Publicado: 09/07/2013: 2444

Artículo de opinión publicado el martes 9 de julio en la columna "El Alféizar" de diario SUR. «Hay que cultivar el deseo de madurar más allá de tanta llamada masoquista a dejarse dominar por lo negativo de la vida donde, en último término, se esconde una torcida y perversa visión de la existencia.»

¿Quién no desea pasárselo bien en la vida?  Es el deseo más espontáneo del animal humano nacido para la felicidad. Para la dicha. No para el sufrimiento. El sufrimiento Dios no lo desea.  Dios no es masoquista.  Otra cosa es que una vez que haga su aparición realicemos una gestión inteligente del mismo y le reconozcamos un valor de maduración y quien sea creyente además un valor de ofrecimiento. Hay que cultivar el deseo de madurar más allá de tanta llamada masoquista a dejarse dominar por lo negativo de la vida donde, en último término, se esconde una torcida y perversa visión de la existencia.

Reivindiquemos la alegría y desterremos toda invitación a la queja permanente.  Levantemos el vuelo para sobrevolar sobre lo que algunos se han empeñado en calificar como valle de lágrimas.  Es ahí, donde aparece precisamente el ocio unido a la salud espiritual.  Ocio no es necesariamente comprar, tener e ir donde otros indiquen.  Ocio es dedicación libre y premeditada a lo que uno desea realizar. Vivir en la distancia. Con la justa implicación. Con la mirada puesta en el cielo. El verdadero ocio estriba en hacer lo que tú deseas hacer y hacerlo desde la libertad.  En verano.  Pero también en otoño, invierno o primavera. Porque te apetece. Porque quieres. Desde tu situación concreta.  Recuerda que hay muchas cosas que se pueden hacer sin dinero y con la salud mermada.  Nada hay más nocivo para la salud que perder el ánimo, ahogarse en el propio vómito. Cuando esto ocurre llegan los buitres que se alimentan de la carroña de la desesperación, del agobio o la falta de visión de futuro.

Necesitamos el descanso. Disfrutar de lo que nos gusta para recuperar fuerzas y tomar oxígeno para el resto del año.  El ocio premeditado ayuda. Haz lo que deseas con amor y libertad.  Como un fin en sí mismo.  No para algo, sino porque vale, porque  disfrutas haciéndolo: encuentras sentido a ir a la playa, a leer un libro, a orar, a pasear al amanecer, a viajar, a escuchar música o a dialogar a corazón abierto.

Autor: diocesismalaga.es


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