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Confirmaciones en la parroquia de Santo Cristo (Alfarnate)

Publicado: 28/01/2012: 5318

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de las confirmaciones en la Parroquia de Santo Cristo de Alfarnate el 28 de enero de 2012.

CONFIRMACIONES

EN LA PARROQUIA DEL SANTO CRISTO

(Alfarnate, 28 enero 2012)

 

Lecturas: 2 Sam 12, 1-7.10-17; Sal 50; Mc 4, 35-41.

 

1.- Este es un día memorable para esta comunidad cristiana de Alfarnatejo, porque en esta celebración de la Eucaristía, vais a recibir, queridos jóvenes, el sacramento de la confirmación. Para mí es un gozo poder celebrar esta Santa Misa y administraros este sacramento.

Esta es la segunda vez que piso vuestro pueblo, la primera visita que hice fue muy rápida. Llegué hasta la puerta de la Iglesia, pero estaba cerrada y no pude contemplar la preciosa Iglesia que tenéis. Hoy vamos a celebrar la Eucaristía con paz y con alegría, presidida por el Obispo de la Diócesis.

 

2.- Hemos escuchado en la primera lectura que el rey David comete un pecado grave porque ha mandado matar nada menos que a uno de sus fieles soldados (cf. 2 Sam 12, 5-6), para aprovecharse de su mujer. Se trata de un pecado doble. Primero por robarle a su mujer y segundo por matarlo a él.

El Señor, cuando a través del profeta Natán, le denuncia por haber cometido esas dos maldades, provoca en David un remordimiento donde reconoce su pecado y pide perdón al Señor, y el Señor lo perdona. El Señor se arrepiente de la amenaza que le había hecho de arrebatarle el reino, borra su pecado y lo deja reinar. (cf. 2 Sam 12, 13)

Tanto es el amor que el Señor nos tiene que es capaz de perdonar cualquier pecado, por grave que sea, que nosotros hayamos cometido. Los pecados de David eran gravísimos; había atentado contra la vida de un ser humano. No debemos perder jamás la conciencia del pecado. Perdemos la conciencia del pecado cuando perdemos la conciencia de la Divinidad, cuando descuidamos nuestra relación con Dios. Y eso es lo que le está pasando a la sociedad actual en la que vivimos. Sin darnos cuenta nos entra, por ósmosis, la mentalidad de este mundo.

 

3.- Los dos pecados de David son dos pecados que nuestra sociedad apenas tiene en cuenta. No sólo no le importan, sino que hasta incluso los favorece. Y nosotros, sin darnos cuenta, podemos mentalizarnos de que no pasa nada. Se puede matar a un niño en el vientre de su madre y no pasa nada, ¡total, no ha nacido! Se puede matar a un viejecito que tiene ochenta años y que está enfermo y tampoco hay problema. ¡Total, para lo que le queda de vida! Pero, sí pasa algo y es gravísimo.

Hemos de tomar conciencia de lo que está bien y de lo que no está bien. Y para eso nos ayuda el Espíritu Santo que vais a recibir en el sacramento de la confirmación.

 

4.- El Espíritu Santo es como fuego. Vamos a imaginar que ahora hacéis una hoguera, con leña, carbón, paja y oro en bruto. El fuego, ¿qué hará? Quemará la paja, la leña y el carbón, pero el oro no se quemará. Sólo va a perderse la escoria, lo que no vale nada, la porquería que lleva mezclada. Quedará el oro purificado, más refinado. ¿Sabéis que significa la palabra “purificar”? Viene del latín y la hemos asimilado a nuestro idioma con el significado de lavar, limpiar, purgar, pulir, acendrar. Purificar es pasar algo por fuego; “puri-ficar”, poner a fuego.

El Espíritu Santo que vais a recibir es como un fuego que os va a “puri-ficar”, poneros en el fuego. Y va a purificar la escoria, la paja, eso que no vale nada; va a purificar incluso esa mentalidad que estáis asimilando del mundo, como decíamos antes cuando hablábamos de nuestra sociedad y del rey David.

Tenemos que purificarnos de muchas cosas: de nuestra mentalidad, de nuestras formas de pensar y de actuar. Dejaos purificar, dejaos limpiar por el Señor, por el Espíritu Santo. Vais a pasar por fuego, saldréis más puros, más limpios del templo en el que habéis entrado esta mañana.

 

5.- A nivel espiritual vais a salir más sensibles a lo bueno; vais a ser más capaces de detectar lo malo y el pecado. Y para esto hay que alejarse de la forma de pensar que tiene el mundo. De la forma de pensar que tiene el mundo tenemos que distanciarnos.

