DiócesisHomilías

Cincuenta Aniversario de Fundación del Monasterio de Carmelitas Descalzas (Torremolinos)

Publicado: 07/05/2014: 1460

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo del Cincuenta Aniversario de Fundación del Monasterio de Carmelitas Descalzas, en Torremolinos el 7 de mayo de 2014.

CINCUENTA ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN

DEL MONASTERIO DE CARMELITAS DESCALZAS

(Torremolinos, 7 mayo 2014)

Lecturas: Hch 8, 1-8; Sal 65 1-7; Jn 6, 35-40.

Presencia monástica en el mundanal ruido

1.- Estamos en tiempo pascual y la Iglesia nos ofrece la lectura de los Hechos de los Apóstoles, para que meditemos en la acción del Espíritu Santo.

Desde los primeros tiempos de la Iglesia se desató una persecución contra los cristianos; persecución, por cierto, que no ha terminado. Hoy sigue habiendo cristianos que son perseguidos de manera cruenta; y, además, hay persecución incruenta de los cristianos en todo el mundo.

Saulo, el perseguidor, «se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres» (Hch 8, 3).

                Con motivo de esta persecución contra los cristianos, desatada por las autoridades judías, los discípulos se dispersaron por Judea y Samaria y anunciaban el Evangelio donde iban: «Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra» (Hch 8, 4).

                El Evangelio se ha ido extendiendo por todo el mundo a lo largo de la historia, gracias a la presencia cristiana en todas las culturas y sociedades. El cristianismo no es una cultura, sino la religión que Jesucristo inicia y que se encarna en todas las culturas (cf. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 20). No se puede, pues, confundir con una determinada cultura, sino que está presente en todas las culturas del mundo.

2.- Es el Espíritu quien dirige la Iglesia. Lo que puede parecernos simple “casualidad” es más bien “providencia” de Dios; las cosas no existen por casualidad; las cosas tienen su sentido desde Dios.

El Espíritu se sirvió de la persecución de los primeros cristianos para que se extendiera el Evangelio; también se sirvió de otras personas, que no fueron perseguidas; se sirvió de comerciantes y otras profesiones; se sirvió de las rutas, terrestres y marítimas, que existían en aquella época. Ya desde la era apostólica llegó a España el cristianismo.

Hoy celebramos con gozo el Cincuenta Aniversario de la presencia de las Hermanas Carmelitas en Montemar (Torremolinos). El Espíritu se sirvió de unas personas para que se fundara aquí un Carmelo de descalzas.

Al inicio de la década de los años sesenta del pasado siglo, la Sra. Carlota expone sus preocupaciones al padre Borja Medina, de la Compañía de Jesús del colegio de El Palo (Málaga), y le manifiesta su deseo de hacer algo para contrarrestar el materialismo que todo lo invade; y de modo especial en aquella zona donde el turismo comienza a desarrollarse.

Ella querría hacer allí un colegio o convento; al principio no tenía preferencia alguna. Pero el padre Borja le propone crear un Carmelo, porque conoce a la Madre Maravillas y tiene dos hermanas carmelitas.

Tras las correspondientes cartas y encuentros entre el P. Borja, Doña Carlota y la Madre Maravillas, y las visitas de ésta y de las hermanas a Málaga, al final se fundó el Monasterio Carmelita del Sagrado Corazón de Jesús en 1964, última vez que la Madre va a Torremolinos.

Es un convento pequeño, blanco y alegre, lleno de luz. Forman la primera Comunidad de Montemar cuatro monjas del Cerro de los Ángeles, una de las cuales, Sor Teresa, vive aún en esta comunidad; dos de Mancera, cuatro de Aravaca, dos de San Calixto, una de Arenas y una de La Aldehuela; catorce en total.

El entonces obispo auxiliar de Málaga, Mons. Emilio Benavent, consideraba una gracia especial de Dios el tener en la diócesis un nuevo Monasterio de Carmelitas. Junto al Carmelo se construyó una Residencia para señoras, regida por las Hermanas Carmelitas Misioneras de vida activa, que serían siempre un apoyo mutuo; las dos comunidades viven hermanadas.

3.- Los Hechos de los Apóstoles nos han presentado las actividades apostólicas de Felipe y la alegría que ello producía entre la gente: «Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo» (Hch 8, 5). Con los prodigios y curaciones del apóstol «la ciudad se llenó de alegría» (Hch 8, 8). Porque Cristo resucitado trae la paz y la alegría.

                Las alegrías auténticas tienen su origen en Dios, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman. El papa Benedicto decía a los jóvenes: “Dios nos ha creado a su imagen por amor y para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su gracia. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina” (Homilía en la XXVII Jornada Mundial de la Juventud, 2. Vaticano, 15 marzo 2012).

