DiócesisHomilías

Bendición de las nuevas instalaciones de la Casa Diocesana (Málaga)

Publicado: 03/09/2014: 20191

BENDICIÓN DE LAS NUEVAS INSTALACIONES DE LA CASA DIOCESANA
(Málaga, 3 septiembre 2014)

Lecturas: 1 Co3,1-9;Sal 32,12-15.20-21; Mc 9, 2-13.

1. Damos gracias a Dios por su inmensa grandeza, porque nos ha permitido llevar a cabo la restauración del Seminario, que el obispo beato Manuel González construyó, donde se ubica el servicio de la Casa Diocesana.

Agradecemos, como ya se ha dicho, la colaboración de todas las personas implicadas en esta fascinante obra de restauración y de enriquecimiento de este hermoso y emblemático edificio.

Deseo proponeros la imagen bíblica de la transfiguración que, a mi parecer, expresa la realidad de lo que ha sido, es y debe ser la Casa Diocesana de Málaga; imagen que hemos escuchado en el evangelio de Marcos, que ha sido proclamado.

2. Jesús tomó consigo a sus discípulos más íntimos y predilectos y subió con ellos «a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos» (Mc 9, 2). El Señor Jesús nos invita a subir con él a la Casa Diocesana, para estar con él, para dialogar con él, para rezar, para disfrutar del silencio contemplativo.

En su compañía los discípulos tuvieron una experiencia maravillosa y única, que les dejó atónitos: «Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador» (Mc 9, 3). Es decir, pudieron contemplar la gloria divina del Hijo de Dios hecho hombre. Se encontraban tan bien, que Pedro llegó a exclamar: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí!» (Mc 9, 5).

3. La transfiguración nos indica el camino para descubrir a Jesús. Se trata de un proceso personal de fe y de amor hacia Él, cuya meta es la aceptación de Jesús como Hijo de Dios; es decir, ser capaces de levantar el velo de su humanidad para contemplar su gloria divina.

La transfiguración del Señor está íntimamente unida en la liturgia romana al itinerario hacia la Pascua. Desde la llanura de nuestra debilidad humana, desde la experiencia de pecado y de fragilidad, se sube a la transformación luminosa y a la glorificación.

Las realidades humanas y sociales embargan nuestro espíritu y lo encadenan; es necesario subir al monte para encontrarnos con Jesús resucitado, que alivia nuestras penas, perdona nuestros pecados, nos permite contemplar el resplandor de su gloria y nos otorga la fuerza del Espíritu para bajar de nuevo al valle de nuestro trabajo y de las obligaciones propias.

4. En el Tabor los discípulos oyen una voz: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo» (Mc 9, 7). Escuchar al Hijo permite conocer la voluntad del Padre y cumplirla, como tantas veces rezamos en el Padrenuestro. Con ello proclamamos la soberanía de Dios.

La Casa Diocesana ofrece el ámbito adecuado para poder hacer la experiencia del Tabor, para estar con el  Señor, hacer silencio interior para escucharle como Verbo eterno, contemplar su rostro transfigurado y recuperar fuerzas para seguir en el camino de la vida, donde encontramos dificultades, incomprensiones, ataques y el cansancio propio. Más que un edificio físico la Casa Diocesana es una morada espiritual, donde se puede hacer experiencia de Dios.

Jesucristo nos invita a subir con Él al monte Tabor, donde nos revela su gloria y su belleza; y nos da ánimo para subir la escalada del calvario y aceptar el escándalo de la cruz.

Os invito a subir a la Casa Diocesana para hacer experiencia espiritual de la presencia del Señor; para encontraros con él, dialogar con él, contemplar su divinidad; y luego bajar de nuevo y asumir los compromisos bautismales y sociales.

5. Este hermoso lugar del Seminario es un oasis para la diócesis de Málaga, donde los fieles pueden descansar del ajetreo cotidiano y reponer fuerzas, tanto del cuerpo como del espíritu. La mayoría de nosotros hemos experimentado aquí el ambiente de paz espiritual y los manjares deliciosos para el cuerpo. 

Muchos seminaristas y sacerdotes se han formado en este Seminario; muchos fieles cristianos laicos han encontrado sosiego y paz para rezar; muchos jóvenes se han encontrado con Jesús en el camino de su vida; mucha gente se ha encontrado consigo misma, condición indispensable para encontrarse con Dios. La gracia divina ha tocado aquí muchas vidas, ha despertado muchas inquietudes y llenado muchos corazones de esperanza, que se han encontrado con el Señor Jesús. Las obras de la Casa Diocesana han pasado, como toda obra humana, por noches oscuras, dificultades y fatigas de los que han asumido este trabajo; pero el Señor ha estado al frente y ha llevado adelante esta obra.

Hemos terminado la primera fase del proyecto de restauración. Ahora continuaremos el trabajo, mirando siempre hacia el futuro.

¡Que Santa María de la Victoria siga caminando junto a nosotros e interceda para que podamos un día ser transfigurados en su Hijo Jesucristo! Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo