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Letras comparadas

Publicado: 07/07/2022: 13575

Quienes prestamos servicio en la Catedral tenemos que salir continuamente al quite de los comentarios que solemos escuchar, muchas veces fruto de la ignorancia religiosa más absoluta. Los más tristes, por lo que implica, han partido de profesores que, sobrepasados por las preguntas de sus alumnos, solventan su desconocimiento explicándoles que las custodias son “espejos”, o que la maquinaria antigua del reloj era un antiguo instrumento de tortura.

Es verdad que de siempre ha existido falta de información, de lo que son rémoras expresiones en el lenguaje popular tan conocidas como el “sursuncorda” o el “santiamén”, pero provienen de un tiempo en que el pueblo llano no tenía acceso a la instrucción, y menos del latín, algo que no es disculpa en la actualidad. 

El caso es que la capilla de la Encarnación de la Catedral es donde se escuchan la mayor parte de los disparates a cuenta del ático del retablo donde, inmerso en una gloria, campea el ojo en el interior de un triángulo equilátero que evoca en sus ángulos a las tres personas de la Santísima Trinidad y la Providencia divina que todo lo ve. Por culpa de la literatura barata tan en boga en la actualidad, muchos identifican este hermoso y expresivo símbolo con sociedades secretas y otras tonterías parecidas, de modo que es tarea difícil convencerles de su verdadero significado.

Esta capilla, rehecha en el siglo XVIII, cuenta con otro simbolismo que alude directamente al misterio evangélico que da nombre al recinto, y por extensión a la Catedral. Se trata de unas cartelas ovaladas con unas iniciales simétricas que flanquean los laterales de altar. Claramente, resaltadas en rojo, aparecen una “A” y una “E”, lo que de entrada despista; pero si se observa con atención se podrá percibir que ambas están unidas de tal modo que el espacio entre ellas recrea una “V”, aunque sea inexistente. Así se reproduce el saludo con el que Gabriel anunció a María la dicha de la Encarnación del Señor y que, si se lee al revés, revela el nombre de “EVA”, como homenaje a la Virgen a la que Dios concedió ser la nueva madre de la humanidad.

Por Alberto Palomo

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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