Dice el libro del Eclesiástico que el que encuentra un amigo ha encontrado un tesoro (Eclo 6,14). Y es verdad. Por ello, los seres humanos valoramos enormemente la amistad. En el evangelio de este domingo, Jesús nos presenta como sus amigos. La relación de amistad tiene dos características fundamentales: el afecto y la confidencia. Jesús alude a ambas realidades. Dice que nos ama, y que nos ama de una forma concreta: como el Padre lo ha amado a él; y también nos expresa cómo ha entrado en una dinámica de confidencialidad con nosotros: nos ha dado a conocer todo lo que ha oído a su Padre.
Esta relación de amistad conlleva un “compromiso”, hacer crecer el círculo del amor. éste que fluye del Padre a Jesús y de Jesús a nosotros/ as ha de llegar a otros seres humanos a través de nosotros/ as. ésa es la tarea que nos pide Jesús, comunicar a otros el amor recibido de él. Así expandimos ese círculo de la amistad. En realidad para esto nos ha elegido Jesús (no se nos olvide, que nosotros no lo hemos elegido a él), para comunicar su amor, para dar la vida con gestos y palabras, especialmente a los que más nos necesitan, a los más pobres. Y es que nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Como decía la Madre Teresa de Calcuta: «Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal».