NoticiaConoce la Catedral Muerte de san Julián, obispo de Cuenca Publicado: 15/07/2021: 17517 En 1637 una terrible epidemia de peste azotó Málaga. La ciudad se acogió a la intercesión de sus santos protectores y también a la del piadoso obispo de Cuenca, san Julián, cuya popularidad y devoción se vieron sensiblemente incrementadas al finalizar el contagio. Este cuadro fue regalado por el obispo y el Cabildo Catedralicio conquenses como muestra de solidaridad espiritual con la población malagueña en tan duros momentos, de tal modo que le infundiera fortaleza de espíritu y esperanza. Al recibirse en la Catedral, se dispusieron de inmediato las diligencias oportunas para presentarlo al culto, inaugurándose su altar en 1640 bajo el pontificado del franciscano fray Antonio Enríquez de Porres. La ejecución del lienzo había corrido a cargo de Cristóbal García Salmerón, discípulo de Pedro Orrente y artista familiarizado con los modelos de su maestro y de otros pintores relevantes del primer naturalismo como Vicente Carducho, Juan Bautista Maíno y Luis Tristán. Su iconografía refleja uno de los episodios finales de la vida del protagonista. Presintiendo cercana la hora de su muerte, san Julián solicitó le fuesen administrados los sacramentos. Para recibirlos debidamente se revistió de pontifical y después con un hábito penitencial de saco. En este trance vio venir hacia él a la Virgen con una aureola de rosas, rodeada de resplandores y un séquito celestial de vírgenes y ángeles. La visita celestial hizo recobrar las fuerzas al moribundo obispo, quien cayendo de rodillas recibió de María una palma, símbolo de la pureza que san Julián siempre había guardado. En el extremo izquierdo, el pintor ubica una cestilla y un capacho de mimbre que aluden al santo como “héroe de la Caridad”. No en balde, san Julián destinó al socorro de los necesitados el importe íntegro de sus rentas episcopales, subsistiendo gracias a la venta de las cestillas que elaboraba junto a su capellán Lesmes. Juan Antonio Sánchez López