Después de un largo mes que bien ha parecido un año, recuerdo aquellos días en los que inmersos en los preparativos de la Asamblea Diocesana, empezamos a entrever que el decreto de estado de alarma se estaba acercando. Hasta ese momento no había experimentado tal conflicto de emociones, porque aunque creía firmemente en la eficacia de esta medida para frenar la expansión del temido virus, me preocupaban las dramáticas consecuencias que el confinamiento iba a tener en miles de familias. Pensar en las personas que residen en los centros de Cáritas y en su vulnerabilidad también me inquietaba y mucho, porque para todos nosotros son parte esencial de nuestra familia y sentimos por ellos un profundo cariño.

TRABAJO

Desde el principio del confinamiento, trabajo desde casa acompañada de mi familia: mi marido y mis dos hijos pequeños. Y aunque la conciliación laboral y familiar nunca fue tan complicada, he de decir que gracias a su apoyo y a la fuerza que me está aportando la oración en estos momentos tan difíciles, me levanto cada mañana con ilusión, ofreciendo mi esfuerzo y mi trabajo por todas esas personas que están sufriendo, en especial por los más pobres y vulnerables.

La ola de solidaridad y entrega que ha desatado esta crisis, nos está trayendo cada día un sin fin de historias que nos llegan desde las Cáritas parroquiales, nuestros centros, colaboradores, empresas o particulares. Poder contarlas y expresar a través de todos estos gestos que, a pesar de la difícil situación que estamos atravesando #LaCaridadNoCierra, es para mí una gran responsabilidad y, al mismo tiempo, un enorme privilegio.

PASCUA

En esta Pascua tan especial que todos estamos viviendo, en la que tantas personas viven situaciones verdaderamente dolorosas a causa de la enfermedad, el desempleo o la soledad, siento que urge más que nunca anunciar que Cristo ha resucitado y que Él es nuestra esperanza. Jesús se abre paso hoy en medio de la oscuridad para ayudarnos a vencer nuestros miedos y fortalecer nuestra fe.