Hemos acabado el curso escolar y ha llegado el verano. Esto hace que el ambiente de vacaciones lo inunde todo y también pueda llegar a nuestra vida de fe, haciendo bajar la intensidad con la que cada domingo nos acercamos a la Palabra de Dios que se proclama en la celebración eucarística dominical.

Pero la Palabra de Dios que escuchamos no pierde intensidad. Nos sigue invitando a dar profundidad a nuestra vida de fe tomando en cuenta los obstáculos y dificultades que tenemos que superar para llevarla adelante.

Este domingo se nos plantea la falta de fe de los paisanos de Jesús. Ellos conocían perfectamente, o eso creían, a Jesús. él se había criado con ellos. Conocían a su familia. Pensaban que lo sabían todo sobre él. Esto que puede parecer algo bueno, para ellos se convertirá en un obstáculo para poder dar el paso de la fe. Y eso que Jesús hace lo mismo que había hecho en Cafarnaúm. Pero les resultaba escandaloso que Dios pudiera manifestarse en aquel hombre que conocían tan bien.

Esta dificultad también puede darse en nosotros. Creemos conocer tan bien a Dios, que perdemos la capacidad de dejarnos sorprender por él, que somos incapaces de descubrirle, aunque lo tengamos delante. Todo ello porque no miramos con la misma mirada de Dios. él no se fija en las apariencias, sino que su mirar va a lo profundo, va más allá de lo que aparece a primera vista. La razón no es otra que: “El mirar de Dios es amar” (S. Juan de la Cruz).

Por tanto, para poder avanzar en nuestro camino de fe es necesario que demos el paso de abrirnos a mirar más allá.