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Antonio Rodríguez Carmona: «Hay que leer la Biblia y aplicarse el cuento»

Antonio Rodríguez Carmona, biblista
Publicado: 05/10/2017: 28450

Antonio Rodríguez Carmona (Granada, 1933) es licenciado en Sagrada Escritura, doctor en Teología Bíblica y en Filología Bíblica Trilingue. Fue profesor en la Facultad de Teología de Granada y en los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga. Ha sido rector del Seminario Mayor de Almería, delegado para la Formación Permanente del Clero en Granada y vicerrector de la Facultad de Teología de Granada.

¿Cómo fueron los inicios de la asociación?

En España, en los años cuarenta, estábamos muy atrasados en relación al movimiento bíblico europeo. Por esa época nace en Roma, en el Pontificio Instituto Bíblico, la primera generación de biblistas, entre los que se encontraba José María González Ruiz, y traen aquí un movimiento de renovación (a ellos debemos los primeros comentarios, la primera traducción al español directa desde los textos originales (griego y hebreo) con Nácar Colunga, que durante años fue como una especie de vulgata española...). Las siguientes generaciones de biblistas necesitaban un organismo que los coordinara y organizara el trabajo, y así surgió la Asociación Bíblica. Desde entonces ha publicado muchas obras, manuales que se utilizan en muchos seminarios de España e Italia. Su labor ha sido apoyada por la editorial Verbo Divino, que contribuye a la publicación de los estudios que llevamos a cabo.

¿Cómo fue su primer contacto con la Asociación Bíblica Española?

Luis Alonso Schökel es de alguna manera el autor intelectual de la Asociación Bíblica Española. A principios de los setenta, nos reunió a los que estábamos haciendo el doctorado en Roma para formar esta asociación. La Fundación tuvo lugar en Valencia, eran martes y miércoles santo del año 74. Comenzó llamándose Asociación Bíblica San Jerónimo, para pasar luego a ser llamada Asociación Bíblica Española.

¿Quién forma parte de la Asociación?

Sacerdotes, religiosos y seglares con un nivel superior de estudios. La Asociación acoge a todo tipo de personas cualificadas en el estudio de los textos bíblicos (mediante licenciatura en Teología Bíblica o Sagrada Escritura, por ejemplo).

Una de las cosas que están trabajando es las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento.

Así es. Por ejemplo Mateo, a quien estamos estudiando ahora, lo cita para dejar claro que Jesús es el Mesías anunciado y el cumplimiento de la promesa de las Escrituras. Por eso el cristiano se siente heredero del Antiguo Testamento, y estamos estudiando las citas que hace cada autor. Conocer el Antiguo Testamento es conocer la fe de Jesucristo. El Nuevo Testamento no se puede explicar sin el Antiguo, ya que es su cumplimiento. Para saber lo que es el cumplimiento, hay que saber antes lo que decían las promesas.

Personalmente, su especialidad es la divulgación bíblica para el trabajo pastoral. ¿De dónde nace el desapego que existe respecto a la Biblia en nuestro entorno?

En mi opinión, su origen está en que no hemos sido educados en su lectura. Mientras que en el mundo protestante se fomenta, en el católico no hemos empezado a hacerlo hasta hace poco. Yo recuerdo que hasta que no entré en el Seminario no empecé a leerla, y después de 8 años de estudios, solo me permitían leer el Nuevo Testamento. ¿Por qué? Porque somos más papistas que el Papa. El Concilio de Trento, ante la interpretación particular de la Biblia por el mundo protestante, recomendaba mucha precaución a la hora de leerla e interpretarla correctamente. ¿Cuál fue la traducción concreta de estas cautelas? “Que está prohibida”. Y esa idea ha llegado hasta nuestros días. El Vaticano II dejó claro que no está prohibida, y recomienda vivamente su lectura, pero es mucho el trabajo que aún queda por hacer para enseñar a acercarse a ella de un modo adecuado.

¿Qué le ha aportado a usted?

Muchísimo, para mí es mi vida. No concibo mi existencia sin su estudio. Me dedico a estudiar la Palabra de Dios porque es algo que me “engorda”. Cuando uno descubre y profundiza en ella, el primer beneficiado es uno mismo. Yo estoy estudiando y estoy rezando a la vez, descubriendo esta riqueza que tiene la Palabra de Dios, que es un manantial que siempre sacia. Aunque uno nunca puede agotarlo, siempre encuentra en ella lo que necesita. Hay que leerla constantemente. Y saber que es Palabra de Dios que vale para mí, para ti, para todos. Y aplicarse el cuento, que es lo más difícil.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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