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Vigilia Pascual del Sábado Santo (Catedral-Málaga)

Vigilia Pascual · Autor: M. ZAMORA
Publicado: 16/04/2022: 1085

Homilía del obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Vigilia Pascual celebrada en la Catedral de Málaga en la noche del 16 al 17 de abril de 2022

VIGILIA PASCUAL DEL SÁBADO SANTO

(Catedral-Málaga, 16 abril 2022)

Lecturas: Gn 1,1-2,2; Ex 14,15-15,1; Is 55,1-11; Ez 36,16-28; Rm 6,3-11; Sal 117; Lc 24,1-12.

Bautizados en la muerte de Cristo

1.- San Pablo nos ha formulado una pregunta en tono de extrañeza: «¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?» (Rm 6, 3). Parece que nos diga que no nos hemos enterado de lo más importante de nuestra vida.

Y él mismo da la respuesta: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4).

Cristo es la cabeza de la humanidad, como lo fue Adán. Esta imagen expresa el sentido de la personalidad corporativa, muy propia de la cultura hebrea; es decir, una persona asume ser la cabeza y lo que le ocurre a la cabeza le ocurre a todo el cuerpo; una persona individual asume la responsabilidad que corresponde a todos: «Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados» (1 Co 15, 21-22).

2.- Todos los hombres participan, a través de la generación natural, del destino del primer Adán, que por el pecado conduce inexorablemente a la muerte. Esta es la herencia del primer Adán.

Del mismo modo toda la humanidad, incorporada a Cristo «en una muerte como la suya», está llamada a «una resurrección como la suya» (Rm 6, 5). Esta realidad sucede en nuestro bautismo: incorporados a su muerte para resucitar con él.

Pablo hace la atrevida afirmación de que en Cristo somos un solo cuerpo y para ello es necesario entrar por el camino de su muerte, que abre esperanzas de nueva vida para los hombres.

Queridos fieles, hemos sido sumergidos en la muerte de Cristo, mediante el Bautismo, para resucitar con él; para gozar de la nueva vida en Cristo; para recibir el germen de vida eterna y el don de la inmortalidad.

3.- Al hablar de “inmersión” san Pablo evoca el modo de practicar el bautismo en los primeros siglos de la Iglesia, mediante la inmersión en la fuente o piscina bautismal. Pero, sea por inmersión o por aspersión, el efecto es el mismo.

En este gesto sacramental todos los signos adquieren especial importancia y significación: comunión sacramental en la muerte y resurrección de Jesús con el don del Espíritu regenerador, quien nos engendra a una nueva vida, nos renueva, nos transforma. Solo se nos pide que nos dejemos hacer, porque a veces nos cuesta dejarnos transformar.

Los que recibimos el bautismo renovaremos esta noche solemnemente las promesas bautismales. Renunciamos al hombre viejo: «sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado» (Rm 6, 6).

En esta Noche Santa queremos morir con Cristo al pecado, para vivir con él la vida nueva en Dios (cf. Rm 6, 8).

4.- Si somos un solo cuerpo en Cristo, la fraternidad y la solidaridad debe ser nuestra característica. Los cristianos encontrarnos en Jesucristo la razón fundamental de nuestra misión evangelizadora.

En esta sociedad es muy necesario un testimonio vivo y coherente de solidaridad, que esté enraizado en Cristo; de ese modo se hará cada vez más creíble el Evangelio de Jesucristo.

Todo esto está en sintonía con los anhelos de tantos hombres, que entregan su vida para conseguir una mayor comunión, igualdad y dignidad entre todos los hombres.

5.- María Magdalena y las otras mujeres el primer día de la semana, al rayar el alba, se acercaron al sepulcro donde había sido depositado el cuerpo exánime de Jesús.

El ángel les anuncia que Cristo «ha resucitado» (Lc 24, 6), recordándoles sus mismas palabras (cf. Lc 24, 8). Y fueron corriendo a anunciar la buena nueva a los apóstoles. No pudieron callarse, porque esta gran noticia quien la recibe no puede callarla. La alegría es desbordante; la luz que iluminó su corazón les llevó a irradiarla a los apóstoles.

6.- Queridos hermanos, id al mundo entero pregonando que Cristo ha resucitado. Hacedlo en vuestros ambientes familiares, de amistad, de trabajo, de vida social. Esta noticia tiene que correr, como se propagó aquel primer día de la resurrección del Señor. Esta es la gran noticia que ha renovado a toda la humanidad.

¡Aleluya es el canto pascual por excelencia! ¡Cantemos y alabemos al Señor, porque ha resucitado! ¡Cristo ha resucitado! Su luz inunda nuestra mente y la alegría llena nuestro corazón. Seamos testigos del Resucitado, que ha vencido el pecado y la muerte. Amén.

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