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Florecillas del papa Francisco

Publicado: 31/05/2013: 2394

En sus últimos años el cardenal Martini no se cansaba de repetir que la Iglesia debía convertirse y una de las claves de esa conversión pasaba por la pobreza y la humildad.

Dos virtudes constitutivas del ser esencial de San Francisco de Asís, y ese legado espiritual despertó clamorosamente la apatía e indiferencia religiosa del final del siglo XII y comienzos del XIII. La irrupción inesperada en los albores del siglo XXI del papa Francisco nos permite con ilusión abrigar la esperanza de que nos hará revivir el espíritu y la letra de la escuela franciscana

No sorprende el nombre que ha adoptado como sucesor de San Pedro, si nos atenemos a un testimonio absolutamente irrefutable como el de quien fue su secretario y vocero durante muchos años. Así se expresaba este sacerdote: “... es un jesuita austero, de tendencia moderada, que lleva una vida discreta y cultiva el bajo perfil”. El papa Francisco había renunciado a vivir en la residencia oficial del cardenal primado, para habitar en una pequeña habitación, en la catedral. Los últimos años no tenía secretario y llevaba personalmente su agenda.

Siendo arzobispo iba a visitar las iglesias en metro o autobús, e impactaba su cercanía a la gente, especialmente de las zonas pobres y marginales de ese anillo urbano que rodea a la Capital Federal, donde habitan millones de personas. Los Jueves Santo cuidaba mucho de tener pobres para el lavatorio de los pies, visitaba las cárceles, ese gesto de caridad evangélica tan bonito que hemos visto realizar también a nuestro obispo D. Jesús, y asimismo se hacía tiempo para los enfermos de sida y celebrar misas para escándalo de los tradicionalistas en lugares como las estaciones de metro, o de autobuses famosas como Once o la de Plaza Constitución, lugares emblemáticos en Buenos Aires, porque allí se congrega la gente trabajadora que va o viene de su trabajo, los mendigos, la prostitución, el mercado negro de divisas, en una palabra estas estaciones son la expresión más viva de lo que hoy es Argentina, allí se concentra todo lo bueno y malo, lo esencial del ser y actuar de este rincón grande de Hispanoamérica.

Nos da mucha alegría el testimonio de este sacerdote que trabajó junto al papa Francisco en Buenos Aires, cuando dice: “Es intachable. En su vida privada es muy sencillo y austero. se despierta todos los días a las 5.30 a rezar. Sus opciones de vida siendo cardenal han sido seguir haciendo una vida normal, común". Por todo lo que vengo diciendo, se auguran sorpresas, pues los preludios de esas actitudes se concretaron en la invitación personal del papa Francisco a un cartonero, que constituye la expresión inequívoca de la capital de Argentina en los tiempos actuales, donde desordenadamente y no exentos de violencia, en la madrugada de Buenos Aires, se dan cita un ejército de estos personajes marginales para ganar su sustento reciclando la basura.

COHERENCIA

La coherencia de vida en nuestro papa Francisco ya la ha testimoniado con gestos sencillos y elocuentes, como ir a pagar la cuenta al hotel donde estaba alojado, saliendo después de la misa en la parroquia de Santa Ana a saludar a la gente como si fuera su párroco, para dolor de cabeza de la Gendarmería, que deberá ir adaptándose a los nuevos tiempos que soplan en el Vaticano. Permitidme en este aspecto agregar un detalle en la línea de lo que venimos diciendo. Causaba un poco de miedo ver el gesto adusto y el rostro muy serio de nuestro pobre Marini, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, que no se termina de creer que soplan otros vientos en Roma, cuando acompañaba al papa Francisco que salía por primera vez a saludar a la multitud agolpada en la Plaza San Pedro, pues como decía mi amigo benedictino que me acompañaba en ese momento, maestro de liturgia como son los hijos de San Benito, se tendrá que acostumbrar a un nuevo estilo, a una liturgia más expresiva, más sencilla, más pobre y más testimonial. Cuántas cosas más nos gustaría decir, pero no hay más espacio, termino con las palabras del cardenal Joao Braz de Aviz, cuando le preguntaban por el nuevo Pontífice: “Yo tengo un respeto muy grande por él. Es una persona simple, muy coherente en su ministerio y tiene un deseo enorme de que esta Iglesia sea una iglesia de los pobres, para los pobres, una Iglesia de la comunión. Me gusta la paz que tiene, la simplicidad con la que habla, el amor que le demostró también a los cardenales y a la Iglesia”. Y termina el cardenal de Brasil, “nosotros estamos muy felices, ¡viva Argentina!

Autor: Rubén Reale, sacerdote

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