DiócesisHomilías Confirmaciones (Catedral-Málaga) Confirmaciones en la Catedral de Málaga // M. ZAMORA Publicado: 01/04/2016: 4981 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga D. Jesús Catalá en las confirmaciones celebradas en la Catedral de Málaga. CONFIRMACIONES (Catedral-Málaga, 1 abril 2016) Lecturas: Hch 4, 1-12; Sal 117, 1-2.4.22-27; Jn 21, 1-14. 1.- Encarcelamiento de los apóstoles por predicar la resurrección de Jesús En las lecturas de hoy hemos escuchado dos narraciones o pasajes. El primero lo protagonizan los apóstoles Pedro y Juan. Habían curado a un paralítico y las autoridades no vieron bien que nombraran a Jesús, pues les habían prohibido que predicaran en su nombre y que enseñaran la doctrina de Jesús. El libro de los Hechos de los Apóstoles es precioso, lo estamos leyendo en la liturgia de estos días. Os recomiendo que lo reflexionéis en este tiempo pascual, pues nos ayuda a ver cómo vivía la comunidad cristiana primitiva. Este libro relata que «mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde» (Hch 4, 1-3). Los llevan a la cárcel por predicar la resurrección de Cristo. Hoy, al menos de momento, a ninguno de nosotros por predicar que Cristo ha resucitado nos meten en la cárcel. Sí pueden juzgarnos y están juzgándonos porque defendemos la doctrina que nos enseñó Jesús sobre la vida y el respeto de la vida, sobre la familia, sobre tantas cosas. Siempre hay una agresión, un rechazo de la doctrina de Jesús en todos los tiempos. La confirmación que vais a recibir os va a dar fuerzas para anunciar la resurrección de Jesús, para ser testigos de Cristo resucitado. Y eso, hay que hacerlo en la vida. Pedro y Juan así lo hicieron. Se encuentran con un paralítico y no teniendo nada que darle le devuelven la salud en nombre de Cristo y predican su doctrina. Hoy, a nosotros nos toca hacerlo en medio de la familia, los amigos y el trabajo. No tenemos que tener miedo ni vergüenza por decir que somos cristianos, que creemos en Jesucristo resucitado, que su doctrina es maravillosa frente a las ideologías que se defienden en nuestra sociedad y que circulan sobre no pocas realidades humanas y sociales. Este es el testimonio que se os pide hoy a vosotros, queridos hermanos que vais a ser confirmandos, y a todos los ya confirmados. 2.- Interrogatorio y discurso de Pedro En la segunda parte de esta escena se cuenta que, al día siguiente, hicieron comparecer a Pedro y Juan, y los interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?» (Hch 4, 7). Y «entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo: “Jefes del pueblo y ancianos: porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre. Quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros”» (Hch 4, 8-10) Pedro centra su predicación en la resurrección de Jesús y en el poder de Cristo ante la enfermedad y la muerte. Y si Cristo tiene poder ante la enfermedad y la muerte, también tiene poder sobre el pecado. Por eso dice Pedro: «no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4, 12). Nuestro salvador es Cristo. Él es vencedor de la enfermedad, de la muerte y del pecado. Las leyes humanas no salvan, no nos proporcionan una salvación definitiva. Podemos caer enfermos y salir de la enfermedad con la providencia de Dios y con la fuerza que nos da, pero por mucho que uno salga de sus enfermedades llegará un momento en que tendrá que dejar este mundo, aunque sea con 100 o 120 años. ¿Algunos de vosotros pensáis estar aquí eternamente? ¿Alguien piensa estar aquí 100, 200 ó 300 años? Al final, todos tendremos que partir hacia la Casa del Padre. La salvación que nos ofrece Cristo es la definitiva, la que vence la muerte temporal y la muerte por el pecado. Al inicio de esta celebración hemos hecho el gesto de la aspersión con agua bendita que simboliza nuestro bautismo. Por el bautismo hemos sido sepultado en la muerte de Cristo y hemos renacido en su resurrección. El sacramento de la confirmación va unido íntimamente al bautismo. Hay tal unidad que no se deberían separar, no ya en el tiempo, sino ni siquiera estructuralmente. La confirmación es donación del Espíritu, que completa lo que recibimos en el bautismo. En el bautismo