NoticiaEntrevistas Federico Romero: «Es posible ser viejo en la era digital y no morir en el intento» Federico Romero // S. FENOSA Publicado: 05/03/2019: 27861 Ha publicado muchas obras en su vida profesional y acaba de sacar a la luz “La nueva vejez”, obra que se presentó en Málaga el jueves 14 de marzo, a las 19.30 horas, en la Casa Hermandad del Santo Sepulcro (calle Alcazabilla, Málaga), a cargo del alcalde de la ciudad, D. Francisco de la Torre. «Es muy fácil decir, desde la barrera, que hay que soportar los dolores y las dificultades, pero hay que ser viejo para percibir lo que eso es» Federico Romero (Tetuán, 1937) es doctor en Derecho, ha sido profesor titular de la UMA y de la Escuela Nacional de Administración Pública de España, secretario general del Ayuntamiento de Málaga, Medalla de Oro de la Ciudad, nombrado Hijo Adoptivo de Málaga y un largo etcétera. Un hombre con un gran sentido del humor que habla con un cariño inmenso de su mayor tesoro, su familia: su esposa, ocho hijos, ocho yernos y nueras, 23 nietos y una biznieta. “La nueva vejez. Cómo ser viejo en la era digital y no morir en el intento”, un título muy sugerente. ¿Es esto posible? El título es señal de carácter desenfadado con el que está escrito, aunque profundiza en temas fundamentales. En cuanto a si es posible ser viejo en la era digital y no morir en el intento, no solo es posible, sino que es absolutamente necesario. Son unas herramientas informáticas que hay que aprender a usar por inmersión, como los niños pequeños. Tengo una biznieta a la que ya mismo veo dando en las pantallas con los dedos (se ríe). A veces arma uno un desastre, como escribir un artículo y que se te olvide darle a archivar y lo tengas que escribir de nuevo. Afirma usted en su libro que «es un verdadero don llegar a la ancianidad», pero lo que se nos vende es que seamos eternamente jóvenes, ¿por qué no se valora la vejez? No se valora, hoy día prima la juventud, hasta en la política. Yo no propongo una gerontocracia, sino que se consideren otros valores. La pirámide de población se ha invertido y, dentro de unos años, realmente serán muchos los ancianos para las pocas personas que estén en edad laboral. Además, la edad después de la jubilación se prolongará de 20 a 25 años y no se puede rellenar todo ese tiempo con un simple hobby o entretenimiento en una especie de sala de juego que en definitiva es la sala de espera de la muerte. Hay que intentar que sean años de verdadera vida en los que uno se reinvente y haga cosas que no ha podido hacer antes. La gente esperaba que, cuando me jubilara, siguiera en un bufete, pero yo tenía claro que eso me obligaría a leerme el BOE todos los días y estar a la última en cuanto a la Legislación Administrativa y pensé en hacer algo de lo que me hubiera gustado haber hecho y no había tenido tiempo antes, como escribir. Y otro aspecto que hay que tener en cuenta es que vamos a vivir mucho tiempo con enfermedades crónicas y esto requiere muchos medios económicos, pero sobre todo medios humanos. ¿Cómo es posible hacer sostenible la ancianidad? Hay dos soportes muy importantes: la familia y la aproximación a la trascendencia (yo le pido a Dios todos los días que me aumente la fe). Hoy día no se favorece la familia, pero hay que cuidarla. Si nos reunimos con frecuencia, no ocurren escenas tan tristes como las que se ven en Navidad: las familias se soportan. Si nos cuidamos y nos vemos, cuando hay alguna aspereza, se va limando con suavidad y constancia y no hay que llegar a situaciones límite que impidan la comunicación. ¿Qué le impulsó a escribir este libro son temas tan variados como el matrimonio en la vejez, los viejos y los niños, el sentido del humos, o la resurrección? Me impulsó esa vocación que tenía desde siempre para escribir y que no pude desarrollar porque la prioridad era sacar adelante una familia con 8 hijos. Libros jurídicos sí he publicado varios. Le leí al teólogo Romano Guardini que «solamente puede escribir sobre la vejez uno que sea realmente viejo» y caí en la cuenta de que si tú no has llegado a la vejez no percibes las limitaciones y las dificultades. Es muy fácil decir, desde la barrera, que hay que soportar los dolores y las dificultades, pero hay que ser viejo para darse cuenta de lo que eso es. He manejado una amplia bibliografía sobre este tema, pero la mayoría de las obras estaba escrita por sacerdotes y religiosos y, desde el punto de vista de un laico, había pocas cosas sobre la ancianidad y esto también me ha movido a escribirlo. Dios está muy presente en su libro. Efectivamente y, a la vez, también tengo muy presente a los que no creen en Dios. En la página 111 pueden leer lo siguiente en un diálogo entre un creyente y un no creyente: «Te voy a decir una cosa. Los que practican el bien con los demás. Los honrados, los que dan fruto... están más cerca de Dios de lo que creen ellos mismos. Y nunca se sabe qué ocurre en el corazón de cada hombre en el último moment Creo que fue Tennyson el que dijo que “existe más fe en una duda honrada que en el 50% de las creencias”. Tú sigue así, que ya rezo por ti». Entonces, ¿hay que prepararse para la vejez? Eso es, hay que prepararse para tener una buena ancianidad, como hay que prepararse para la vida. Ha desempeñado muchos cargos públicos importantes, ¿también ha volcado toda esa experiencia en su obra? Me han servido mucho y cuento muchas anécdotas, por ejemplo, que cuando yo regresaba a casa satisfecho por haber dado una buena lección, me llevaba la sorpresa de que lo que más llegaba a la gente era que hablaras con los alumnos y les explicaras alguna cosa o que los trataras con respeto en clase. No era tanto el contenido de la lección, cuanto las formas de hacerlo.