Publicado: 07/05/2013: 2201

Artículo de opinión publicado el martes en la columna "El Alféizar" de diario SUR.

Dios mediante, cada martes este cura se asomará a las páginas de SUR.   Me expresaré con libertad, desde el respeto exquisito, pero con claridad.  Sé que estaremos de acuerdo en algunas cosas.  En otras no.  Los sacerdotes somos ciudadanos. Y como tales tenemos todo el derecho a expresarnos en público.  ¿O no? Y hablar de lo que valoremos oportuno.  ¿O no? Como vecino que profesa una fe determinada tengo una visión de lo que ocurre en Málaga y el mundo.  Y deseo compartirla desde la honestidad. Que, por cierto, es el mejor ejercicio que podemos hacer a la sociedad en la que vivimos.   Es una de las pocas maneras que conozco de construir. 

No esperes que me quede en la sacristía esperando a los fieles devotos.  Es mi deseo que sepas qué pienso.  Qué sueño. Que interactuemos si tú quieres. También en las redes sociales. Estoy convencido que la puesta en común de ideas enriquece a todos.  Subrayo, a todos.  Lo contrario es abonar un pensamiento totalitario que tanto daño ha hecho a la vida de las sociedades.  Eran otros tiempos y quiero creer que hoy no se da ni en aquellos que enarbolan la bandera de la tolerancia ni en quienes solo ven el mundo de un solo color.  Podemos pensar juntos.  Podemos dialogar.  Podemos escribir de lo que nos preocupa y nos quita el sueño.  De lo que nos emociona e indigna. De lo que valoramos enriquecedor o pernicioso. Lo podemos hacer cara a cara.  O virtualmente. 

En este sentido, las redes sociales son un espacio privilegiado para el encuentro porque alimentan las aspiraciones radicadas en el corazón del hombre.  Precisamente por eso conviene que las configuremos como espacios para la comprensión mutua. En ocasiones da la impresión que las redes sociales son  más un patio de crispación que de buena vecindad.  Un patio donde se cruzan cuchillos silenciosos y amenazantes. Con lo sencillo que es manifestar nuestras opiniones sin ira, con respeto. Lástima que con frecuencia descubrimos que lo que se vomita no es otra cosa que reflejo de parte de la sociedad.

Autor: diocesismalaga.es


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