NoticiaSemana Santa Vía Crucis, a la hora nona Cristo de la Misericordia de José María Ruiz Montes // RUPERTO LEAL Publicado: 14/04/2017: 14450 En la hora nona (tres de la tarde) Jesús dice: «todo está consumado» (Jn 19, 30); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46); «Jesús, dando una fuerte voz, expiró» (Mc 16, 37); «entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu», (Mt 27, 50). En esta hora, ofrecemos un Vía Crucis. I. Jesús es condenado a muerte Sujeto con cadenas, Cristo es sacado de la cárcel por los soldados. Otros prisioneros, con vendas en los ojos o encapuchados, son también arrastrados. Afuera, algunas mujeres esperan al grupo. Son las madres cristianas que ven cómo sus hijos y esposos son arrebatados por los miembros del autodenominado Estado Islámico. Son los cristianos que sufren persecución a causa de su fe. Jesús es uno de los tantos inocentes detenidos, torturados y asesinados. II. Jesús carga con la cruz Dos soldados cargan la cruz sobre Cristo, vestido burlescamente con una capa de soldado. Las personas de occidente no se interesan por la suerte y sufrimiento que se genera en un campo de refugiados, donde se concentran las personas que huyen de la guerra desesperadamente y esperan ante un futuro incierto. Mientras occidente se lava las manos como Pilato, miles de personas huyen como refugiados y emigrantes de la tierra que les vio nacer. III. Jesús cae por primera vez bajo el peso de la cruz La violencia inhumana y las ansias ciegas de destrucción lo oprimen. Las cruentas guerras –más de treinta abiertas en este momento– destrozan los pueblos en cualquier punto del planeta y emergen con fuerza ante el peso de una cruz que destroza el futuro de los pueblos, de los niños y de los jóvenes. IV. María encuentra a su Hijo Silenciosa y desgarrada por el dolor, María encuentra a su hijo, como tantas madres que a diario se encuentran con su hijo en barrios marginales, hijos que viven bajo el umbral de la pobreza en España, en lugares donde falta lo más indispensable para vivir: agua, luz y, sobre todo, trabajo; madres que visitan a sus hijos en las cárceles donde les ha conducido un sistema de vida indigno. V. Jesús es ayudado por Simón de Cirene a llevar su cruz Del encuentro involuntario brotó la fe. Simón de Cirene será conocido en la primera comunidad cristiana. Como tantas personas que un día se cruzaron con la mirada del Nazareno por las calles de este pueblo y lo han seguido tras su estela luminosa: gentes en paro, sin vida e ilusión. Hoy, como ayer, cuando oraban buscando consuelo y esperanza, no son menos discriminados. Reciben los salarios más bajos, realizan los trabajos más sucios, se les paga en negro. VI. Verónica limpia el rostro de Jesús Cuenta una piadosa tradición que una mujer, llamada Verónica, limpió el rostro de Cristo. Las mujeres y hombres de los pueblos indígenas se reconocen en ese rostro impreso en el paño. Hasta el día de hoy, ellos sufren el desprecio de otras culturas, otras razas. Hasta el día de hoy, luchan por conservar su cultura y su propia identidad. VII. Cristo cae por segunda vez bajo el peso de la cruz De Cristo aprendieron los hombres a pedir por el pan de cada día. ¿Pero de dónde habrá de venir este pan, si la tierra está concentrada en manos de unos pocos o los corruptos y ladrones se quedan con el dinero de todos? El clamor por la tierra es cada vez mayor. Hay muchos niños que mueren de hambre en el mundo. Y en España no todos viven bien. La injusta distribución de las riquezas cuesta cientos de vidas. Y destroza a miles de familias. VIII. Cristo encuentra a las mujeres de Jerusalén Agobiadas de dolor y compasión, las mujeres lloran ante el castigado. Ante el hombre, al que el cristiano reconoce Dios y hombre verdadero, que camina con paso lento hacia el patíbulo de la Cruz. El Señor Jesús se dirige a ellas y les señala su propio destino: «¡No lloréis por mí! Llorad por vuestros hijos, porque si esto hacen al leño verde, ¿qué harán con el seco?». Gentes sin empleo, sin acceso a la educación o que abandonan a sus familias en muchos puntos del planeta. Mujeres y hombres empujados a ejercer la prostitución también en este pueblo. Asumen ser prostituidos en su dignidad por la supervivencia personal, para aportar algo de dinero a sus familias con la colaboración cómplice de quienes acuden a ellos a cambio de un puñado de euros. IX. Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz Jesús cae por tercera vez en medio de niños de la calle y jóvenes sin trabajo, abandonados a su suerte en medio de la indiferencia de un sistema económico injusto, perverso. Jóvenes que, para poder sobrevivir, trabajan de vendedores ambulantes, venden helados o periódicos, limpian ventanas, recolectan papel viejo. Jóvenes con estudios universitarios que por un empleo miserable pasan más de ocho horas detrás de las barras de los pubs y bares de nuestras ciudades. X. Jesús es despojado de sus vestiduras Al final de su camino Jesús es despojado de sus vestiduras, en el marco de una naturaleza que también es despojada paulatinamente de su valioso atavío. El cambio climático es una espada de Damocles sobre nuestro sistema de vida. Gradualmente, vamos perdiendo nuestro espacio vital, el lugar creado por Dios para vivir y disfrutar de la creación. XI. Jesús es clavado en la cruz Jesús es crucificado. Los beneficios de los bancos en esta crisis contrastan con la paupérrima economía de desempleados y jubilados que, apenas con cuatrocientos euros, no llegan a final de mes. Ellos también son crucificados en su vejez. Y podría decirse, comparado con quienes viven en los países pobres, que son unos privilegiados. Quienes viven en la pobreza soportan pesadas cargas. Jesús es crucificado en «cumplimiento de la ley». Así también el hemisferio sur muere día a día en cumplimiento de la ley decretada por estos países. La deuda externa afecta en primer lugar a los pobres. XII. Jesús muere en la cruz Jesús muere en la cruz para dar vida al mundo dividido. Hay familias divididas, solas. Familias donde sus miembros, especialmente los niños, son despreciados o maltratados. Violados en su dignidad. La pasada Semana Santa se descubrió en un contenedor de Casares el cadáver de un bebé con signos de violencia. Debemos recordar que Cristo abrazó y bendijo a los niños: «El que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe» (Mc 9,37). La muerte de Jesús en la cruz constituye para nosotros y para el mundo un signo de esperanza y de nueva vida. Necesitamos reflexionar sobre ella, sobre el sentido de la cruz y las implicaciones sociales que comporta. Porque también existe el silencio cómplice propiciado por la omisión del que apenas nadie echa cuentas. XIII. Jesús es bajado de la cruz Jesús es bajado de la cruz y colocado sobre el regazo de su madre. Esta escena hace alusión a la parábola del grano de semilla que, colocado en la tierra, promete nueva vida. Las numerosas personas ubicadas en segundo plano en los hospitales, en los hogares cuidando de los enfermos y moribundos, en las cárceles acompañando a los reclusos, en las Cáritas parroquiales echando una mano como saben y pueden, sienten la fuerza que emana de la Resurrección y dan libre expresión a su alegría. La muerte de Cristo, vista a los ojos de la fe, revela el sentido último del sufrimiento. Si esto no se admite, el dolor del mundo carece de salvación, es un edificio vacío, derrumbado además de poco serio y honrado. Dios no es prisionero de la eternidad y no se circunscribe a lo espiritual sino que puede actuar aquí y ahora en mi mundo, en el mundo del sufrimiento y que ha actuado en Jesús, el hombre nuevo. XIV. Cristo es depositado en el sepulcro Jesús es devuelto al seno de la tierra. La tierra es lo único que queda a los pobres. El mismo espacio que todos compartimos: vivos y muertos. Espacio donde niños y jóvenes, hombres y mujeres comparten la fe en Cristo resucitado. Él ha recorrido el mismo camino de sufrimiento de todos ellos y soportado sus mismas cargas. Como Resucitado, Cristo se pone ahora de su lado, del lado de los últimos, de los oprimidos, los golpeados, los acusados, los difamados, los deshonrados.