se nos hizo hijos de Dios, se nos perdonó el pecado original o los pecados que pudiéramos tener si éramos adultos, se nos dio la filiación divina, se nos introdujo en la Iglesia y se nos concedió el Espíritu. ¿Qué hace la confirmación? Robustece todo eso, lo refuerza, lo completa, lo enriquece, nos da el Espíritu en mayor plenitud dentro de nuestras capacidades y nos da la fuerza del Espíritu para ser testigos. El bautismo es la generación, el nacimiento. A uno que no ha nacido no se le puede alimentar, ¿verdad?, pero a uno que ha nacido tenemos la obligación de alimentarlo para que se robustezca y crezca. ¿Qué es la confirmación? El robustecimiento de la vida que se nos regaló en el bautismo. Y ¿qué es la Eucaristía? El alimento que al bautizado se le da para que pueda caminar en este camino hacia la eternidad. Estos tres sacramentos siempre van unidos. Pues bien, queridos confirmandos, hoy se os va a regalar este sacramento del don del Espíritu, en el cual los confirmandos, los que recibáis el sacramento, no confirmáis nada, no es la confirmación de la fe recibida en el bautismo. Se llama confirmación porque cuando se os crisma, cuando el obispo o ministro os unge, esa unción confirma la que ya recibisteis en el bautismo. Por lo tanto, no es un acto de fe vuestro, es un sacramento, un don, un regalo fundamental. 3.- Aparición de Jesús en el lago de Tiberíades En el Evangelio hemos escuchado otra narración. En esta ocasión están los discípulos y entre ellos también está Pedro (cf. Jn 21, 2). Pedro parece que está desanimado porque ha visto morir a Jesús en la cruz y se van a pescar (cf. Jn 21, 3). Y entonces, Jesús se aparece por tercera vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Mas ellos no advierten que es Jesús. Como María Magdalena, cuando va al sepulcro el primer día de la semana y ve a una persona y cree que es el hortelano. Ella no sabe que es Jesús. Está mirando a alguien, pero no lo reconoce como Jesús. Jesús no es reconocible, si Él no se deja conocer. Nadie tiene ojos capaces de percibir la presencia de Jesús. Jesús se aparece, se da a conocer. Los Apóstoles que habían convivido mucho tiempo con Jesús y que lo conocen bien, no son capaces de reconocerlo. Sólo ven a un hombre en la orilla que pregunta si tienen pescado. Se fían de él y echan las redes (cf. Jn 21, 4-6). Pues él les había dicho: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, donde indicaba y no podían sacarla, por la multitud de peces» (Jn 21, 6). Se fiaron de la palabra de Jesús. Es Jesús quien se da a conocer. Esto, ¿qué quiere decir? Que nosotros conocemos a Jesús porque se nos ha revelado. Se ha acercado a nosotros a través de otros testigos, como los Apóstoles, y nos ha permitido reconocerle. Eso es un don, el don de la fe, el don del amor. Por eso hay mucha gente que no reconoce a Jesús, que sigue teniendo una venda en los ojos. Están preocupados como Pedro y Juan en ir a pescar, les preocupan los intereses materiales, pero Jesús se acerca y se da a conocer. Esta tarde desearía que vierais de una manera especial, con los ojos de la fe, a Jesús que os va a regalar el don del Espíritu Santo en la confirmación. Que veáis que es Cristo quien os lo ofrece. El Espíritu viene a través de Cristo. Vais a recibir la fuerza de lo alto, para ser sus testigos en nuestra sociedad en donde vivimos. El Señor sabe cuáles son sus planes sobre nosotros. Vamos a continuar esta celebración. Ahora haréis la renovación de las promesas bautismales porque la confirmación va íntimamente unida al bautismo y después de las renovaciones de las promesas recibiréis la crismación porque es la unción con el crisma que bendije la semana pasada, el miércoles Santo en la Misa Crismal. La confirmación es una unción del Espíritu, una crismación del Espíritu. Le pedimos al Señor que os haga buenos y auténticos testigos de su resurrección como los Apóstoles. Que así sea. Más artículos de: Homilías Visita pastoral a la parroquia de La Asunción (Málaga) Fiesta de María Santísima Reina de los Cielos, co-titular de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga (iglesia de San Julián) Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir