NoticiaConoce la Catedral Cadenas de libertad Publicado: 25/04/2023: 6609 En la Puerta de las Cadenas, muy mal llamada en nuestros días “de los Naranjos”, observaremos que todo el espacio del atrio queda delimitado por pilares con ristras de recios eslabones. Son un total de catorce columnas, muchas de ellas originales del siglo XVI que, provistas de cadenas, servían tanto para marcar los límites de la propiedad y jurisdicción eclesiástica como para recordar el derecho de asilo que la Iglesia concedía. Un derecho que la Iglesia concedía misericordiosamente a quienes solicitaban la inviolabilidad que les brindaba el suelo sagrado, donde ni los alguaciles ni la justicia podían entrar a prenderlos. No son pues estos pilares simples adornos o algún método de seguridad, sino la constatación de un privilegio pretérito que, en España, se remonta nada menos que al siglo IV y, con mayor o menor vigencia, se ha conservado, al menos nominalmente, hasta nuestros días. Hay que destacar que en el siglo XVIII este derecho de inmunidad eclesiástica de la que gozaba la Catedral hubo de extenderse igualmente a la cercana parroquia de Santiago y a la iglesia perchelera de San Pedro, dado los numerosos casos de perseguidos que pedían amparo en una ciudad portuaria como Málaga, cuyos índices de criminalidad eran antaño de los más altos de España. En la Catedral estas cadenas no solo se encontraban presentes en el mencionado atrio, sino que se fijaban en todos los chaflanes del perímetro del edificio. En la actualidad, solo perviven dos hiladas que pueden contemplarse a ambos laterales de la escalinata principal que se abre a la plaza del Obispo. En la última remodelación de este lugar, por cierto, desaparecieron de la fuente allí ubicada los eslabones que la cercaban y que testimoniaban de igual manera que la propiedad de la misma no era municipal, sino eclesiástica. Por supuesto que, además de esta función jurisdiccional y territorial, estas cadenas tuvieron en el pasado un uso práctico, al impedir el paso de carruajes y caballerías e incluso, no me resisto a reseñar, los niños malagueños de todos los tiempos las han utilizado como divertidos columpios. Por Alberto Palomo