En Jesucristo se ha manifestado el amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros. En Él se encuentra la verdadera alegría, que proviene de la cercanía de Dios. San Pablo se lo recordaba a los cristianos de Filipos y les decía: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios.

4.- Un “Carmelo” es siempre un lugar donde habita el Señor; un jardín donde el alma enamorada de Dios dialoga con Aquel que la ama; un ambiente de paz interna, que siente y vibra por la presencia del Amado; un anticipo de los gozos eternos; un ambiente en el que se goza de la prenda de inmortalidad. Todo eso es lo que sois, queridas hermanas, para la Iglesia y para los hombres de buena voluntad.

Un Carmelo no es un lugar geográfico o un inmueble; un Carmelo es, sobre todo, una carmelita que vive el amor de Dios; que irradia paz y alegría. Cada una de vosotras sois un carmelo, forma este Carmelo de Montemar.

En este tiempo pascual estamos leyendo los relatos de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles en los que se nos narran las apariciones del Señor, el testimonio de los discípulos, el alegre anuncio de la resurrección de Jesucristo y la conversión de tantas personas que abrazan la fe cristiana. Es la alegría de la salvación que Cristo ofrece; porque él está vivo, ha vencido el mal, el pecado y la muerte; está presente en medio de nosotros (cf. Mt 28,21).

Todos los cristianos, laicos, religiosos y sacerdotes, podemos ser un “carmelo” donde habite Cristo; donde se goce de la paz y de la alegría del resucitado.

5.- Hoy damos gracias a Dios por la presencia de este Carmelo en nuestra Diócesis. El día 7 de mayo, fiesta de la Ascensión del Señor, fecha del aniversario de la primera Profesión de la Madre Maravillas, se hizo la inauguración oficial del Convento.

Las noticias de esta última fundación serán un motivo de alegría y de consuelo, que llenan de luz mediterránea la casa madre de las Carmelitas.

Mientras en las playas de Torremolinos se vive un frenesí turístico, como muchos de vosotros conocéis bien, el Carmelo de Montemar es un oasis de paz, de silencio y de oración; es un verdadero “carmelo”, es decir, un jardín donde habita Dios, donde se cultivan las flores de la contemplación, del amor fraterno y del diálogo con el Señor.

Las monjas conocen su misión y saben lo importante que es “estar presentes” entre esta gente, pero en la distancia y el recogimiento; estar en mundo, pero sin ser del mundo, como pidió Jesus en su oración sacerdotal: «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo» (Jn 17, 15-16).

Las hermanas conocéis muchas historias de personas que se han acercado a Dios y han cambiado sus vidas durante estos cincuenta años. ¡Cuántas historias podrían contarnos las hermanas! Algunas se las escribían a la Madre Maravillas. ¡Cuánta gente se acerca aquí buscando sentido a su vida! Algunos ni siquiera saben lo que buscan; otros buscan paz, otros el perdón de Dios; otros buscan directamente a Dios, otros luz en su camino. ¡Cuántas almas salvadas de la desesperación y del pecado por la poderosa intercesión de la oración de las hermanas! Eso nunca sabremos; o tal vez nos enteremos cuando traspasemos el umbral de nuestra muerte temporal.

6.- En el Evangelio de Juan escuchamos las palabras de vida de Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6, 35);

                En Jesucristo está nuestra vida y nuestra verdadera alegría, porque él ha vencido el mundo, el pecado y la muerte. Con él podemos resucitar y ser hombres nuevos, que disfrutan ya en la tierra la prenda de la vida eterna. El papa Benedicto explicó con gran claridad que la vida eterna no se encuentra solo en el más allá, sino que la tenemos de manera incoada en este vida terrena; la vivimos y la gozamos en prenda a través de la gracia y de los sacramentos.

                Queridas hermanas, muchas gracias por vuestra presencia, por vuestra oración de intercesión y por vuestra alegría. Un “Carmelo” es siempre un lugar donde reina la alegría verdadera, que proviene del amor y de la presencia de Dios. Siempre me ha sorprendido muy gratamente la alegría de las monjas carmelitas, cuando he visitado sus conventos; y lo vuelvo a verificar hoy en este Monasterio, cuando he saludado a las hermanas antes de la celebración eucarística.

A los ojos de los profanos pudiera parecer que unas personas viven encerradas en un monasterio sin conocer la vida, que ellos entienden como “vida mundana”. Pero la verdad es muy otra: las monjas disfrutan de la vida, viven alegres, saborean lo mejor de este mundo, se nutren del amor verdadero, que es lo que da vida.

                Jesús resume la voluntad del Padre: «Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6, 40). Pedimos al Señor que nos resucite y que nos conceda a todos la vida eterna.

                ¡Que la Virgen María, primer “Carmelo” del mundo que acogió en su seno al Hijo de Dios, interceda por todos nosotros y siga acompañando a nuestras hermanas en este Carmelo de Montemar en Torremolinos! Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo