NoticiaEn los Medios La llamada de Santa Ángela Santa Ángela de la Cruz Publicado: 15/07/2014: 13860 Carlos Colón cuenta en el Málaga Hoy la historia de una chica que pasa el verano en las misiones de las Hermanas de la Cruz. Me cuentan unos queridos amigos que su hija se ha ido este verano a trabajar en las misiones de las Hermanas de la Cruz en uno de esos lugares tan torturados por la pobreza extrema que se suelen definir como dejados de la mano de Dios. Una expresión inexacta. La mano de Dios socorre allí, como en tantas otras partes donde la miseria hiere todo presente y condena todo futuro, a través de las manos de los misioneros y de quienes, como esta joven, trabajan con ellos. Hermosa tarea la de ser las manos de Dios allí donde parece que Él se ha olvidado de sus criaturas. No diré de quién se trata ni dónde está porque es conocido el pudor que las Hermanas tienen para hablar de sus obras. Pongamos que es una zona de Latinoamérica frente a la que nuestros barrios marginales pueden parecer residenciales, hasta tal punto allí se carece de todo. De lo que quiero escribir es del brillo de los ojos de estos padres, de su sonrisa, de la alegría de quienes saben que su hija ha escogido la mejor parte, de la serenidad que procura que un hijo -lo más querido- tenga tan firmemente puestos los pies sobre la tierra más firme. Es un matrimonio normal, no adscrito a ningún movimiento integrista (más bien lo contrario, dada su alegre filiación cofrade), y su hija es una chica normal, no una beata traspuesta. Por eso está con las Hermanas de la Cruz. No hay contradicción entre esta normalidad y el lema de Santa Ángela: "Nuestro país es la Cruz y fuera de ella somos forasteras". A quien poco sepa de estas cosas hay que advertirle que la Cruz no es un símbolo masoquista de dolor y muerte, sino el lugar en el que el dolor cobró sentido como entrega y la muerte fue derrotada. Elegir la Cruz es elegir la vida en apertura a los otros. Con un programa definido así por Santa Ángela: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, buscar casa a los peregrinos, visitar a los enfermos, limpiar sus casas, asearlos y velarlos sacrificando el propio reposo. Deseaba la fundadora "que cuando pasen cien años la persona que vea una Hermana de la Cruz pueda decir: se ve a las primeras, el mismo hábito exterior y el mismo interior; el mismo espíritu de abnegación…". Lo escribió en 1925 y casi cien años después quien ve a una Hermana de la Cruz ve a las primeras. Y quien vea a esta chica ve a una de las tres mujeres que se fueron con Ángela al número 13 de la calle San Luis en 1875. Se comprende la alegría de estos padres.