No podemos defender las mismas posturas que defienden los no creyentes. No podemos estar de acuerdo con unas leyes que no han tenido en cuenta la Palabra de Dios. Las leyes que los gobiernos hacen pueden ser leyes bárbaras, pueden ser leyes con graves consecuencias, mortales y por tanto son desechables. Y no tenemos que tener miedo a decirlo. Esa ley por muy avalada que esté por todos los miembros que la puedan legalizar, si va en contra de Dios, en contra del ser humana, en contra de la vida, son leyes detestables que no podemos apoyar.

 

6.- Vais a salir purificados, lo cual significa también que percibiréis mejor la presencia de Dios cuando escuchéis su Palabra y cuando tengáis que emitir juicios sobre las cosas, los hechos y la vida. Y esto lo vais a hacer iluminados con la luz de la Palabra.

Además de ser fuego del que salís purificados, el Espíritu Santo es también luz. Aquí tenemos el Cirio Pascual. Después cogeréis de él una llamita, porque Cristo es luz que ilumina. Cristo es luz y el Espíritu Santo os donará la luz de Cristo. Podéis caminar a esa luz, podéis tener unos ojos especiales.

Sólo por la fe se pueden conocer estas cosas. La fe es una sabiduría, la fe es un conocimiento que nos da un conocimiento mayor que lo que puede conocer la razón o los llamados científicos. Ya sabéis que las ciencias cuanto más adelantan más razón dan a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia.

 

7.- Voy a poneros un ejemplo. Hace unos años unos mal llamados científicos hicieron una campaña propagandística a favor del uso de las células embrionarias, es decir, pretendían usar seres humanos fecundados en laboratorio, bajo el pretexto de procurar curaciones de enfermedades. ¡Fijaros qué barbaridad! Producir seres humanos en laboratorio para curar la diabetes o para curar el páncreas o para curar lo que sea.

La Iglesia decía eso era una barbaridad porque eso, según la ciencia de entonces, de hace diez o veinte años, se podía curar con otras células madres no embrionarias, es decir células que no eran seres humanos, sino células del ombligo o de otro lugar, células del ser humano.

Años después resulta que la ciencia le ha dado la razón a lo que decía el Magisterio de la Iglesia. No se puede querer curar a un niño o a una persona, ¡matando a su hermanito! Esto cuela como si fuera normal en la sociedad. Se fecundan cinco óvulos, se elige uno y a los otros se les mata y se les aniquila, porque lo que se pretende es que no tengan defectos y que no tengan enfermedades genéticas hereditarias.

 

8.- Este caso, que os voy a contar, lo cuenta un médico. Fue una madre para que se le hiciera la fecundación artificial y para que se le eliminaran los embriones sobrantes. Y le dijo el médico: “¿Usted tiene otros hijos?” “Sí”, le contestó la madre. “Entonces”, le dijo el médico. “Tráigamelos y dígame a cuál de ellos quiere que mate, para salvar a este otro hijo que aún no ha nacido”. La mujer le dijo indignada: “¡Doctor, qué barbaridad!” A lo que le añadió el doctor: “Eso es lo que me está pidiendo usted, que mate a uno de sus hijos para curar a otro”. Son ejemplos sencillos que pongo pero que están en la calle y a veces no nos damos cuenta.

Lo que vais a recibir es luz que os ayude a discernir rectamente acerca de estos temas, que son temas que tienen que ver con la vida. Los que estamos aquí no somos extraterrestres, ni caídos del cielo, vivimos con los pies en la tierra, ¡debéis vivir con los pies en el suelo!

 

9.- En tercer lugar, el texto del Evangelio que hemos escuchado hoy, nos narra lo que pasó cuando Jesús subía con los apóstoles a una barca. Se nos cuenta cómo Jesús se duerme y de repente se desata una tempestad violenta y los apóstoles asustados, lo despiertan, y Jesús apacigua la tempestad.

Jesús tiene poder, porque Jesús es omnipotente, una palabra que significa todopoderoso. El poder de Jesús no es al estilo de “superman”, ni es algo milagrero. Jesús hace las cosas para curar al hombre concreto, para salvarlo y para que sepa que el poder que tiene es mucho más fuerte que una simple curación física.

Así lo demostró en el pasaje en el que llegan unos cuantos individuos y le traen a un paralítico. Jesús, dirigiéndose al paralítico, le dice: “Te perdono tus pecados”. Y los oyentes murmuran entre sí diciendo: “Éste no está bien de la cabeza. El único que puede perdonar los pecados es Dios; éste se está erigiendo en Dios, porque afirma tener el poder de perdonar los pecados”. Y Jesús le contesta: “No creéis que puedo perdonar pecados ¿verdad? Pues, bien, ¿qué es más fácil decir a este señor: coge tu camilla y vete a tu casa o tus pecados te están perdonados? Luego le dice al enfermo: Contigo hablo: ‘Coge tu camilla y vete a tu casa’”. Y delante de todos, el paralítico se levantó, cogió la camilla y se fue a su casa. (cf. Mt 9, 2-8) Con este simple ejercicio de poder Jesús demuestra que tiene otro poder más importante.

 

10.- ¿Qué es lo que se os va a conferir hoy con el sacramento de la confirmación? El poder de Jesucristo, el poder para vencer el mal, el poder para vencer el sinsentido de la vida. Mucha gente se agobia porque hay tempestades. La tempestad de los apóstoles es como un reflejo de otras tempestades que se producen en la sociedad: que hay un terremoto, que hay una enfermedad, que hay una muerte, que hay un accidente… y todos se ponen a gritar como si se acabara el mundo.

El cristiano, en cambio, que lo ve desde otra perspectiva, dice: “pues no pasa nada”. De forma natural una persona muere a causa de una enfermedad o víctima de una catástrofe natural; algo muy distinto a la muerte provocada intencionadamente; no hay que rasgarse las vestiduras, porque la persona que se nos va, no ha muerto, sino que ha dejado este mundo, pero sigue viviendo en Cristo resucitado. Por tanto, no se acaba el mundo. Ver la vida desde esa perspectiva de Dios da mucha más paz, da más luz.

Eso es lo que se os va a regalar hoy. Digámoslo así: Se os va a regalar la capacidad de mirar las cosas de una manera nueva. Vais a salir de aquí con unas lentes especiales. A partir de ahora vais a poder ver las cosas, la vida, el ser humano, la enfermedad, el dolor, la muerte, al prójimo, de otra manera; porque vais a verlo todo con la mirada de Dios, desde la perspectiva de Dios. Y eso también os va a suceder con las relaciones humanas, o sea las relaciones en casa, de familia, las relaciones de la comunidad cristiana, las relaciones entre los vecinos del pueblo, las relaciones con los inmigrantes, las relaciones con los demás conciudadanos de la misma nación o país.

 

11.- Y se os dará una fuerza de comunión. Vais a ser capaces de reducir el nivel de las tensiones, de aplacar las rabietas, de superar los enfados, de sanar las heridas de las divisiones que pueda haber dentro de nosotros, entre vosotros y con los que tenemos más cerca: padres, hermanos, amigos, vecinos.

La fuerza del Espíritu que es la fuerza de Cristo que se hace presente en la Eucaristía nos da esa gracia, ese don que nos hace capaces de vivir en comunión. Igual que el pan que está hecho de múltiples granos de trigo, pero para poder ser harina, esos granos han de ser triturados, porque de lo contrario, no se compone el pan. Pues, del mismo modo, los miembros de una parroquia, de una familia cristiana, los miembros de un pueblo, podéis ser cada vez más una sola cosa en Cristo. Pero para eso hay que dejarse triturar por el Espíritu. Como hemos dicho antes, nos hemos de dejar cocer, pasar por fuego, para que se nos quite lo que no va, lo que estorba. Para poder ser promotores de comunión y de paz hace falta dejarnos trasformar por el Espíritu.

 

12.- Así que tenéis buena tarea por delante y que no acaba hoy. Hoy es el inicio. Después formaréis una familia o trabajaréis en algún lugar: en una fábrica, en una empresa o donde sea… Cuando seáis auténticos cristianos con compromiso o si el Señor os llama a divulgar y proclamar el Evangelio donde sea, ¿por qué no? Como misioneras, como sacerdotes, ¿por qué no?

Si aquí vienen curas de otros sitios, nacidos en otro lugar, los párrocos que habéis tenido no son de aquí, pues, de la misma manera de aquí pueden salir vocaciones para que vayan a otro sitio, ¿no? Alguien tendrá que salir, digo yo.

Es que la fuerza del Espíritu puede hacerlo todo y puede transformarnos como san Pablo, de perseguidores de los cristianos en grandes proclamadores del Evangelio, en grandes apóstoles.

Vamos a seguir pensando y a pedirle al Señor que nos de ese Espíritu que nos va a transformar. Y vamos a pedir hoy por todos, principalmente por el grupo de jóvenes que reciben el sacramento de la confirmación. Pero que eso también sirve para los demás, puesto que lo que hemos dicho no sirve sólo para los confirmandos, sino también para todos los que estamos aquí.

            Se lo pedimos a la Santísima Virgen María, Madre del Señor y madre nuestra que sí que ha sabido ser dócil al Espíritu, que ha sido iluminada por Él, que ha sido transformada. Sus planes se fueron al garete cuando le anunció el Ángel la voluntad de Dios y ella la aceptó. ¿Por qué no vamos hacer lo mismo nosotros?

Pidámosle, pues, que interceda maternalmente por nosotros y por los que vais a recibir hoy a través de este sacramento el don del Espíritu Santo. Que así sea.

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