende a los infiernos y abre sus puertas de par en par. Lo que la Iglesia occidental llama «descenso a los infiernos», la Iglesia oriental lo celebra ya como Anástasis, es decir, «Resurrección». Así es como las Iglesias hermanas comunican al hombre y a la mujer de hoy la plena verdad de este único misterio: «Esto dice el Señor Dios: "Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío. Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis"» (Ez 37,12.14).

Si es posible le incinerarán con premura, o quizás si los servicios funerarios se desbordan, deberá permanecer algunos días en la morgue. En ningún caso, sus familiares podrán velarle. Eso aumenta su dolor. Miles de plegarias brotan de sus corazones y de todos los creyentes que sabemos de tanto dolor.  Sin embargo, su vida no ha terminado, solo ha traspasado la puerta de la eternidad. Ahora se ha transformado. Vive en Dios, en él es y existe.

Oración. Señor, concédenos desde la humildad, acariciar el misterio de la plenitud, de la vida eterna.  Concédenos transcender este puñado de horas que vivimos en la tierra para saber que en ti somos, nos movemos y existimos.

Este viacrucis ha sido elaborado con la colaboración de personal sanitario que está entregando su vida en estos momentos de pandemia mundial

 

 

 

Rafael J. Pérez Pallarés

Rafael J. Pérez Pallarés es sacerdote diocesano y Delegado Diocesano de Medios de Comunicación. Todas las mañanas presenta y dirige el programa de Canal Sur Radio y Radio Andalucía Información “Palabras para la vida”, un programa fruto de los acuerdos entre RTVA y los obispos andaluces.

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