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«En estos momentos, valoramos más la familia cristiana»

Pedro, Lidia, Lucía y Rocío
Publicado: 19/03/2020: 23268

Pedro y Rocío son un matrimonio malagueño que vive estos días la particular experiencia de ser "Iglesia doméstica". Junto a sus hijas, Lidia y Lucía, responden a las preguntas de DiócesisMálaga desde su particular encierro domiciliario.

Pedro Luis Arlandi y Rocío Escobar forman parte de equipo de Pastoral Familiar de la Diócesis de Málaga, además de colaborar en Sta. María Goretti con los Padres Pasionistas, y formar un grupo de matrimonios de Proyecto Amor Conyugal. Su hija Lucía pertenece a los Misioneros de la Esperanza y Lidia a grupos de jóvenes de la parroquia Santa María Goretti. Ellos llevan años comprometidos con los cursos de preparación al matrimonio. «Creemos que Dios nos ha llamado a estas vides: nos llena enormemente colaborar en todo cuanto esté relacionado con familia y matrimonios», cuentan.

¿Cobra aún más fuerza la expresión de familia como "Iglesia doméstica" en este momento?

La verdad es que no somos del todo conscientes del momento que estamos viviendo. Vemos y oímos muchas noticias que nos parecen lejanas, pero que en realidad están sucediendo al lado nuestro. Tras ellas hay familias que sufren por la pérdida de algún ser querido o simplemente porque han perdido el empleo y sienten una gran inseguridad. Lo hemos hablado en familia, todos juntos. Sin hacer una tragedia, pero sin quitarle importancia. En estos momentos es cuando más valoramos la familia cristiana en la que vivimos. Nos apoyamos, reímos y lloramos juntos. Ahora rezamos más por los demás. Nos acordamos de nuestros mayores y, aunque estemos confinados y alejados de nuestros familiares más cercanos, esa distancia se anula gracias a las llamadas, mensajes de whastApp y ratos de oración en la distancia.

¿Qué caracteriza el devenir cotidiano de la familia "Iglesia doméstica"?

En nuestra familia intentamos tener presente a Dios y a la Virgen en nuestro día a día, ofreciéndole todas nuestras tareas cotidianas por pequeñas o insignificantes que sean.
Habitualmente bendecimos las comidas. Tenemos unas tarjetas que nos regaló un amigo hace mucho tiempo y que nos turnamos para leerlas en cada comida. Son una gran idea, ya que nos permitieron, empezando casi como un juego, hacer que nuestras hijas las leyeran casi cuando no sabían ni leer. Por cierto, cada vez que viene un invitado a casa, le toca leer una.
También intentamos tener un ratito diario de oración conyugal mi esposa y yo. Es la mejor manera de recargar las pilas o de comenzar el día. Los domingos por la noche rezamos el Santo Rosario en familia. Así la semana siempre comienza bien. Además, claro está, de asistir a la Eucaristía del domingo y, si el día lo permite, asistir a Misa entre semana.

¿Qué peculiaridades tiene en este momento de encierro?

Aparte de comer más y hace acopio de papel higiénico, este encierro nos ha obligado a hacernos un horario personal para poder sacar provecho del día. Estamos acostumbrados a que nuestros horarios nos vengan casi impuestos y cuando tenemos oportunidad de construirnos el nuestro podemos caer en la tentación de llenarlo con tareas vanas.
Lo más obvio es que pasamos más tiempo juntos. Pero hay otras consecuencias igual de obvias, como no poder celebrar los sacramentos ni participar en los grupos juveniles y parroquiales a los que pertenecemos.
Somos conscientes de cuantas gracias tenemos que dar a Dios por lo que tenemos. Ahora valoramos más aún la comida y productos de higiene que en tantos lugares faltaban antes, sin existir una pandemia como la que ahora nos ha tocado vivir.

¿Cómo se alimenta y comparte la fe en el aislamiento?

Una cosa curiosa y que nunca habíamos valorado es la Misa televisada. El domingo pasado estábamos todos juntos en familia delante de la tele, viendo TreceTV. Cuando antes ver la televisión podía provocar que muchas familias se distanciaran y no tuvieran espacio para el diálogo, ahora la tele se ha convertido en un instrumento para acercarnos a Dios como Iglesia doméstica.
Como hemos dicho antes, ahora tenemos mucho tiempo libre, por lo que es el mejor momento para buscar ratos de oración más intensos y frecuentes, no solo personales sino también familiares. Es una gran oportunidad para “proponer sin obligar”.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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