NoticiaSemana Santa Junto a Cristo muerto Publicado: 25/03/2024: 7033 Santo Sepulcro Con casi 300 peregrinaciones a Tierra Santa en su haber, se puede decir que Toon Espinosa es uno de los malagueños que mejor conoce la tierra de Jesús. El director de la Agencia Savitur nos invita a visitar con él el Santo Sepulcro. «Queremos celebrar en el edículo del Santo Sepulcro», me dijo meses atrás el sacerdote que organizaba la peregrinación a Tierra Santa. -De acuerdo, lo puedo solicitar a la oficina de la Custodia de Tierra Santa, pero no tengo garantía de que los franciscanos puedan confirmarlo -le respondí-. Hay dos posibilidades: la primera, celebrar sobre el lugar donde descansó el cuerpo de Cristo, en ese caso, el grupo se tiene que apiñar de pie en la primera cámara. Y la segunda posibilidad es… -¡No sigas! ¡Quiero esa! -¡Ojo! Vamos a tener que levantarnos a las cuatro de la mañana y caminar por la ciudad de noche. -¡Eso queremos, Toon! Al ingresar en el templo, nos dirigimos a la nave circular donde se encuentra el lugar más venerado por los cristianos. Sitúo al grupo frente a la entrada del mausoleo y acompaño al sacerdote a la sacristía. Mientras, se oyen los cantos de los religiosos armenios. Paz y alegría La sacristía de los padres franciscanos es un espacio de paz y alegría dentro de una basílica tan concurrida y con tantos ritos diferentes. Un lugar donde nada más entrar, me siento a gusto. Mientras se reviste el sacerdote, uno de los dos padres franciscanos me acompaña con una tabla bajo el brazo para colocarla sobre el lecho mortuorio a modo de altar. Nuestro párroco entra agachándose por dos veces y tras él, accedemos nosotros a la primera cámara. Estamos muy apiñados. Sobre nuestras cabezas iluminan las lámparas de aceite propias del rito ortodoxo. Sólo podemos ver los pies del sacerdote al otro lado. Antes de empezar la Misa nos dice: «Mirad, mientras yo esté celebrando, id pasando de dos en dos para tocar la lápida». Intento centrarme en la Eucaristía y, a la par, situarme cerca del acceso para organizarnos en tan pequeño espacio. Salen las dos primeras personas tras venerar el lugar y contemplo sus lágrimas. Pienso y rezo: «¡Bendito madrugón y bendito trabajo!».