Para muchos, esa gracia se ha concretado en momentos intensos de oración y de fe. Para otros, en una experiencia de la fraternidad y la universalidad de la Iglesia. Para algunos, en emociones desconocidas, que los han impulsado a superar con alegría y una sonrisa en los labios las precarias situaciones de los alojamientos y de las comidas. Para todos, en el testimonio vivo de un anciano sabio y bondadoso, que nos ha dicho que la fuente oculta de la plenitud que irradia su persona es Jesucristo. 

Nada más llegar a Barajas, nos invitó a buscar la verdad, esa Verdad que alcanza su plenitud en Dios. En la fiesta de acogida, dijo que la Verdad es una persona, Cristo. Al hablar a los profesores universitarios, añadió que sí se puede llegar a la Verdad más profunda cuando se la busca con la inteligencia y con el corazón. Es la Verdad que ha cambiado la vida de los seminaristas y de las religiosas jóvenes. Después del “Vía crucis” y en el encuentro con los discapacitados, nos recordó que Jesucristo está presente en los que sufren y que un discípulo no puede pasar de largo junto al dolor. En la vigilia, nos invitaba a preguntarnos qué espera Jesucristo de cada uno de nosotros. Y finalmente insistió en que no podemos encontrar a Jesucristo fuera de la Iglesia. La generosidad de una lectora nos permite ofrecer en DIÓCESIS los discursos y homilías del Papa. 

Azotea de Juan Antonio Paredes publicada en la revista "Diócesis"