Publicado: 08/10/2013: 2043

El lenguaje tanto el oral como el escrito evoluciona. También las formas de relacionarnos. Los cambios se evidencian con más fuerza cuando nos acercamos a las nuevas generaciones.

Sorprende ver cómo hablan, como recurren a neologismos o cómo escriben en un lenguaje totalmente nuevo impulsado por los dispositivos móviles. Sin embargo, más allá de cómo se escriba, siendo importante cómo se escriba o de cómo se hable, siendo importante cómo se habla hay algo que no cambia con el paso del tiempo. Algo que es constante en las distintas generaciones. La necesidad de afecto. Especialmente entre los jóvenes. Hay chicos y chicas que experimentan a diario en sus vidas la necesidad de ser escuchados, la necesidad de ser amados, la necesidad de ser valorados por su familia. En una sociedad donde la gente cada vez más va lo suyo es importante volver nuestra mirada a los jóvenes. Para escucharlos, para atenderlos, para comprenderlos. Son el futuro. Pero sobre todo son hijos de su época. Y como los jóvenes de todas las épocas necesitan ser queridos y amados. Valorados y estimados. Se trata de compartir con ellos tiempo y espacio desde el respeto a su independencia y privacidad. Que cuando necesiten del adulto consejo, ayuda o mirada comprensiva la tengan. Hay jóvenes a los que sus padres perdieron la pista hace mucho tiempo. La perdieron desde aquel día que sus progenitores les permitieron que se encerraran en sus habitaciones y montaran una vida aparte de su familia mientras padre y madre dedicaban tiempo a otros menesteres. Tan diversos como absorbentes. Olvidaron que tenían un hijo al que educar quizá porque es más cómodo dejar a los chicos en sus historias mientras el adulto se dedica a las suyas. ¿Qué ocurre al final? Que no se conoce al hijo. Educar a los hijos es tarea exquisita, delicada y complicada. Para nada fácil. Y más lidiar con adolescentes o jóvenes. Pero una cosa es esa y otra es aparcar u olvidar la educación sobre todo en unas edades donde es importante escucharlos, comprenderlos y atenderlos para que se sientan queridos, amados y valorados.

Artículo de opinión publicado el 8.10.13 en la columna El Alféizar de SUR

Autor: diocesismalaga.es


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