NoticiaTestimonios José Román: «En la Eucaristía, el frío del corazón se convierte en calor» Publicado: 28/10/2013: 6650 ¿Se pueden tener 94 años y no perder el brillo de la mirada de un niño? ¿Se puede haber perdido a una madre siendo niño, haber visto morir a varios hijos, llevar 13 años viudo y sentirse siempre acompañado? ¿Se puede rozar el siglo de vida, estar casi ciego y seguir sintiendo, no sólo ganas de vivir, sino de servir a los demás? La comunidad parroquial de Ntra. Sra. de los Ángeles, de Málaga capital, sabe bien que sí se puede. Y lo hace gracias al testimonio de José Román, «toda una institución en el barrio» según su párroco, Ramón Burgueño. Y es que Pepe, como todos le conocen, continúa animando el canto litúrgico en la parroquia como viene haciendo desde antes de que se construyera el templo: «Cuando la parroquia comenzó en un local provisional ya estaba yo cantando y desde entonces no he parado. Cuatro o cinco párrocos han pasado desde entonces y aquí sigo». Nacido en Marbella, atribuye a un milagro el no haber tenido que acudir al frente: «Un mes antes de que llamaran a filas a mi quinta, mi tío consiguió que yo ingresara en el ejército, pero como músico, en la banda del ejército. Yo había aprendido a tocar el clarinete dos años antes en la banda municipal y tuve esa suerte, porque los músicos no acudían a la guerra. Sólo tocábamos para levantar el ánimo, en los desfiles y conciertos. Gracias a Dios no tuve que pegar un solo tiro», confiesa aliviado. Su carrera como músico militar pasó por Cádiz –donde conoció a la que sería su mujer, Melilla, Huelva y, finalmente, Málaga. En todos sus destinos ayudaba siempre en las parroquias con el canto litúrgico. Y lo sigue haciendo a pesar de que, «a veces, la memoria me juega malas pasadas y se me olvida la letra a mitad del canto, pero no me suele ocurrir. Y cuando pasa son muy comprensivos». Y no es un problema de falta de memoria, sino más bien de exceso porque Pepe retiene todos los cantos en su cerebro. Una lesión en la vista le impide leer el cantoral para seguir la letra de las canciones. «Cuando me quedé medio ciego pensé: ¡Qué voy a hacer yo sin poder leer la Biblia! Pero enseguida le dije al Señor: "yo no voy a leer tus evangelios, pero voy a hablar contigo cara a cara, en vez de leerte, voy a hablarte. ¡Y he ganado con el cambio! Hablo con Él a todas horas». En su vida ha sufrido mucho: quedó huérfano de madre a los dos años por culpa de "la peste blanca" (tuberculosis), se le murió un hijo recién nacido y otro que no llegó a nacer. De los dos hijos que sacó adelante, uno murió hace poco, con 60 años, a raíz de un cáncer. Su mujer murió en el 2000. Pero, las desgracias no le han apartado de la fe: «Yo comprendo la voluntad de Dios. ¡Cuando se tiene tanta vida, hay que pasar por estas cosas! Él sí que nos dio una lección de soportar el sufrimiento, el maravilloso ejemplo que dio Cristo, una lección de amor infinito». ¿Y de dónde sale esta fuerza para reponerse a las adversidades? De la Eucaristía, como él mismo señala con ojos vidriosos: «En la Eucaristía, el frío normal que tiene el corazón anciano se convierte en calor. Noto un renuevo, como nace una planta de la tierra, eso siento. Y tengo un gran consuelo». Su familia lo adora, aunque vive solo pues tiene plena autonomía y se maneja bien en casa con las tareas domésticas. Y en la parroquia es muy querido. «Yo estoy aquí haciendo un servicio hasta que Dios quiera, pero la gente me quiere mucho, ¡la de besos que me dan!» Nada que ver con la "cultura del descarte" que tanto ha denunciado el papa, por la que los ancianos y los jóvenes son apartados de la vida social. Ese amor y respeto a los ancianos quedó patente el fin de semana pasado en un homenaje en el que toda la comunidad le mostró su agradecimiento. Pero como no queremos caer en el halago fácil, quédense con la definición que él hace de sí mismo: «¿Qué quién soy yo? Pues soy un pecador. Para eso vino Cristo». Autor: Antonio Moreno Ruiz