NoticiaTestimonios #10de10 «En mis 100 años no he visto nada peor que el Covid-19» Publicado: 06/05/2020: 21400 Josefina García celebró el 6 de mayo su cumpleaños número 100 en el Centro Gerontológico Buen Samaritano. Un siglo de vida cargado de vivencias buenas y malas, algún milagro y muchos momentos de encuentro con Dios. Memoria viva del barrio de la Victoria y de la diócesis, sigue rezando a diario el oficio divino. ¿El secreto de su longevidad? Ella misma nos lo cuenta: «Dios no me ha soltado en la vida» La jornada de su cumpleaños fue un poco especial para Josefina García. Lo primero que recibió fue la felicitación de todos sus compañeros y del personal del Centro Gerontológico Buen Samaritano, junto con un ramo de flores. En el momento de hacer esta entrevista acababa de terminar el rezo de laudes que hace a diario, breviario en mano, con la ayuda de una lupa, y a mediodía compartieron una tarta con el resto de compañeros. «Estoy contenta –remarca– porque voy a poder ver a mi familia, que hace mucho tiempo que no veo, a través del ordenador, así que me da mucha alegría». Afirma estar agradecida a Dios por su salud y por su buena memoria. Entre sus recuerdos, sus inicios en el mercado laboral, trabajando en laboratorios, de enfermera en la Cruz Roja, como auxiliar administrativo de contabilidad, porque estudió en la Escuela de Comercio, y como cuidadora de los hijos de una familia de señores de Málaga hasta que se casó. Pero en todo lo vivido, no recuerda una situación tan complicada como la que estamos viviendo ahora con la crisis del coronavirus: «Nunca había vivido nada tan grande. Después de la guerra, hubo una epidemia del piojo verde que duró algún tiempo; luego también un tifus que se llevó a mucha gente, pero nada tan gordo como esto. Algo tan extendido por todas partes no había ocurrido. He pasado la Guerra Civil, el hambre y las calamidades que pasamos durante la Guerra Mundial, pero lo que estamos pasando ahora, yo creo que es lo peor. Una cosa tan extendida en el mundo no la había visto». La fe es central en su vida: «Dios para mí es todo, si yo no tuviera a Dios en mi vida, no habría llegado a la mitad de los años. Porque en los sufrimientos y en las alegrías está Dios conmigo. No me ha soltado, no me ha soltado en mi vida. Gracias a él estoy aquí». Pertenece a la primera comunidad neocatecumenal de la parroquia de San Antonio de Padua, con la que sigue muy unida: «estoy todo el día rezando, desde que me levanto hasta las 11 de la noche que me tomo la pastilla para dormir. Rezo por todos: por mi familia, por mi comunidad, donde tengo a dos personas que están muy graves y rezo especialmente por ellos». El año pasado celebró con su comunidad su 99 cumpleaños en una Eucaristía en la que participó el obispo D. Ramón Buxarrais que también vive en el centro. Pero habrá que esperar al cumpleaños 101 para repetirlo porque la crisis del coronavirus impide las visitas de fuera. El encuentro con Jesucristo lo vivió de muy joven: «La muerte de mi padre, con 52 años, hizo que me aferrara a Jesucristo. Fue un golpe gordo. Tenía yo entonces 20 años. Luego he pasado por la muerte de mi madre y de todos mis hermanos». También fue clave en su vida un acontecimiento excepcional que le ocurrió tras la muerte de una de las niñas que ella cuidaba. Así lo cuenta ella: «me dio mucha pena que muriera. Aunque yo sabía que estaba con Dios, estaba rezando y llorando y le dije al Señor: "Señor, dame una señal de que está en el cielo". Lo dije casi sin pensar, pero Dios me dio la señal. Al día siguiente, a una figura de la Sagrada Familia que aún conservo aquí en mi mesita de noche, le ocurrió algo extraordinario. Es de una pieza de madera toda ella de color beige. San José, la Virgen y el niño. Y a la mañana siguiente, San José amaneció con una túnica de otro color. Y aquí la tengo para enseñársela a todos. Esto fue un milagro. Dios quiso darme la confianza de que la niña estaba en el cielo. Esto me ha servido a mí en muchos momentos de duda para darme confianza en Dios». ¿Y cuando a ella le toque ir al cielo? «No sé cómo será –afirma– pero sé que algo grande es. Será una felicidad». Con esa confianza en Dios que le dan sus 100 años se marca una próxima meta: «Si vivo dos meses más, podré ver a mis dos próximos biznietos mellizos que están a punto de nacer. Si no, será lo que Dios quiera».