NoticiaMisión diocesana Juan Manuel Barreiro: «De vuestra ayuda depende nuestra vida» Publicado: 25/04/2022: 11101 Venezuela Por el Día de la Misión Diocesana, la delegación de Misiones y el misionero enviado a Venezuela recuerdan la importancia de seguir apostando por la presencia malagueña en aquel país, donde la Diócesis está desde 1954. La Delegación de Misiones invita a la Eucaristía de acción de gracias en la Catedral el día 28 de mayo a las 18.30 de la tarde, por la beatificación de Paulina Jaricot, fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe (Domund) Málaga sostiene, desde hace más de 65 años, el acompañamiento a la Iglesia en Venezuela. En la actualidad, esa semilla de transformación basada en el Evangelio es más necesaria que nunca, como confirma el único sacerdote diocesano que se encuentra allí en la actualidad: Juan Manuel Barreiro. «A todos mis hermanos y hermanas de la Diócesis de Málaga os digo: Málaga sigue siendo misionera, sigue estando aquí y seguimos contando con todos ustedes. Sepan que rezamos desde aquí por todos ustedes, porque los queremos y les sentimos hermanos y miembros de una misma Iglesia». Desde 1956, esta tierra es atendida, ininterrumpidamente, por la Diócesis de Málaga enviando sacerdotes formados en el seminario diocesano y prestando ayuda económica y espiritual concreta. «El paso de los malagueños, como nos llaman, ha dejado una impronta y no se ve como algo transitorio, sino como una impronta que ha marcado la vida de muchos y la sigue marcando», explica Barreiro. Juan Manuel Barreiro se siente malagueño, aunque es, según sus propias palabras, de la “periferia eclesial”. «Soy natural de la ciudad autónoma de Melilla y de su barrio más periférico que son las Islas Chafarinas. Yo estoy aquí porque la Iglesia de Málaga es misionera, que reza, con un testimonio de vida determinante, concreto, que no está centrada en sí misma, sino que vive la peculiaridad de la catolicidad y asume el aporte a estas tierras como lo vivo yo en cuanto a mi persona. Llegué a Venezuela con 32 años y ya me han caído los 64. Estuve desde 1990 a 1994 atendiendo la parroquia de Caicara. En el 1996 vuelvo a llegar hasta el 2002, y después de 2011 vuelvo a ser enviado por tercera vez. Son 21 años de presencia en Venezuela. El resto de mi ministerio lo he vivido en Málaga en parroquias con las que aún guardo relación y un grato recuerdo: Estación de Cártama, Campanillas, La Aljaima, Casarabonela, Alozaina, Cerralba, Cuevas de San Marcos, Fuengirola y Melilla». Barreriro afirma que su tarea allí es evangelizar, anunciar a Cristo con palabras y con obras eficaces. «Un apoyo fundamental para demostrar que la palabra dicha como Evangelio es una palabra que salva, es el aporte que hacéis desde Málaga a través de Cáritas con el envío de medicinas. En un lugar donde lo tenemos negado casi todo, lo fundamental, el poder dar acceso gratuito como hacemos a la salud es una página de Evangelio preciosa. Ven que la Palabra de Dios se realiza en ellos, les transforma la vida, les aporta salud. También se asume económicamente los gastos y atenciones en un lugar tan lejano. El sabor y sentir eclesial malagueño ha creado una impronta», explica. Desde allí lanza un mensaje claro a católicos malagueños: «Málaga sigue siendo misionera, sigue estando aquí y seguimos contando con todos ustedes y que sepan que rezamos desde aquí por todos ustedes, porque los queremos y les sentimos hermanos y miembros de una misma Iglesia». Desde el año 54 esta tierra es atendida por la Diócesis de Málaga de forma particular enviando sacerdotes formados en el seminario diocesano, y hasta ahora hemos estado ininterrumpidamente. En 1986 comienza nuestra experiencia en Cedeño y la Iglesia de Málaga es muy querida, tanto por los obispos como por el pueblo. El paso de los malagueños, como nos llaman, ha dejado una impronta y no se ve como algo transitorio, sino como una impronta que ha marcado la vida de muchos y la sigue marcando. Todos recuerdan al primer equipo que llegó a esta misión diocesana en 1986, P. José Pulido, Manolo Lozano y el P. Agustín Zambrana. Ellos fueron el equipo originario. Después hay un segundo momento con el P. Antonio Collado, el P. Eladio Ocaña y yo mismo. Más tarde viene el P. Fernando Jiménez con un equipo de seglares malagueños a los que recuerdan muchísimo, el P. Antonio Domínguez, el P. Manuel Arteaga, y el P. Juan de Jesús Báez, algunos que repiten su presencia… Ahora mismo solo quedo yo, de modo que la Misión Diocesana ha sufrido un desplazamiento unos 200 km al suroeste, y ahora está su corazón en Morichalito, que es donde yo me encuentro y atiendo particularmente como párroco». La situación es muy difícil en la actualidad. Para hacerse una idea, el sacerdote explica, por ejemplo, que «el precio de la gasolina aquí es muy caro, porque hay que comprarla por fuera de los canales ordinarios. En Morichalito la surten cada dos meses y te dan 28 litros. El vehículo que yo conduzco es de la diócesis y carga 80 litros, y las distancias son muy grandes, 120 km de ida y otros tantos de vuelta entre una comunidad y otra de las que atiendo». Desde la parroquia donde él sirve se atiende a las periferias. «Mi pastoral es eminentemente trashumante, de atención al entorno, que es muy deprimido y necesitado. Nuestra acción social es por tanto muy importante y nos esmeramos mucho en ella, junto a la entrega de medicamentos. Tenemos un