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Misa "In Coena Domini" del Jueves Santo (Catedral-Málaga)

La Última Cena de Juan de Juanes // MUSEO DEL PRADO
Publicado: 14/04/2022: 1214

Homilía del Sr. Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Eucaristía en la cena del Señor celebrada el Jueves Santo de 2022 en la Catedral de Málaga

MISA “IN COENA DOMINI” DEL JUEVES SANTO

(Catedral-Málaga, 14 abril 2022)

Lecturas: Ex 12, 1-8.11-14; Sal 115, 12-13.15-18; 1 Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15.

Eucaristía, memorial del misterio pascual

1.- El antiguo pueblo de Israel celebra la salida de Egipto con la fiesta del cordero pascual (cf. Ex 12, 12), porque el Señor Dios pasó hiriendo a los primogénitos de Egipto y salvando a los hijos de Israel: «Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis» (Ex 12, 14).

El nuevo pueblo de Israel, la Iglesia, celebra la Pascua como memorial del sacrificio de Jesucristo, que se entregó por la salvación de toda la humanidad y pidió a sus discípulos: «Haced esto, en memoria mía» (1 Co 11, 24).

La Iglesia celebra la Eucaristía, memorial del misterio pascual de Cristo, obedeciendo su mandato (cf. 1 Co 11, 25) y proclamando su muerte y resurrección hasta su regreso al final de los tiempos (cf. 1 Co 11, 26).

2.- La celebración del Jueves Santo expresa el amor desbordante de Dios hacia nosotros. Jesús instituyó la Eucaristía como memorial de su entrega en la cruz, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio, como nos dice el relato de la institución de la eucaristía del apóstol Pablo: «El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan… y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros» (1 Co 11,23-24). Lo mismo hizo con el cáliz (cf. 1 Co 11,25).

La Eucaristía es memorial de todo el misterio pascual: pasión, muerte, descenso a los infiernos, resurrección y ascensión al cielo. En la Cena del Jueves Santo Jesús celebra su Pascua y anticipa su cruz y su resurrección.

La muerte de Jesús es la culminación del amor que había presidido toda su vida, entregándose plenamente a evangelizar y cuidar a los pobres, curar enfermos, perdonar a los pecadores, sanar a los leprosos y resucitar muertos. En estos pobres, enfermos y pecadores podemos vernos reflejados nosotros, dejando que Cristo nos perdone, nos cure y nos resucite.

3.- Al final de su vida terrena «sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).

Cristo nos regala su presencia sacramental en la Eucaristía y se nos da como alimento para el camino de la vida hasta su última venida gloriosa (cf. 1 Co 11,26).

En la Última Cena Jesús instituyó también el sacerdocio para perpetuar su ministerio y su misión. Agradecemos a Dios la misión de los sacerdotes y pedimos por ellos, para que ejercen su ministerio con alegría y dedicación.

4.- Por su íntima relación con el sacrificio del Calvario la Eucaristía es “sacrificio” en sentido propio. No se trata de un simple ofrecimiento de Cristo a los fieles como alimento espiritual; aunque ciertamente, es un don en favor de toda la humanidad (cf. Mt 26, 28; Mc 14, 24; Lc 22, 20; Jn 10, 15).

El acto de amor y de obediencia de Jesucristo hasta dar la vida (cf. Jn 10, 17-18) es en primer lugar un don al Padre, una oblación al Padre, que, como dijo san Juan Pablo II, es un “sacrificio que el Padre aceptó, correspondiendo a esta donación total de su Hijo que se hizo «obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8) con su entrega paternal, es decir, con el don de la vida nueva e inmortal en la resurrección” (Redemptor hominis, 20).

5.- En la última Cena, queridos hermanos, Jesús ofrece sus enseñanzas sobre el amor servicial con palabras y con gestos. Mientras los discípulos rivalizaban quién era el más importante y sobre los primeros puestos, Jesús se presenta como servidor y esclavo: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22, 27).

Jesús, cuando acabó de lavarles los pies, les preguntó: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?» (Jn 13, 12); pero ellos no acababan de entender. Y les dijo: «Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn 13, 15).

Se trata de un estilo de vida, de una actitud necesaria para ser discípulo de Jesús y participar con él del banquete eucarístico y del banquete eterno. Hoy celebramos el Día del Amor Fraterno, en el que se nos invita a servir como el Maestro lo hizo.

6.- Participar en la Eucaristía exige a los fieles cristianos estar dispuestos a ofrecer también su vida, a ejemplo del Señor, como enseña el Concilio Vaticano II: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cima de toda vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y a sí mismos juntamente con ella” (Lumen gentium, 11). La liturgia de esta tarde no invita a ofrecer al Padre el sacrificio de su Hijo Jesús y a ofrecernos nosotros con Él.

La Iglesia, como familia de los hijos de Dios, y cada uno de los fieles cristianos somos discípulos del Señor, que ofreció su vida para servir. Damos gracias a Dios por las innumerables iniciativas solidarias que todas las Diócesis, a través de sus Cáritas desarrollan siempre, para socorrer las necesidades básicas de quienes se encuentran en condiciones de mayor precariedad.

7.- Siempre existen ocasiones cotidianas para llevar a la práctica el servicio a los hermanos. Y en cada época hay también ocasiones extraordinarias para desempeñar el servicio de ayuda a los más necesitados. En estas últimas semanas ha tenido lugar, como todos bien sabéis, la invasión de Ucrania por Rusia provocando millones de refugiados y muchas necesidades básicas que cubrir.

Agradecemos todas las muestras de solidaridad y de caridad cristiana con los hermanos más necesitados, exhortando a vivir en fidelidad al Maestro de Nazaret su mandato de servicio a los hermanos.

Pedimos a Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, su protección maternal para las personas más golpeadas por la tragedia de la guerra y el hambre. Amén.

Diócesis Málaga

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