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Cómo era Laura Aguirre, ¿futura santa malagueña?

Tomás Salas, ante una imagen de la Señorita Laura // T. S. LÓPEZ
Publicado: 16/06/2020: 18026

SANTOS MALAGUEÑOS

Tomás Salas (Álora, 1960) es profesor de Lengua y postulador de la causa de beatificación de Laura Aguirre, conocida como la Señorita Laura. En el siguiente artículo explica cómo era la Sierva de Dios Laura Aguirre, según los recuerdos y testimonios de los que la conocieron y trataron.

Era, de entrada, una persona correcta, seria, educada. Se le notaba la distinción y la cultura, aunque ella no hiciese ostentación de esto. Este tratamiento de “señorita” que la gente de Álora le da espontáneamente  y que todavía mantiene indica como se la consideraba un persona socialmente distinguida.

Cuidadosa con su ropa y con sus objetos de uso, aunque fuesen viejos y deteriorados. Uno de los testigos cuenta como reparaba sus viejos zapatos poniendo un trozo de cartón como suela. En las fotos que conservamos siempre tiene un aire distinguido aunque lleve ropas viejas y desgastadas. Tenemos testimonios de que ella arreglaba, lavaba y se ocupaba de su ropa, así como de su habitación y de sus enseres. Cubierta con su vieja toquilla y con ropas que tenían un largo uso parecía una persona que destilaba distinción  y una cierta elegancia.

Daba siempre sensación de tranquilidad, de paz, de no tener prisa. Muchos de los que la conocieron repiten la palabra “dulzura”. Mantiene la serenidad en los momentos difíciles que, a lo largo de su vida, son muy numerosos.

Otro rasgo que siempre la caracterizó es la modestia, la humildad. Suele situarse en segundo plano, sin tomar protagonismo. Un dato curioso es que, revisando las fotos de la inauguración de la residencia, no aparece ella que, de alguna forma, era la protagonista del acto. Cuando la cofradía de Dolores la nombre camarera de honor, ella dice que no sabe cuál va  a ser su función. Los hermanos de la cofradía le contestan con que basta con que acuda cada año a ver a la Virgen antes de su salida procesional; entonces ella le contesta que lo que hará será rezar por ellos, ya que “es lo único que sé hacer bien”.

Transmitía cariño. Una de sus “niñas” dice que hablando con ella se sentía escuchada, se sentía como una persona a la que se tiene en cuenta. Sin embargo no era lo que se entiende por una persona expresiva o zalamera. Era raro que se acercara a besar o abrazar a alguien.

No era dada a expresar sus sentimientos de forma ostensible. Algunas de sus niñas cuentan que sólo la vieron una vez llorar, cuando se le comunicó que el convento de Flores no era para su obra, sino para la escuela de magisterio rural.

Cabe decir, después de recibir el testimonio de muchos testigos, que Laura era una persona que poseía eso que llamamos carisma. Hay, en efecto, personas que poseen algo difícil de definir y que atrae a los demás, lo hace objeto de la confianza y estimación de los demás. Hay personas que son seguidas, imitadas; que tienen capacidad de movilizar  a sus semejantes en cierta dirección. Trazan el camino por el que los demás transitan.

TNC cuenta cómo ella, siendo una niña pequeña, se sintió atraída por Laura. Iba a misa para verla allí.  Se acercaba a ella, intentaba hablarle. Dice que quería estar con ella, “ser como ella”. Era su modelo. Por esta causa, pide a sus padres permiso para entrar e el colegio. Se trata de una de las pocas niñas, quizá la única, que ingresó en el colegio de forma voluntaria, por propia iniciativa.

DRF cuenta una historia que tiene con la anterior algunos puntos comunes. Su abuela era amiga y colaboradora de Laura. Acude algunas tardes al colegio y tiene con ella un rato de charla. A ella le encantaba ir con su abuela  por ver a Laura, por estar cerca de ella. Recuerda que para ella era una sensación grata. El roce con su cara le producía una sensación de ternura, de suavidad que no ha olvidado.

Hay en el carisma un innegable factor físico. Las personas carismáticas  transmiten su “magia” con la presencia, con el roce. JDB, siendo un niño iba al santuario de Flores de la mano de Laura y hoy, más de 60 años después, recuerda el tacto de su mano delgada y huesuda; lo recuerda como una viva impresión.

Existen varios testimonios de personas que la besaron después de muerta. AMC cuenta como no besó a su madre y sí beso el rostro sin vida de la Señorita Laura.

La persona carismática sabe trasmitir confianza en los demás. AMC se extraña de que su padre, que tenía ascendencia gitana y un concepto muy marcado de la familia, confiara en Laura entregarle la educación de varias de sus hijas. MB, una trabajadora de la casa, tuvo varias veces la tentación de abandonar el trabajo, acuciada por los problemas que provocaban las niñas. Laura la convencía con suavidad. Le decía: ¿Dónde vas a hacer tú un servicio como aquí? ¿Dónde vas a hacer tanto por los demás? Al final, siempre terminaba convenciéndola con dulzura, con suavidad, sin grandes aspavientos.

Desde un principio el proyecto de Laura se mantiene por la ayuda de muchas personas que hacen pequeñas aportaciones. Hay colaboradoras que iban, casa por casa, pidiendo alguna ayuda. MJB cuenta que en ninguna casa le ponían mala cara. La  gente daba lo que podía, que en aquella época solía ser poco, incluso en zonas pobres del pueblo. Hasta personas de conocida ideología izquierdista y anticlerical tenían una buena opinión de Laura y colaboraban con el colegio.

Toda su obra se basa, desde un punto de vista espiritual, en la confianza en la Providencia y el servicio a los demás. Desde el punto de vista humano, es el carisma personal lo que mantiene su proyecto en pie. Y subrayo lo de “personal”. Aunque tiene un grupo de colaboradoras beneméritas, que trabajan con ella estrechamente y con abstracción, en todo momento se establece una clara diferencia entre ellas y Laura. Algunas de las niñas confiesan: “La señorita X era muy buena, yo la quería mucho, pero… no era igual que Laura; ella era era otra cosa”.

Quizá este personalismo, esta centralidad de su carisma provoca que su obra, desde el punto de vista institucional no tiene continuidad. La Pía Unión que ella funda, se extingue cuando muere la señorita Socorro Ruiz, que fue su segunda superiora. La Pía Unión llega a tener un reducido número de colaboradoras y no hubo nuevas incorporaciones. Al final de su vida, el proyecto de las niñas es sustituido por el de los ancianos. Hay un enorme contraste con la profunda huella que dejó en muchas personas (influencia espiritual, educativa, material) y el corto recorrido de su proyecto institucional. Su carisma personal sostenía el proyecto  y, sin él, no pudo continuar, aunque sí continúe hasta hoy la onda expansiva de su santidad en tanta gente que la trató, aunque sí siga germinando en tantas almas esa semilla plantada por ella.

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