centro de día de atención a los mayores, y en este año de flexibilización por la pandemia acuden 30 personas una vez al mes, y ese día desayunan y comen aquí, se les atiende, es lugar de convivencia, de ocio y de atención médica también. Otra tarea importante es la atención a las poblaciones indígenas, que son de distintas etnias y son muy pequeñas, casi comunidades tribales. También tenemos asumido un proyecto de atención y desarrollo de la agricultura, aunque ahora está algo parado. Con la pandemia la actividad pastoral se ha visto mermada muy gravemente», explica. Este sacerdote diocesano de Málaga tiene claro, desde su experiencia en Venezuela, que «la Iglesia tiene uno de sus distintivos en la catolicidad, la universalidad, es el ser propio de la Iglesia, por tanto ¿es necesario, por tanto, atender esta zona de misión? Claro que sí. Es necesario para ser verdaderamente la Iglesia de Jesucristo y atender a su llamada. Y lo es para evangelizar, para hacer presente a Jesucristo como palabra eficaz de Dios que realiza la felicidad del bien la redención de los hombres, dándonos siempre una nueva oportunidad. Por eso, en cualquier lugar del mundo es necesaria la actualización en la fe, y por otro lado la nueva experiencia de la fe, evangelizar. Ahí arranca la necesidad de ser, sentirse y prestarse a la misión como parte integrante de la Iglesia. Por el bautismo somos evangelizadores y misioneros. El evangelizador es parte del ser más profundo que identifica a cualquiera como discípulo de Jesucristo. Renunciar a la acción misionera, sea aquí en Venezuela o en cualquier lugar del mundo, sería una deficiencia grandísima en nuestra identidad eclesial. Hoy en día Málaga tiene encomendada esta misión, un territorio grandísimo, mucho más que nuestra propia diócesis, de 45.000 kilómetros cuadrados, y el único envío actualmente soy yo, que coopero como sacerdote propio de la arquidiócesis de Ciudad Bolívar de la que depende este extenso territorio con un equipo sacerdotal propio de aquí, de curas noveles, dos en Caicara del Orinoco, y otro en Santa Rosalía, y yo, que soy el “cura viejo”, en el extremo suroccidente de este territorio a 200 km. de Caicara, con numerosas comunidades indígenas y criollas». El arzobispo de Ciudad Bolívar, Ulises Antonio Gutiérrez Reyes, del que depende la zona le encomendó hacer el esfuerzo de atender en Caicara, todos los meses, la pastoral, la coordinación y la animación ministerial del equipo presbiteral. «Cada cierto tiempo nos reunimos el P. Johan, el P Luis, el P. Diego y yo, y convivimos, rezamos juntos y nos acompañamos, trabajando juntos los planteamientos pastorales. Ellos son 30 años más jóvenes que yo, y trato de aportarles desde la experiencia». Cuando se le pregunta por su petición a la Diócesis de Málaga, Barreriro afirma: «que recen por mí. Yo rezo por ustedes, les tengo presentes y aunque me siento muy del norte de África, sigo cultivando mis raíces eclesiales malacitanas. Me siento muy vinculado al presbiterio malagueño y al Obispo, cuando fue Don Ramón, luego Don Fernando, Don Antonio y ahora Don Jesús. También me siento muy unido a mis hermanos sacerdotes y diáconos, y también a mis comunidades, con quienes guardo una relación entrañable, cercana, sincera y bonita incluso con personas de mi primer envío pastoral, por quienes rezo a diario, y sé que muchos de ellos también lo hacen por mí. En el Día de la Misión Diocesana, les pido que tengan presente esta porción de la Iglesia que acompaña la Diócesis de Málaga y que lo quiere seguir haciendo con responsabilidad, asumiendo los riesgos de la pobreza de sacerdotes que hay en la propia Diócesis y de los medios económicos, ahora mermados también por causa de la pandemia y de la crisis de la guerra de Ucrania, etc. pero que lo asuman. Jesucristo nos dice que el que aporta uno al Señor, Éste le devuelve el ciento por uno». Esa multiplicación la vive en primera persona cada día. «Aquí todas las ayudas son bien recibidas. Siempre son pocas, son escasas, son limitadas, uno lo dice así humanamente y después hay un milagro verdadero auténtico: el bien que se hace a tantos, las gracias de tantos la oración de tantos... Seguimos agradeciendo a Málaga, a los donantes desconocidos de cuya ayuda depende nuestra vida, en lo personal y en lo ministerial, y les animamos a seguir con la mano en la arado, aportando de lo mejor que uno es, ese don de la propia vida, unas veces con la oración, otras colaborando económicamente o con el esfuerzo concreto. Y todo con Cristo y con María, con Dios y la Virgen. Que el nombre de Jesús nunca se nos cae de la boca como dice santa Teresa del apóstol de los gentiles. Algunos me dicen: "¿y tú por qué no te has vuelto?" Y yo digo: "¿y por qué me voy a volver?" El Señor me ha mandado aquí, la Iglesia me tiene aquí y ya me he acostumbrado. Se pasan pruebas fuertes, interrogantes, pero puedo decir que soy feliz aquí». AMÉRICA EN EL CORAZÓN El próximo curso se cumplirán 70 años de las palabras de don Ángel Herrera, entonces Obispo de Málaga, que dijo en la apertura del curso del Seminario en 1952: “Tened a América en el corazón. El Padre Santo tiene su vista puesta en España para la gran labor de apostolado que allí se precisa. Pido no sólo oraciones, sino vocaciones para América... ¡Quién sabe si tenemos allí un gran campo de apostolado para Málaga! Nuestra Diócesis tiene que ser fiel, y va a serlo a este pensamiento del Papa”.