El martes día 3 de mayo la cruz y el icono llegaron a la Axarquía poco después de las nueve de la mañana. A las diez, en la parroquia San Antonio de Padua, comenzó una celebración con unos cien chavales de instituto, y alguna gente de la parroquia y universitarios, en la que se dejó un tiempo amplio para que los jóvenes adoraran la cruz. Luego, En el salón de actos del hospital comarcal de la Axarquía, un numeroso grupo de enfermos, cuidadores y trabajadores de la salud tuvieron, a mediodía, una celebración en la que pudieron adorar la cruz, símbolo especial, en este lugar, del dolor y de la esperanza de la humanidad, transformados por la muerte y resurrección de Cristo. Fue un momento especialmente profundo, sencillo y emotivo, que culminó con el beso de la cruz.

Llegaron los dos signos al convento de las Carmelitas de Vélez a la hora del almuerzo, y se dejó un tiempo, hasta las seis de la tarde, de oración y reflexión personal y comunitaria: la comunidad de religiosas oró personalmente ante la Cruz, y luego un grupo de personas compartió otro momento de reflexión y adoración.

A las seis de la tarde, la cruz y eliIcono salieron desde el convento de las Carmelitas rumbo a la parroquia de San Juan. Un millar de personas de toda la Axarquía, con sus párrocos, fueron en procesión gozosa, presidida por el arcipreste de la Axarquía interior, Francisco Sánchez, por las calles de Vélez, meditando las estaciones de la resurrección del Señor: cantos, reflexiones desde las apariciones del Resucitado, bandas de música compartieron el camino en esta profesión pública de fe en el crucificado-resucitado.

A las ocho y media se llegó a la parroquia. Allí hubo dos celebraciones: una vigilia de oración en la que se escenificó el paso de la muerte a la vida que nos enseña la Cruz, y la Eucaristía, presidida por el arcipreste de la Axarquía costa, Andrés Pérez. Aunque se acabó a más de las diez de la noche, un grupo numeroso de los dos arciprestazgos despidió a la cruz y al icono de la Virgen María, que ponían rumbo a Antequera.